NAGORE - La jubilación le ha traído muy buenos momentos al experiodista e investigador de Nagore, en el valle de Arce, Gerardo Huarte Ilárraz, de 72 años, que dedica su tiempo a pasear por Pamplona, a leer al menos dos periódicos al día y sobre todo, a acudir a los archivos a investigar sobre su amado pueblo.

Todas estas horas de exhaustivas indagaciones las ha plasmado en su segundo libro, titulado Cruce de Caminos. Nagore describe en 512 páginas costumbres e historias de la localidad y del valle de Arce en general, en las que incluye fotografías a color y un plano de toponimia de la zona. Un trabajo de dos años, editado por Fundación Navarra Cultural, que ha decidido dar por finalizado aún habiendo encontrado nuevos vestigios sobre el Valle. “En los archivos siempre encuentras nuevas historias de tu pueblo, como si fueran manzanas, pero alguna vez tienes que hacer la compota”, apostilla.

Así, Huarte explica que Nagore fue históricamente un cruce de caminos, ya que por un lado era paso obligado de Norte a Sur, a través del Camino Real entre Burguete y Aoiz y por otro lado de Nordeste a Sudoeste, que usaban los vecinos del valle de Aezkoa para ir a las ferias de Pamplona. “Era tan importante que en la segunda mitad del siglo XIX se construyó una nueva carretera de 28 kilómetros que unía la iglesia de Aoiz con Burguete y que permitía el tránsito de todo tipo de carros”, recuerda Huarte. Además, a comienzos del siglo XX, Nagore se convirtió prácticamente en una estafeta de correos, por lo que resulta evidente que la capital administrativa del valle era una verdadera encrucijada.

DECLIVE DEMOGRÁFICO Con un panorama disparejo, la carretera actual no transcurre por el pueblo y Nagore cuenta hoy con una población bastante envejecida. “La realidad demográfica es preocupante, no hay posibilidad de repoblación”, se lamenta Huarte. Tanto es así que en 1857, el pueblo de Nagore contaba con 249 habitantes frente a los 42 que suman hoy en día y el valle de Arce llegó a tener en su conjunto 1852 habitantes frente a los escasos 282 vecinos de la actualidad.

Un escenario desesperanzador que se acentuó a partir de los años 40-50, donde comenzó expresamente el derrumbe demográfico. En estos años, muchos tuvieron que emigrar en busca de trabajo a Pamplona, Gipuzkoa o América, lo que conllevó una fuerte repercusión en la vida social del valle. Los cuatro distritos escolares que tenían su sede en Arrieta, Artozqui, Nagore y Úriz y la escuela de Azparren tuvieron que cerrar sus puertas, obligando a los niños a concentrarse en la escuela de Aoiz. Asimismo, se suprimió la línea de la Montañesa y se cerraron numerosos servicios. Por fortuna, las guerras no supusieron pérdida de población, ya que no hubo frentes en el valle, aunque sí consecuencias. En la Guerra de la Convención, por ejemplo, el pueblo más afectado fue Artozqui. Otras guerras como las carlistas dejaron huella en el valle, ya que de aquí salieron varios voluntarios, tal y como enumera Huarte con nombres y apellidos.

UNA MIRADA POSITIVA Pero no todo son desgracias en el libro de Gerardo Huarte. De hecho, hay capítulos en los que narra cómo era la vida social de los pueblos, las fiestas, el trabajo, las casas y las costumbres. También relata trece sucesos históricos muy curiosos en los que los protagonistas eran vecinos de Nagore, como el naufragio del trasatlántico El Príncipe de Asturias en las costas de Brasil en 1916, donde murió la vecina de Nagore Aurelia Minondo, que precisamente iba de señorita de compañía de la familia de Francisco Chiquirrín, de Garaioa, que también murió en el hundimiento. De la misma manera, dedica un espacio a cuatro personalidades que llevaron el nombre de su pueblo por todo el mundo: Fray Lorenzo Garralda, un religioso que murió por su fe en 1644 en Indonesia, Joaquín Jamar, que llegó a ser diputado de Gipuzkoa, Segundo Minondo, que regentó la multinacional mexicana Cervecería Modelo S.A. y por último, Modesto Sagasti, con importantes negocios en Argentina y Uruguay.

TRANSFORMACIÓN Así como Nagore tuvo una temprana llegada de la luz (1913) y abastecimiento de agua (1954), Huarte destaca que en los últimos años, el pueblo de Nagore ha vivido una transformación total debido al embalse de Itoiz. Sin entrar en polémica, describe cómo desapareció la parte baja del pueblo y cómo se construyeron 32 parcelas para cobijar a familias que habían perdido sus casas. También habla del nuevo frontón, cementerio y carretera de Oroz-Betelu, así como las recientes obras del dique de cola del embalse.

Tras el éxito de su primera publicación, Billetes falsos en Navarra (1917), que recoge el proceso judicial en torno a la expedición de billetes falsos en Nagore, ha logrado sacar a la luz esta segunda obra que presenta con muchas ganas e ilusión. “Me he permitido darme este capricho, sin ningún afán de protagonismo. No gano nada económicamente, pero sentía la necesidad de escribir sobre mi pueblo”, confiesa. En fechas próximas presentará su libro en el concejo de la localidad, pero mientras ya se puede adquirir al precio de 20 € en varias librerías de Pamplona, en el estanco de Aoiz o en el mismo Nagore.