¿Vamos a tomar algo? Una pregunta que se repite entre amigos, amigas, cuadrillas, familias y parejas. En estas tierras, el tiempo de ocio y el disfrute del paladar suelen ir de la mano. La Cuenca de Pamplona dispone de muchos lugares para ello y unos cuantos con mucho más que encanto. Entonces qué, ¿hoy a dónde vamos?

quioscos

Parque de la Taconera y Bosquecillo

El Café Vienés, en el Parque de la Taconera, antigua caseta de alquiler de bicicletas, traslada a otro siglo. Carente de televisión, radio o ruido artificial, se trata de un coqueto espacio de madera y grandes ventanales con una terraza dibujada por plantas florales cuya joya es la peculiar planta Sophora japónica.

La tranquilidad del lugar invita a la lectura. Una mujer con una novela, un hombre con el periódico, una familia cuyas niñas de once años juegan al ajedrez... así transcurre una mañana en el café. "Por las tardes hay más ajetreo en la terraza: familias con hijos, abuelos con nietos, gente leyendo", cuentan David y José, camareros del establecimiento. Así como en invierno el local abre los fines de semana y festivos, en verano abre todos los días de 9.00 a 22.00 horas. "En verano hay más animación, más movimiento, más gente de fuera y de aquí", aclara Pablo Lumbreras, encargado del café.

Frente al parque, entre la arboleda y el espacio triangular que hasta 1960 constituía la entrada principal a la Taconera, se encuentra el bar-restaurante Bosquecillo. En este quiosco de madera, de mayor tamaño, se sirven desayunos, cazuelicas, menús variados, tapas de picoteo y bocadillos. Junto al bar se levanta y respira el "arbolico de San José", un castaño de indias diferente a los que lo rodean, ya que se adelanta a la primavera y florece antes que los demás. Así, cuando en marzo todos los árboles se mantienen pelados y a la espera del cambio de estación para brotar, el arbolico ya se colorea.

La influencia del Camino de Santiago, que lo bordea, se nota en la tranquilidad de la terraza y en opciones del menú como el almuerzo del peregrino, desde 4 euros, que es una especie de bufé libre con café, zumo, jamón, tostada y yogur. El local abre todo el año de 9.00 a 23.00 horas (a veces son unas prolongadas doce de la noche, según dicte la terraza), con clientes habituales y turistas. "A pesar de estar céntrico, no estamos muy a mano", explica Caridad Landa, cocinera: "Sin embargo, los días que hace bueno, la terraza se llena".

un mesón con vistas

Cerca de la plaza San José y la Catedral, en el Casco Viejo

Deambulando por el Camino de Santiago a la contra, hasta el Portal de Francia o Zumalacárregui, se puede subir a la parte más alta del Bastión del Redín, donde se levantaba un palacio del que únicamente se conserva la Cruz del Mentidero, lugar de ejecuciones en la Edad Media. Aquí se encuentra el Mesón de Caballo Blanco, levantado con los restos de un palacio medieval de la calle Nueva derruido en los años 60.

Antaño hubo una casa de peregrinos, pero hoy es un bar-restaurante abierto los meses de verano que en su interior no puede albergar más de 15 personas, pero cuyo atractivo reside en su abarrotada terraza. En ella todos los jueves de verano, a las 20.00 horas, se realizan actuaciones musicales. "Igual no es de lo más barato, pero el sitio es agradable y siempre se está a gusto", comenta Ana Pérez, de 24 años, tomándose una cerveza con limón por 2,70 euros. "Por las mañanas tenemos más turistas, de fuera y de aquí; por las tardes, gente de casa", cuenta Johan, encargado y cocinero del mesón.

El local abre todos los días a las 12.00 horas. Entre semana cierra a medianoche y los fines de semana, si el tiempo lo permite, hacia la 1.30.

Cerca del río

Burlada, Villava y bajo el fuerte de San Bartolomé

Bien paseando por el parque fluvial, bien bajando desde la cuesta de Labrit (a pie, en bici, coche o ascensor) se llega al Molino de Caparroso, un antiguo batán del siglo XI situado a la vera del río Arga, hoy convertido en bar-restaurante. Además de albergar el establecimiento hostelero, en sus bajos se halla el club de piragüismo de Pamplona.

El edificio dispone de una terraza erigida sobre el río y, dado el entorno natural que lo envuelve, se convierte en un agradable rincón para comidas y cenas de precios variados: menú diario, 13,90 euros (de martes a viernes a mediodía); menú de fin de semana, 20,50 (sábados, domingos y festivos a mediodía); y menú cenas, 25,90 (viernes y sábados). Aparte de como restaurante, funciona como bar el resto de horas.

Continuando por el parque fluvial o accediendo directamente desde la calle Mayor de Burlada, se encuentra el Palacio Municipal, abierto de nuevo desde el 5 de julio. Este edificio modernista de finales del siglo XIX dispone de unos jardines de más de 33.000 m2 abiertos a todo el mundo. El Palacete dispone en su planta baja de una cafetería de unos 110m2 con una terraza de unas 30 mesas. El establecimiento abre a las diez de la mañana y cierra hacia las 23.00 horas, "cuando finaliza la actividad en el bar o la terraza", cuenta Ramoni Cárdenas, una de las gestoras del local.

Durante los meses de verano, el Ayuntamiento organiza el Burlada Blues Festival en el Palacete. A lo largo del año se realizan bodas civiles, exposiciones y se pretenden realizar actuaciones musicales en el piso superior.

En la terraza, el ambiente no es uniforme: hay familias, parejas, cuadrillas de jóvenes... "Al estar cerca de la piscina, sales de ahí, te sientas aquí y echas una cervecita", narra Eva Cabodevilla. "Venimos dos o tres veces a la semana", añade Juanjo López, señalando también a su hijo Jon, de 7 meses, y lo hacen "por el sitio, que es muy agradable".

Dejando este jardín, que cuenta con animales, un parque infantil y un paseo, se puede alcanzar de nuevo el paseo del Parque Fluvial. Continuando la senda se llega al viejo Molino de San Andrés, del siglo XVI, donde confluyen el Arga y el Ultzama. El Molino, rehabilitado y en activo, se ha convertido en un espacio lúdico y de educación ambiental. Además, posee un bar con una agradable terraza. Ante el porqué acercarse a este lugar, Izaskun Egüés, vecina de Sarriguren, lo razona así mientras se toma un café: "Terrazas hay muchas, pero esto es naturaleza". El bar también dispone de heladería y es un buen espacio para parar a refrescarse tras pasear en bici por la vera del río.

El Molino ofrece un servicio de alquiler de bicicletas gratuito y, este año, se han comprado más unidades de diversos tamaños y silletas infantiles para incorporar.