Marino Ayerra, en la memoria de Altsasu
una charla en la que estará su hija recuerda hoy al expárroco que denunció las atrocidades del 36
“me retiré del teatro”, escribe Marino Ayerra al final de su libro No me avergoncé del Evangelio, publicado en 1958 en Buenos Aires, donde describe las atrocidades de la guerra del 36 desde su parroquia de Altsasu. Este libro, que fue un éxito de ventas, fue llevado al cine por su sobrina, la cineasta Helena Taberna, en la película La buena nueva, estrenada en 2008. Su hija, Teresa Ayerra, participará hoy viernes en una charla sobre este exsacerdote organizada por Altsasu Memoria. Será a partir de las 19.00 horas, en Iortia. “Es una magnífica oportunidad para saber más sobre don Marino y saldar de alguna manera la gran deuda que tiene Altsasu con él”, señala Josue Imaz, de Altsasu Memoria.
Marino Ayerra llegó a la villa como cura párroco dos días antes del golpe militar. Nacido en Lumbier, tenía entonces 33 años. “El mismo se ofreció a venir a Altsasu, comunicándoselo al obispo Olaechea, ya que había problemas con el anterior y se considera importante su sustitución por algún otro más apropiado a las especiales circunstancias del pueblo”, recuerda Imaz.
PUEBLO DE IZQUIERDAS Altsasu era una de las primeras poblaciones industriales de Navarra y uno de los primeros focos del movimiento obrero. Antes del golpe militar, la izquierda era ampliamente mayoritaria frente a un pequeño núcleo del carlismo tradicional. En las elecciones de junio de 1931, con una población de 3.300 habitantes, la izquierda representaba el 82%. En las elecciones de 1934, el Frente Popular obtuvo 902 votos y 480 la derecha, con 41 votos nacionalistas. “Existía casa del pueblo, local del Partido Socialista, CNT, Izquierda Republicana y del Partido Comunista”, enumera Imaz.
Ayerra vivió la guerra desde Altsasu, localidad rápidamente ocupada por los golpistas y donde la contienda dejó más de un centenar de muertos y cientos de personas represaliadas. Su lema era “pensar alto, sentir hondo y hablar claro”. Así lo hizo, también desde el púlpito, lo que le trajo numerosos problemas. “En el convento de los Capuchinos quedó constituido un tribunal eclesiástico encargado de instruir un proceso judicial que investigara uno de sus sermones, sobre los detenidos altsasuarras en el frente de Asturias, unas 70 personas”, observa Imaz. “La denuncia era sobre el tono general de la predicación de don Marino y para que se redactara una sentencia que había de servir de base para un enjuiciamiento posterior vía militar”, abunda. “Al final se le recomendó silencio prudente y temporal en abordar cualquier tema de caridad y perdón”.
Tras recluirse unos días en San Miguel de Aralar, Ayerra volvió a la villa. Allí, un grupo reducido celebraba el avance de los nacionales con manifestaciones de júbilo ante la Comandancia Militar. “En el balcón aparecían las autoridades civiles y militares. La religiosa ya no la representaba don Marino, le sustituía un padre capuchino”, apunta Imaz. “Don Marino siempre estuvo en contra de las atrocidades cometidas, las cuales denunciaba constantemente. Fue uno de los poquísimos curas que miraban con horror estas atrocidades”, abunda. “En varias ocasiones pudo estar con los prisioneros poco antes de morir. Respetó en todo momento el sentir y los ideales de los altsasuarras, a los cuales no dudó en poner como ejemplo de personas dignas ante los miles de lectores que han leído su libro en varios países”.
Ayerra abandonó la villa a los pocos días de finalizar la guerra. “¿Por qué quiere irse a América”, le preguntó el obispo Olaechea. “Yo no entiendo este clima de aquí, aquí yo me ahogo”, le respondió. El destino era Uruguay, donde permaneció con la condición de cura hasta que en 1940 solicitó la secularización, ganándose la vida como peluquero. “Al dejar la sotana, medios eclesiásticos movieron ficha para repatriarlo, pero las autoridades de Uruguay se opusieron”. De allí se trasladó a Argentina, donde además de peluquero, trabajó como traductor de latín y griego. En este país se casó y tuvo dos hijas. Murió en Caguazú, Buenos Aires, en 1988. Nunca volvió a su tierra.
memoria Del exilio en Argentina y de muchas otras cuestiones hablará mañana la hija de Ayerra, un día de recuerdos y encuentros de Teresa con los hijos y familiares de aquellos altsasuarras asesinados. Víctor Urkijo, Gregorio Zufiaurre, Miguel Goikoetxea, José Iriarte, Alfonso Chicharro, Martín Somocursio o Isidro Zornoza son algunos de una larga lista. “Era un párroco muy valiente”, “todo en él era ayudar”, “gracias a él se salvaron muchas vidas”, cuentan vecinos de Altsasu en el mediometraje Alsasua 1936 que realizó Taberna en 1994.
Algunos recordaban cómo don Marino organizó una limosna parroquial para ayudar a quienes lo necesitaban. Pero aquel socorro duró poco. “Una denuncia anónima que decía que era un subterfugio que encubría la distribución del dinero rojo que se enviaba desde Madrid sirvió para suprimirla”, señala Imaz, quien destaca la importancia de la memoria. “Es importante saber primero quiénes somos, de dónde venimos y por qué ahora estamos donde estamos”, señala, al tiempo que subraya que Ayerra dejó escrito que “se debe conocer el verdadero relato para fortalecer la democracia como elemento de lucha contra la impunidad, como arma de defensa de los derechos humanos”.