En 1902. La basílica de San Fermín de Aldapa era sin duda uno de los más castizos templos de la ciudad. Había sido construido en 1701, aunque sabemos que para 1255 existía allí una capilla dedicada a San Pedro, para servicio del vecino Palacio Real. En 1531 la iglesia estaba ya dedicada a San Fermín, seguramente debido a la tradición, no muy científica, de que allí mismo había estado la casa natal del Santo Moreno, y de hecho, en excavaciones realizadas en su interior se habían encontrado restos romanos. En el año 1896 se hicieron importantes reformas, entre ellas la construcción de la actual fachada, obra del arquitecto municipal Florencio Ansoleaga. La foto, bastante mal conservada, muestra una imagen del conjunto, con un militar dotado de bastón que posa ante la iglesia. Posiblemente procediera del edificio del actual Archivo General, que en la Edad Media había sido Palacio Real de Navarra, y que por entonces estaba ocupado, nunca mejor dicho, por la Capitanía General Militar.

Hoy en día. Ya no hay militares en el antiguo Palacio Real de Navarra, aunque la rehabilitación perpetrada hace algunos años secuestró la posibilidad de recuperar para Pamplona uno de sus más emblemáticos edificios, convirtiéndolo en “otra cosa”, y dando una vez más la espalda a la historia de la ciudad. La iglesia de San Fermín de Aldapa sigue donde fue erigida en el siglo XVIII. En 2004 se realizaron excavaciones arqueológicas en su entorno, con la intención, cómo no, de construir un aparcadero de coches. Como era de esperar, el sitio apareció cuajado de restos romanos, entre ellos la casa de un rico comerciante vasco-romano cuyo nombre, Lucio Cornelio Celso, conocemos gracias a que fue encontrado el anillo-sello con el que marcaba sus productos. Ni qué decir tiene que la oportunidad de museizar el lugar se desechó, y ante la evidencia de que no podía instalarse allí un parking, todo fue de nuevo enterrado. Así hacían las cosas quienes ahora presumen de gestión abierta y modélica.