pamplona. Doctora en Historia por la Universidad de Navarra, Jiménez Riesco (Pamplona, 1975) ofrece una perspectiva de la ciudad ahora lejana pero que plantea problemas muy cercanos. Ahora trabaja con Paul Preston como investigadora visitante en el Cañanda Blanch Centre for Contemporary Spanish Studies en la London School of Economics and Political Sciences (LSE).

En su obra plantea que la conflictiva y tardía construcción del Ensanche pamplonés no dio respuesta adecuada a las necesidades.

Pamplona era considerada una plaza fuerte, fundamental para la defensa del norte peninsular. Estas es una de las razonas por las que a otras ciudades, como a Madrid y Barcelona se les permiten tirar las murallas en el siglo XIX, las de Pamplona no empiezan a derribarse hasta 1915. Aunque no será hasta 1920 cuando se construye el Ensanche. Lo negativo de esta realidad es que el perímetro y entramado urbano permanece inamovible desde el siglo XVI y pese a que la población podía aumentar no había espacio físico para construir viviendas. A eso se une que Pamplona estaba rodeada de una franja alrededor de las murallas, las llamadas zonas polémicas, donde tampoco estaba permitido construir. Por eso el Casco Viejo estaba creciendo a lo alto, los edificios cada vez se compartimentaban más y la gente vivía en unas condiciones lamentables desde el punto de vista higiénico. Lo bueno que tiene que Pamplona tirara las murallas tan tarde es que la sensibilidad de conservar las murallas había cambiado y, por eso, a día de hoy permanecen en parte.

¿Las autoridades trataban de ocultar parte de ese problema?

En 1883 se hizo una encuesta por toda España desde la Comisión de Reformas Sociales preguntando cómo vivían los obreros para mejorar su nivel de vida. En las respuestas que ofrece Navarra en 1885 se niega cualquier problema con los obreros, así como la necesidad de vivienda higiénica y barata. Es una negación consciente, porque desde 1854 ya había peticiones a Isabel II para derribar parte de la muralla y construir viviendas. Las autoridades sabían que había problemas de hacinamiento. Mi conclusión es que si se reconocía ese problema obrero, Navarra dejaba de ser la provincia rural, agrícola e idílica que se intentaba proyectar.

¿Cómo resultó la construcción del Ensanche: escalonada, proporcionada, caótica, inadecuada...?

Es un caso muy interesante. Para empezar tardó tantísimo tiempo en construirse porque aparte de ser una plaza fuerte para la defensa del norte peninsular, hasta 1914 no se dieron cuenta que las murallas no tenían sentido. Fue en aquel año, cuando se bombardeó Amberes en la Primera Guerra Mundial, cuando se ve que las murallas no evitarían los morteros alemanes y austríacos. Y así se plantea en Pamplona un Ensanche muy tradicional, copia de lo que Ildefonso Cerdá hizo en Barcelona adaptado a esta escala. Hizo un Ensanche pequeño, controlable, para que no haya problemas. En cuanto a la vivienda social, sólo fue uno de los argumentos para derribar la muralla. Al comenzar a construirse el Ensanche no se había previsto ninguna manzana de casas baratas y viviendas económicas. Se recurre entonces a una solución improvisada, convocar un concurso de viviendas baratas a partir de 1922, que es cuando se construye la manzana 36 de Andrés Gorricho, la única manzana de casas baratas. En esta manzana terminan viviendo como recompensa los propios obreros, muchos de fuera, que trabajaban para Gorricho, que se negó a incluir una cláusula en las bases de cesión del suelo que le proponían las autoridades y que buscaban que ahí vivieran sólo los obreros empadronados en Pamplona. El resto de la población sigue así abocada al casco histórico.

¿Y cuándo reaccionaron las autoridades con más vivienda social?

En los años treinta se hacen más viviendas que aunque se denominaron hotelitos económicos, habitaciones económicas o casas baratas, terminaron alojando a la clase alta, como la colonia Argaray, o a los trabajadores de la Diputación, como las viviendas construidas en la zona del mercado del Ensanche. Sin embargo, para la gente con menos recursos no se hizo ninguna iniciativa de vivienda en esos años. Además Pamplona se enfrentó a serios problemas de financiación. La normativa impedía que se recaudaran impuestos a los edificios construidos en el Ensanche y el Ayuntamiento no tenía dinero para enfrentarse a las obligaciones de urbanización del terreno. Eso obligó a que el Ensanche tuviera que pararse continuamente porque no había dinero para construirlo y, por eso, sin terminarlo se estaba construyendo ya San Juan, el tercer ensanche.

¿Esa dificultad que tuvo Pamplona para crecer explica que ahora existan barrios tan característicos?

La estratificación social en el urbanismo y en los ensanches no es exclusiva de Pamplona. Se ha reconocido que el ensanche es el fracaso social porque no era capaz de dar vivienda a la población más pobre, por el precio que adquiría el suelo. En el caso de Pamplona, con la ley de 1895 por la que se municipalizó el suelo, podía haber sido útil para vivienda social pero el problema residió en que el Ayuntamiento no tenía dinero para urbanizar los terrenos y no tuvo ninguna previsión de política municipal de viviendas. Pamplona es un caso llamativo. La zona del Ensanche, la llanura del Arga, nunca se entendió como vivienda obrera y se construyeron, sobre todo, edificios administrativos y para rentas altas. Pero ya entonces se entendía que los obreros tenían que vivir en las zonas más alejadas de la ciudad, porque era suelo más barato y de peor calidad, como en la Rochapea, Chantrea y La Magdalena. No se construye un verdadero proyecto de vivienda obrera hasta que en los 50 se construye la Chantrea. En ese momento se dota de vivienda una zona que ya se había predeterminado para vivienda obrera desde el siglo XIX.