pamplona - Son la chispa de la carpa y buscan la complicidad del público. Los Rivelinos pertenecen a una de las sagas familiares de payasos que han dado prestigio en toda Europa a lo “mejor del arte clownesco español” y se han curtido en los mejores circos de toda Escandinavia. Los Rivelinos Clowns son la 6ª generación de una familia dedicada al mundo de la comicidad y el humor. El Gran Circo Mundial ha traído a Pamplona a esta familia de payasos durante las fiestas de San Fermín y estarán hasta el domingo.
José Luis Santos, Sito Rivelino, es uno de los integrantes de los Rivelinos y, a sus 32 años, ha recorrido decenas de países. Recuerda cómo cogió el testigo un día que falló su primo y tuvo que entrar a escena a pelo. “Al primer tortazo, la peluca me salió volando”, destaca entre risas. También uno de sus hijos salió a la pista con 14 años. “Esta profesión se contagia, es pura magia”, reitera.
Asegura que ya hace mucho que no se pone nervioso y admite sentirse feliz en esta vida nómada y en una profesión dedicada a hacer reír a los demás. “Somos de distintas nacionalidades, pero una gran familia que vive y trabaja unida”, abunda. El payaso hace reír al público, adulto e infantil, intenta que se olviden de los problemas diarios, que se evadan de una vida llena de “rutina y complicaciones, en definitiva, que desconecte”, expone. “Un payaso es prácticamente como un actor que se prepara sus actuaciones o números”, declara Sito, que reconoce tanto el trabajo que requiere cada número como la necesidad de innovar. “Cada año cambiamos los sketches, por ejemplo, ahora mismo estamos haciendo un combate de boxeo cómico que a los niños les gusta mucho ya que parece que nos llevamos fuertes golpes”, subraya.
En general, todo el mundo sabe qué espectáculo ofrece un circo: malabares, payasos, trapecistas, fieras, domadores y números de riesgo. Los que lo conocen son capaces de valorar la calidad de las funciones. Aquellas que presencian la función pueden contemplar y apreciar todo lo qué es el circo. “Cuando ven nuestra puesta en escena, ven el riesgo, la diversión o las diferentes culturas. El problema viene de la gente que no puede experimentar estas sensaciones y solo puede imaginárselo. Así no se puede valorar”, sentencia Sito.
Por otro lado, no es fácil contentar a los niños, ya que tienen muchos juguetes, acceso a Internet, videojuegos... Es difícil sorprenderlos ya que la tecnología ha revolucionado la sociedad. Sin embargo, el circo sigue contando con la capacidad de emocionar a un niño. “Para los niños, es una experiencia única, les gusta mucho los videojuegos pero poder contemplar de tan cerca a un elefante o un tigre haciendo ejercicios no tiene comparación. Cuando los ven tan próximos, alucinan. Se trata de algo mágico y en vivo que aún puede ofrecer el circo. Por eso es el mayor espectáculo del mundo”, afirma Sito.
El humor no es universal y lo que resulta gracioso aquí puede que en otro sitio no lo sea. Sito Rivelino vivió algo similar: “Fuimos a trabajar a un festival de payasos en Rusia y realicé el número del toro cómico. La gente no reaccionaba ya que nunca habían visto una corrida de toros, no sabían de qué iba vestido ni que eran las muletas o las banderillas, no era lo propio de su cultura”.