sangüesa. Puntuales y fieles a su compromiso con el euskera, Sangüesa vivió ayer la 11ª edición de su joven fiesta bajo un cielo gris que amenazaba agua, y con las temperaturas más bajas que recuerdan los organizadores del colectivo, Bi Haizetara.
A pesar de ello, no faltaron a su cita anual, repitieron escenario e incluso programa, con la novedad de que en esta edición se han incorporado nuevos jóvenes, chicos y chicas con ganas de potenciar la lengua. "Todo lo que hagamos por el euskera es poco. Tendríamos que encontrar la fórmula de sacarlo de la ikastola a la calle para que no se pierda", expresaba Naroa Labairu.
El entorno tan poco euskaldun, los escasos recursos con los que cuenta el grupo, si bien suman la colaboración del Ayuntamiento y la falta de espacios son algunos de los factores a los que apuntaba Eneko Alkorta como causa de que cada vez, aún sabiéndolo más gente, el euskera se hable menos.
Eneko Alkorta, Alberto Itúrbide, Edurne Boneta y Axun Urkía son algunos de los nombres que hacen posible año tras año, y ya van once, esta fiesta de promoción. Arrastra a familias completas y con ella sobre todo disfrutan todos los amigos del euskera de Sangüesa con los que comparten jornada los pueblos vecinos, entre ellos Lumbier, Aibar y Cáseda.
Las voces de Arturo Kanpion Abesbatza y Bi Haizetara se unieron para iniciar la jornada cantando el nuevo bertso descriptivo del ambiente festivo y la reivindicación. Le siguió Kantuz y Nere Etxea: Dirigidos por Javier Casanova, después de abrir la fiesta, llevaron su repertorio por las calles.
Tras el coro txantreano, los txikis de Rocamador Dantza Taldea entraron en escena con fuerza, acompañados de los txistus de Luis Mari Vital y Ricardo Medinabeitia. Protagonizaron nueve bailes, tres cada grupo, entre danzas populares y de su cosecha. En total, 45 chicos y chicas lucieron en un día de los especiales bajo la atenta mirada de Iker Aramendía. "Hoy debutan los más pequeños, unos 16, un buen grupo", afirmaba Aramendía, al frente de ellos desde 2009.
El vermut entre puestos de artesanos, juegos y talleres precedió a la comida popular, que reunió a 160 abrigados comensales. La noche prometía con la música de los jóvenes, entre los que también se oyó el euskera.