Hay retablos del siglo XVI de gran calidad e inmenso valor patrimonial. Disfrutar plenamente de su rítmico equilibrio y de su belleza requiere por lo menos de a cada novenario sin moverte del asiento y conteniendo la respiración. Entre una docena de superiores, mis preferidos son los de Sta Mª de Tafalla, el de la Abadía de Fitero y el de la Catedral de Pamplona, que luce desde hace más de 60 años en la iglesia de San Miguel, en el ángulo SE de la pamplonesa plaza de la Cruz.

Quizá por ser el más gozado, inicio una trilogía de atenciones a estos bellezones con el retablo capitalino. En el recuerdo, sin desdeñar la ingente labor del actual párroco Luis Mª Oroz Arraiza y su equipo, este fondo de escena fue genial cuando ante él predicó José Mª Conget Arizaleta. Conget, además de una gran hombre, fue el párroco de San Miguel de 1979 a 1990, año que fue nombrado obispo de Jaca. El párroco pitillés supo esparcir desde esta cátedra incontables semillas al viento, buscando que brotaran pueblos que convivieran en paces indestructibles. Sus mensajes quedaron recopilados en su obra Semillas al viento. El summun lo conseguía Conget, también otros y Oroz, ahora, en la celebración de la Navidad. Impertérrito en la misa de Gallo dejaba que entraran en diálogo el espíritu de todos los cuerpos, pisos, bultos y ensambladuras del retablo y las voces del coro parroquial entonando la Pastorela. Un relato cultural a doble orfeón que canta las peripecias que vivieron María y José de camino a Belén y las luchas dialécticas entre pastores y demonios. Y la llegada del arcángel Miguel, claro, quien lucha con Lucifer, parodiando, con final feliz, la confrontación entre el bien y el mal. Retablo, Pastorela, San Miguel y Conget? un cuarteto inolvidable.

la iglesia de san miguel En los primeros años de los 40 del siglo XX los arquitectos Yárnoz y Eusa planearon la iglesia bajo el mandato de que la línea maestra de obra fuera la colocación del retablo de la Catedral de Pamplona. Este retablo, propiedad de la Diputación foral, estaba desmontado por las obras de rehabilitación de la seo pamplonesa. La Diputación lo cedió en usufructo a la parroquia con la idea de que San Miguel fuera “una iglesia para un retablo” y no al contrario. Así, se construyó un templo de estilo vignolesco hecho a medida para este gran retablo.

En 1950, bendijo y colocó la primera piedra el obispo Enrique Delgado Gómez. Pintó la cúpula, así como los evangelistas de las pechinas, Ramón Stolz. La mala medición de las piezas del retablo hizo que, para que encajara en su nueva casa, hubiera que suprimir un metro de la bancada. La imagen del titular, obra moderna de Antonio Martínez Penella se colocó en la hornacina que antes ocupó San Pedro. La iglesia se inauguró el 14 de marzo de 1954. Y fue consagrada el 8 de mayo de 1959.

la idea doble del obispo zapata Antonio Zapata, obispo de Pamplona, mentor y mecenas de este retablo, encomendó su traza al platero José Velázquez de Medrano en 1597. Zapata se inspiró en el retablo de El Escorial, obra de Herrera, y dio a Velázquez de Medrano unos grabados de este conjunto realizados por Pierre Perret.

La ejecución fue del ensamblador Domingo de Bidarte y del escultor Pedro González de San Pedro, el mejor discípulo de Juan de Anchieta. La pintura corrió a cargo de Juan Claver.

El obispo Zapata encargó al mismo tiempo y al mismo platero un templete o custodia que sirviera de expositor en el retablo y que, a su vez, pudiera salir en procesión en la fiesta del Corpus Christi. De hecho fue estrenado en las calles en 1598. Es una joya excepcional realizada en plata con unas medidas 200 x 92 x 92 cm. Tiene base rectangular con sus ángulos achaflanados y un templete abierto con ocho pilares.

No se trató de agregar este templete en un el retablo ya hecho, tal como se hacía en la época, sino de que custodia y retablo se hicieran a la par, para que la primera se integrara en el tabernáculo del segundo. Eso sí, destacando la custodia al ser de plata y no de madera policromada como el resto. El retablo se organizó para acoger la custodia, que ocupó la casa central del primer cuerpo.

Hoy esta obra doble está desintegrada porque la custodia plateresca permanece en la Catedral.

La singularidad del encargo de Zapata, lejos del ahorro económico, porque este era un potentado aristócrata de la época, resulta paradigmática. Sin duda, la política contrarreformista del obispo pretendió de una forma particular y llamativa el culto eucarístico en la Catedral, concediendo tanto protagonismo al sacramento en el altar mayor como en su procesión.

Presenta una planta cóncava para que pudiera adaptarse además en gran altura a la capilla mayor del templo gótico. Se montó sobre un único banco, no muy alto, sobre el que se alzan tres cuerpos y un ático. Los dos cuerpos inferiores están divididos en cinco calles que se reducen a tres en el cuerpo tercero. Se consigue así un efecto de aligeramiento hasta terminar casi en punta con un ático de una sola caja (calvario). Presenta columnas jónicas el primer cuerpo y corintias en los otros; no hay dóricas, saltándose el tradicional canon clásico.

El programa iconográfico es muy amplio, con lecciones sobre las verdades de la fe y de los misterios de la salvación, según las nuevas líneas emanadas del Concilio de Trento.

El retablo presenta jerarquías. La calle central que conduce la vista del fiel en vertical hacia la Asunción, San Pedro, Calvario y el Padre Eterno. En el banco se sitúan tableros con escenas de la Pasión, relieves de los cuatro Evangelistas, San Antón y San Fco de Asís. El primer cuerpo, centrado por el espacio reservado al templete, presenta en sus extremos, entre otras, dos tallas de San Pedro y San Pablo.

La iconografía del segundo cuerpo está dedicada a la virgen que es la titular de la Catedral de Pamplona. Le sirve de apoyo un entablamento con los cuatro Padres de la Iglesia recostados.

El tercer cuerpo glorificaba a Pedro en su calle central, pero fue sustituida por el nuevo titular, San Miguel,

El ático de la Crucifixión está situado entre los tableros con la Fe y la Fortaleza. Finalmente, el Calvario y el busto del Padre Eterno bendiciendo desde el frontón culminan el conjunto.

Este retablo que hoy preside esta parroquia es, sin duda, una de las piezas más destacadas de la retablística española. Y la excelente conservación de su policromía contribuye a resaltar su esplendorosa belleza.

Estudiado este gran retablo se puede decir que el templete está desmembrado del conjunto original. Y ya que todos los años cumple su función procesional el día del Corpus, también sería una buena idea que en el 425 aniversario de la creación del retablo (2022), o el 75 de la parroquia de San Miguel (2029), pudiera disfrutarse un tiempo de esta obra al completo. Es decir, que la custodia pudiera procesionar hasta su vientre original durante algunos días, quizá... por Navidad.