El pulso del inmueble, aunque la esfera de la torre se mantuviese siempre puntual, descendía gradualmente y los cimientos de lo que en 1687 comenzó a construirse pedían a gritos una intervención para soportar el peso de tanto trasiego. Por eso, hace ocho meses, la empresa Damarin SL inició la rehabilitación de la casa, haciendo realidad, día a día, el proyecto diseñado por los arquitectos Fermín Margallo y Andrés Orgambide. Ambos fraguaron la idea después de bucear en el Archivo y sabedores de que su trabajo iba a ser examinado con lupa. El resultado final es un compendio de recuerdos en sepia, recuperación de la luz y los colores, guiños al origen del edificio y adaptación práctica para futuros usos.

la entrada

Desparece la portalada

Cuando el Ayuntamiento de Tudela, que recibió la obra el pasado lunes, decida retirar las vallas que rodean la Casa del Reloj, los ciudadanos se llevarán la primera sorpresa en la entrada del inmueble. La portalada de acceso al edificio se ha eliminado, incorporando todo el espacio de la entrada al de los dos arcos de paso al paseo del Queiles. "La entrada pasa a ser una parte más de la plaza, pero cubierta", explican los arquitectos. La sensación es de amplitud porque desaparece el agobio de los dos pasadizos laterales, y se logra que el espacio se integre en la plaza como una continuación de la zona porticada. Además, se ha saneado la piedra, muy castigada por la polución, se ha instalado iluminación en el suelo, se han disimulado con acero las instalaciones eléctricas, se han colocado cámaras de seguridad y se han tratado las vigas del techo, rejuveneciendo la madera.

El mosaico de piedra de la entrada, que en principio se pensó en mantener, se ha sustituido por piedra de Calatorao que recrea el mismo dibujo del original, destacando del resto del pavimento. Sobre él, se ha colocado un escudo de Tudela. Ya dentro de la zona de escaleras y ascensor, las estrías en el pavimento indican la adaptación a la nueva normativa de accesibilidad.

En definitiva, esta nueva bienvenida arquitectónica de la Casa del Reloj se impone sobre lo ya conocido en torno al proyecto de Orgambide y Margallo, que no han dejado al azar la parte del diseño. Así, el acristalado que separa el elevador del resto del espacio de la entrada se cubrirá con letras de vinilo que recordarán todos los usos que ha tenido el edificio desde su apertura en 1691 hasta 2011. Y, de arriba a abajo del cristal se reflejará el cohete y la sismología en blanco y rojo de la fiesta, con una foto vectorizada, también en vinilo.

sorpresas y descubrimientos

El castillete del Ángel como elemento decorativo

La primera planta se ha concebido como el salón representativo del inmueble. A expensas de conocerse su uso, los arquitectos plantearon un espacio diáfano, con suelo rústico de barro en dos tonos, sugiriendo lo representativo de dicho espacio. En la misma planta se ha habilitado, junto a los aseos, un pequeño camerino para futuros invitados y una sala de prensa con varios puestos de trabajo y conexiones informáticas y de fibra óptica. Aunque la verdadera visita, sin olvidar que todo el forjado superior es nuevo, está en el exterior, donde relucen dorados los pomos antes pintados en verde, han vuelto los colores de los escudos y han surgido las sorpresas. "Las torres y la corona se hicieron con pan de oro, hemos dejado una muestra testigo de dónde estaba", adelanta Fermín Margallo.

Algo parecido deparaba el decapado de la forja de los balcones de la segunda planta, concebida como estancia para oficinas. "La antigua fachada era colorada y la forja amarilla... No olvidemos que esto se construyó como plaza de toros... Rojo y amarillo, blanco y en botella", bromean los arquitectos. La restauración ha sacado también a la luz las hojas y flores que trepan por los barrotes del balcón. Margallo y Orgambide no perdieron de vista en ningún momento la idiosincrasia de la Casa del Reloj. Por eso, en el centro de la estancia principal de la segunda planta han dejado el castillete del Ángel. "Es un elemento decorativo y simbólico del uso del edificio; y, de esta manera, no tiene que montarse y desmontarse cada año, simplemente hay que colocar los contrafuertes y la polea". Por lo demás, la carpintería es de madera de plátano laminada y las contraventanas de iroco, otra madera amazónica con especial aguante al calor y la humedad.

Tanto la puerta acristalada que da entrada a la planta como la que separa un despacho lateral del resto de la estancia, se cubrirán con vinilos muy significativos. Uno de un plano de Tudela del siglo XVII y otro de la Casa del Reloj en 1912.

al detalle

Aleros, iluminación y torre

Aunque la fachada de la plaza Nueva adquiere un protagonismo incuestionable tras la rehabilitación, la parte trasera del edificio ha conseguido su propia importancia gracias a la iluminación, sobre todo del alero, que se encontraba en buen estado. No ocurría lo mismo con el alero frontal que, tras consolidarse, fue recuperado con una auténtica labor "de pincel" en busca de la policromía exacta de su origen, con la madera original para que, desde el suelo, se aprecie la actuación.

Una escalera escamoteable, desde la tercera planta (pensada para pequeño museo) lleva hasta la torre del reloj, que vuelve a lucir el aspecto que tenía a principios del siglo XX, con sus dos escalones laterales y sin lo s tejadillos añadidos en una rehabilitación anterior.