El color negro de la ladera del monte Arromendi es el recuerdo visible de los tres incendios que tuvieron lugar hace casi un año en Sorauren. El que no se ve es el que los vecinos guardan en su retina y en su memoria. Ellos no olvidan cómo las llamaradas calcinaron aproximadamente 20 hectáreas de su monte, y cómo durante once días vivieron con la tensión de tener el fuego en la puerta de sus casas.
"Ojalá lo reforestaran. Verlo sano y bonito me gustaría", comentó Vicente Orbegozo, propietario de La Posada de Sorauren, desde la que se aprecia a la perfección la zona quemada en los incendios que tuvieron lugar el 16, el 23 y el 27 de agosto de 2012. Su mujer, Merche Santano, recuerda con pena lo que sintió al ver prender el monte. "Lo vimos desde esta terraza y se veía muy bien, pero era muy triste", indicó. Lo mismo le ocurre a Ana Arbizu, que pasa los fines de semana y los veranos en Sorauren: "Es triste ver que llueve y que esa parte del monte no se pone verde porque no puede hacerlo".
Los vecinos se acuerdan de la dificultad que tuvieron los dispositivos desplegados por la Agencia Navarra de Emergencias (ANE) para acceder a las zonas en llamas debido a la abundancia de vegetación. "Los bomberos tenían que limpiar primero y echaban agua después", señaló Orbegozo. "Antes hacíamos auzolanes para limpiar el monte y se dejaban cabras y animales sueltos para que lo limpiaran. Ahora no te dejan coger ni una rama y la maleza es un polvorín", añadió.
En la actualidad, en la falda del monte existe mucha vegetación amarillenta y seca, pero los habitantes no tienen miedo a que vuelva a producirse un incendio. "En cualquier lado que esté en las mismas condiciones que nuestro monte puede pasar. El problema es que si fue alguien, se le ocurra hacerlo otra vez", apuntó el propietario de La Posada. Esta posibilidad se planteó desde el principio, y de hecho es la línea de investigación que ha seguido la Policía Foral, según explicó el alcalde del valle de Ezcabarte, Pedro María Lezáun, quién afirmó que no disponía de más datos sobre la cuestión. En cualquier caso, Orbegozo no cree que haya ningún interés económico porque "el monte es lo que es, no son tierras de nadie". De la misma opinión es Arbizu: "Si realmente fue provocado tienes el miedo ahí, pero no lo sabemos y tampoco vemos interés económico o particular".
La familia Reta-Arbizu tiene una casa cerca de la falda del monte, a escasos metros de la empresa Rótulos y Eventos Zunzarren, donde empezó el primer incendio. Arbizu recuerda que en esta primera ocasión no estaban en casa y les avisó la vecina que vive enfrente. "Era impresionante llegar por la carretera porque veías que el humo estaba encima de nuestra casa", expuso. "Pero para cuando llegamos, los bomberos ya habían puesto el cortafuegos y nos dimos cuenta de que solo era la sensación", aclaró.
Vivir con un incendio en la puerta de casa no es fácil, pero Arbizu cuenta que se sintió protegida en todo momento por el equipo de profesionales: "Lo vives mirando. Podíamos descansar porque no tienes la angustia de sentirte sola. Es una doble sensación porque hay mucho despliegue y te sientes protegido, pero por eso mismo te das cuenta de que no es una tontería", afirmó.
La buena impresión que el equipo dejó en los vecinos fue tal que en septiembre varios niños, incluidos los hijos de Ana -Iñaki e Irune, de diez y cinco años-, se disfrazaron de bomberos durante las fiestas como homenaje a ellos. Para la ANE, los tres incendios que tuvieron lugar en Arromendi también fueron significativos, y el 20 de junio varios miembros de la Comisión de Personal protagonizaron una movilización en este monte, al que acudieron como símbolo para protestar contra los recortes del Gobierno de Navarra.
Pero no todos los habitantes de Sorauren sintieron presión. Ali Gailani, un niño saharaui de diez años, lleva tres viviendo con la familia Reta-Arbizu en verano. Arbizu contó divertida que el niño no tuvo miedo durante los incendios y que no paró de jugar con el monopatín y con los demás niños de la localidad: "Tenía tanto miedo que ni se enteró", dijo, irónica.
Fueron once días de tensión en la localidad, que se saldaron con más de 20 hectáreas calcinadas y que ha dejado una sensación de tristeza entre los vecinos.