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La cripta del Monumento a los Caídos de Pamplona enseña sus misterios

La gran desconocida para el público, la cripta de los Caídos, se abrió a los medios en una visita sin precedentes. Este es el lugar del que el Ayuntamiento exhumará en un mes los restos de Mola y Sanjurjo

La cripta del Monumento a los Caídos de Pamplona enseña sus misterios

Porque más vale morir en combate que no ver el exterminio de nuestra nación y del santuario. La frase (I Mach.III v. 59) está tallada y pintada en letras capitales en dorado decorando el friso circular que corona la tumba del golpista Mola. A partir de ahí, cualquiera puede hacerse a la idea de la sensación que transmite al visitante la cripta de los Caídos, el mausoleo levantado en homenaje a los muertos del bando Nacional que el Ayuntamiento de Pamplona quiere clausurar como cementerio en apenas un mes, y que ayer viernes el Arzobispado permitió ver a los medios de comunicación, una apertura sin precedentes hasta ahora.

De hecho, era tal la cautela que cada medio debía remitir confirmación expresa de su presencia, para que no se colaran intrusos en el lugar, cabe pensar. Eso a pesar de que el edificio es propiedad del Ayuntamiento de Pamplona desde el año 1998. En aquel convenio de cesión, el Arzobispado se reservó, no obstante, el uso a perpetuidad de la cripta como lugar de culto y las dependencias ubicadas “bajo el arquerío lateral izquierdo del edificio”. Y allí se nos dirigió en la visita.

Para el que no lo sepa, que será la mayoría de ciudadanos, el acceso a la cripta se ubica en la parte trasera del monumento franquista, junto a la zona ajardinada, la hoy conocida como plaza de Serapio Esparza. Una pequeña puerta enrejada comunica con un itinerario de pasillos semiabandonados, húmedos y con paredes desconchadas, un vericueto donde se puede encontrar un carro de la compra y decenas de botes de conserva, almacenados por el Banco de Alimentos de la parroquia. Y en ese paseo entre paredes de piedra, comienzan a aparecer entonces elementos religiosos, un sagrario, candelabros de plata (algunos en el suelo), casullas colgadas en un ropero, cuadros de la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, que antes en la Basílica del monumento y desde 1997 en la cripta, realiza todos los meses actos de culto. Y así debe ser, a tenor de las cruces apoyadas en las paredes, y las quince más que, ya dentro de la cripta, se disponen a modo de vía crucis. Se enfila así hacia el pasillo central, el que da de bruces con la cripta. Uno puede pensar que aquel espacio puede ser lugar de culto o de lo que el beneficiario tenga menester, pero llama la atención que se erija todavía como mausoleo en exaltación de los muertos de un bando, el del Nacional, allí en pleno Segundo Ensanche.

Se trata de un espacio circular, de suelo de mármol, coronado por bóvedas y presidido por la suntuosa tumba del golpista Mola (adornada con la cruz y la laureada de San Fernando y con el epitafio Navarra a Mola). Cada tumba tiene un cartel informativo, y a Mola, por ejemplo, se le describe como Hombre rígido, con mucho de militar y poco de político, lejano de la República (...). El espacio es frío y sombrío, sin entrada de aire más allá de las rejillas de ventilación de un panteón casi a ras de tierra. Huele a humedad, eso sí.

Rodeando el conjunto, 8 columnas de piedra y un pasillo, también circular, al que miran las 5 tumbas (una en representación de los muertos de cada Merindad) de los requetés elegidos por el Régimen, cada una también con epitafios esclarecedores y hasta inquietantes. Así, según se mira desde la derecha, Fue el primero en dar su vida (el primero que murió en la guerra, Javier Munárriz); Iba armado con la cruz (el cura Martínez Chasco); Venció a la edad con su espíritu (el muerto de mayor edad del bando Nacional, Severiano Arregui, con 62 años). En el frente, se erige la talla de tres metros de un Cristo de madera, que se trasladó de la basílica a la cripta en 2004, tras una restauración patrocinada (así se explica) por Íñigo Pérez de Rada. Y en la parte izquierda, dos tumbas más: Murió cuando empezaba a vivir, dice una (la de Joaquín Sota, fallecido con 15 años), y la que reza Hermanos en vida y en muerte (se refiere a la de los Aznar, de 21 y 22 años).

La parte izquierda es para Sanjurjo. Dentro de una capilla propia, y detrás de un altar de mármol, el mausoleo del golpista pamplonés, ante el cual se celebran los oficios religiosos (hay ocho bancos de iglesia, dos sillas y un reclinatorio a su lado) de la hermandad. Sobre el terciopelo rojo del altar, ayer, había sido dejado un cuadro boca abajo, quizá retirado, que nadie durante la visita pudo ver qué decía. Uno de los misterios (habrá más, seguro) que ayer la cripta dejó en el aire.