Aunque al proyectista de los nuevos edificios le sentó a cuerno quemado el que no se derribara la chimenea de la antigua fábrica de Fructuoso Muerza, hubo de aceptar la fuerza de la sensibilidad que apostaba por convertirla en un símbolo de San Adrián. La saga de los industriales Muerza, iniciada con Máximo hacia 1875 y seguida por su viuda e hijos, entre ellos Fructuoso, protagonizaron buena parte del apogeo de la industria conservera de la villa navarra. La sociedad Industrias Muerza se registra en 1913. De esta época en adelante crece mucho y, años después, la fábrica se remata con esta gran chimenea.
Encabezando la iniciativa conservacionista en 1993, año en el que se derribó la fábrica, se situó con firmeza la teniente alcalde del Ayuntamiento por la Candidatura Independiente por Nuestro San Adrián, Teresa Losa. Esta mujer supo interpretar con acertado criterio que la chimenea era algo más que un recuerdo; que esta obra era uno de los mejores ejemplares de patrimonio industrial de toda Navarra. Así, Losa, logró convencer al alcalde, entonces Santiago Díez Miguélez, de CDS, de que la mantuviera en pie. Díez prometió a Losa que le apoyaría si demostraba con criterios técnicos que la chimenea era segura. La lucha incansable de Losa tuvo feliz término con los informes firmados por el técnico Miguel Ángel Alonso del Val y del catedrático de Construcción de la ETS de Arquitectura de la Universidad de Navarra, Antonio García Valcarce. Una bonita historia de reivindicación cultural con final feliz.
La plaza Fructuoso Muerza, hoy cuarto de estar y de recreo de San Adrián, comenzó a tomar forma en el periodo 1995-1997 y se concluyó finalmente en 2002 con el edificio en cuya fachada toma viaje curvo su tramo central y dota de caprichosa simetría al conjunto de viviendas y a la propia chimenea.
san adrián La localidad adrianesa fue una atalaya medieval que vigilaba la frontera de nuestro Reino de Navarra con Castilla. En su historia destaca la leyenda de la infanta navarra doña Urraca, que sanó por estos pagos una enfermedad de la vista y lo agradeció con muchos favores, incluidas las famosas reliquias de los Santos Mártires.
Esta villa se distingue en el horizonte desde los altos de Peralta, desde Andosilla y desde la vecina ciudad de Calahorra y otros hitos riojanos, por sus torres y agujas de distinto pelaje y altura, que parecen haber crecido de los tan ricos como laboreados pisos que se nutren de los caldos del tributario Ega y de los del receptor Ebro.
Así, son 7 las principales saetas de la villa: 5 chimeneas, la de Muerza, que es la más monumental y las de Maruja, Txistu y las de las calles Princesa y 21 de diciembre. Y dos perfiles de patrimonio religioso: las torres de la antigua parroquia de la Virgen de la Palma y la actual parroquia (1968).
los números de la chimenea Esta colosal muestra de arquitectura industrial tiene una altura de 28,85 m, de los cuales 25 son de chimenea y 3,85 de basamento. Éste es un zócalo octogonal a partir de una circunferencia de 2,53 m. de radio. La chimenea propiamente dicha tiene en su arranque un diámetro de 2,33 metros y de 1,70 en su corona. La pendiente de arista es de 1,19%. El grueso de pared es de 0,62 m. en la base y de 0,87 en la corona. Y su diámetro interior es de 1,084 m en la base y de 0,874 en la corona. Aunque hay que apuntar que desde lo que fue la boca inferior y en los primeros metros, el interior está colmata de hollín, piedras, ramas y otros materiales.
El volumen de esta obra es de 49,8 m3 y su peso está calculado en 95 toneladas. Sin duda, un colosal y arriesgado trabajo de los albañiles que la construyeron. Los datos anteriores están refrendados por estudios técnicos. El siguiente, el de sus más de 30.000 ladrillos, es aproximado, teniendo en cuenta las medidas del ladrillo macizo utilizado y las de la altura y grosores.
En su tercio superior, a los dos lados, sujeta las letras BEBE, una de las marcas de los Muerza. Letras que fueron blancas, pero que el rigor del tiempo y el agua las han ennegrecido, así como a los ladrillos más próximos por la oxidación y disolución del metal con el que se parieron. Está coronada, cómo no, por un nido de cigüeñas.
Actualmente presenta un aceptable y erguido aspecto. Tiene alguna grieta que no afecta a su estabilidad pero que necesitaría un relleno de mortero u otros materiales para protegerla mejor. Sin duda, lo merece. Creo que esto lo compartirá la sabia y activa Asociación de Amigos de la Historia de San Adrián.
La chimenea Muerza es un ojo de memoria y homenaje al apogeo industrial, una singular seña de identidad y un valor patrimonial de gran valor. Su carácter escultórico vertical la convierten en arte público.