La importancia de saber euskera en la Ribera
La lingua navarrorum en 1512, año de la invasión y conquista castellana sobre Navarra, era oficial en todo el antiguo Reino de Navarra y a nadie se le negaba el derecho a poder usarla, incluida la Ribera como queda documentado en archivos e investigaciones históricas sobre la época. Si la historia de la conquista de Navarra es susceptible de interpretaciones históricas y políticas diversas y en algunos casos interesadas, el euskera en el transcurso de las últimas décadas también.
El euskera ha pasado de ser una lengua de todos los navarros a convertirse en un arma arrojadiza y de interés partidista, vinculado a una supuesta invasión político- cultural de los vascos.
En nuestra Ribera el mensaje de la invasión vasca ha calado en amplias capas de la sociedad y quienes han propiciado en el tiempo y todavía mantienen esta campaña mediática y fáctica antivasca, debieran reciclar su discurso y su estrategia de forma integral hacia el euskera.
Independientemente de que cada cual se pueda sentir más español, menos, nada o incluso únicamente navarro o solamente vasco, los datos nos muestran que hablar euskera en la Ribera es muy importante.
Las autoridades políticas han condenado a la Ribera a ser zona no vascófona. En principio esto no debiera suponer mayores problemas si nos atenemos al nombrecito vascófono, ya que la mayoría de los riberos y riberas nos sentimos navarrófonos, pero la política lingüística de los diferentes Gobiernos forales nos ha supuesto a la ciudadanía ribera ser navarros de segunda y estar marginados y excluidos oficialmente del euskera y de la posibilidad de su aprendizaje.
Solamente la iniciativa social e importantísimo esfuerzo personal de numerosas familias riberas a través del modelo ikastola, la alfabetización popular mediante AEK o en los últimos años la matriculación en la Escuela Oficial de Idiomas de Tudela ha posibilitado el conocimiento, aprendizaje y uso de nuestra lengua europea y milenaria y no por ello menos práctica y moderna.
Y es aquí, en lo práctico y moderno, donde se debe repensar la política lingüística en la Ribera y más concretamente en relación al euskera, teniendo en cuenta que el 33% de la población ribera, 10.000 riberos y riberas, se encuentran en desempleo.
La necesidad de generar empleo, empleo en condiciones dignas y justas, se convierte en una prioridad imperiosa y para ello nadie debería escatimar esfuerzos en potenciar y alimentar los posibles nichos de desarrollo económico que tenemos en la Ribera.
Si atendemos a nuestras propias posibilidades, a nuestro patrimonio cultural, turístico, gastronómico y de ocio, nos encontramos que no hemos desarrollado ni el 25% de nuestras capacidades como polo de atracción como destino de visitantes y que parte de esta incapacidad se la debemos a una clase política y empresarial rancia y con falta de visión, imaginación e innovación productiva.
El euskera se sitúa, ahora más que nunca, como instrumento de innovación, de negocio, de interrelación y de futuro para nuestra Ribera.
Las estadísticas oficiales reflejan que los visitantes de la CAV son los mayoritarios en la Ribera, los gerentes de hoteles y restaurantes riberos nos comentan que el euskera es el idioma más hablado en los desayunos, comidas y cenas que ofrecen. Los registros de entradas del parque de ocio Sendaviva detallan que el 60% de la procedencia de sus usuarios son de la CAV, País Vasco o Euskal Herria, como ustedes prefieran llamarlo.
Y mientras todo esto sucede a nuestro alrededor, y lo vemos fin de semana si y otro también, la catedral de Tudela, una de las más importantes joyas artísticas de Tudela y la Ribera, sigue sin tener un folleto informativo en euskera, pero sí en inglés.
La rotulación en euskera de la nueva sede de la judicatura en Tudela se manda retirar después de haber sido colocada, un doble gasto al erario público, solo porque somos zona no vascófona.
Es hora de dejarnos de dogmática antivasca y de exclusiones estériles y unificar sinergias y esfuerzos, desde la pluralidad por supuesto y sin imposiciones, para lograr avances y consensos que ayuden a desarrollar y levantar la Ribera sin discriminar a nadie ni a nada, empezando entre otras cuestiones por el euskera. El euskera interesa a la Ribera desde una visión económica, como función social, como derecho lingüístico, a nivel cultural y a pesar de lo que se diga, políticamente es bueno para todos.
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