Adiós a 42 años tras la barra del Bar Mendi de Elizondo
A Juan Miguel Zubieta y a Pauli Legarda les llega la hora del adiós a 42 años al frente del Bar Mendi de Elizondo y dejan un hueco que será difícil de cubrir
elizondo - ¿Qué va a ser de nosotros?, se les bromeaba por su clientela al conocer la noticia, el cierre del Bar Mendi, un establecimiento emblemático en Elizondo, pegado a la estación de autobuses La Baztanesa y un obligado alto en el camino en la calle Santiago, que ahora para sus clientes y amigos se va a hacer mucho más larga. La causa, la jubilación, que dicen que viene de júbilo, y bien merecida por cierto, que les ha llegado a Juan Miguel Zubieta Aldaregia, baztandarra de Zuraurre de Ziga donde nació en 1952, y a Paula (para todos, Pauli), ella de Haro, nacida en 1954. Llegaron hace cuatro décadas largas, siendo una pareja de jóvenes, él de regreso al Valle de Baztan, para hacerse cargo de un bar en el que han predominado la amabilidad, el buen trato y la amistad y de momento va a dejar ese vacío que, como se dice en la canción, cuando un amigo se va, algo se muere en el alma.
Para Juan Miguel, la travesía ha sido más larga, desde que empezó como marmitón o fámulo (aprendiz, pinche) como se les decía en el Colegio de Lekaroz de los Padres Capuchinos, y se inició en la hostelería en el Hotel Baztan de Gartzain, con 14 años. De allí pasó al Hotel Don César de Miranda de Ebro, donde coincidió con Gonzalo Antón, que luego se hizo con el Club de Tenis de Vitoria-Gazteiz y llegaría a ser presidente del CD Alavés de fútbol.
Y también allí, en el Don César, es donde conoció a Pauli, que se uniría a él y con el que felizmente ha llegado hasta hoy. En Elizondo, empezaron a trabajar con Miguel Gil Mendi, el entonces propietario del Bar Mendi, que bautizó al establecimiento con su segundo apellido y era una bellísima e inolvidable persona, auténtico profesional que dejó una huella imborrable en Elizondo. Juan Miguel y Pauli se quedaron con el bar (Miguel Gil se había trasladado al Casino Círculo de la Unión) y al poco tiempo, se casaron.
Y allí, en el txoko del Mendi han trabajado y vivido hasta hoy, nacieron sus hijas Ainhoa (1975), casada con Matías Maya, que les han regalado dos juguetes, dos nietos con los que jugar y disfrutar ahora que dispondrán de todo su tiempo, y Oihane, que con sus estudios y carreras han optado las dos por otros caminos, quizás al verles en cierto modo “atados” tantos años a la barra del bar. “La mayor satisfacción que nos queda es la de haber hecho muchísimos amigos”, afirma Juan Miguel, y con el recuerdo de los ratos buenos que afortunadamente han sido inmensa mayoría porque nunca han sufrido ningún conflicto que pase de anécdota.
“Aquí, el mejor servicio posible, paciencia, prudencia y discreción”, un poco ver, oír y callar, porque quieras que no durante más de 40 años la barra de un bar es un lugar “en el que se oye mucho, te enteras de cosas de todas clases y también es un poco como un confesionario, al que en ocasiones te viene gente a contar penas; aunque lo que te cuentan, aquí se queda”, señala Juan Miguel. Esa es una de las obligadas herramientas de una profesión sufrida por atada “porque, cuando todo el mundo está de fiesta, a nosotros nos toca trabajar”.
“En estos años, toda una vida, los momentos han sido más buenos que malos”, le confirma Pauli, que se emociona al recordar que, ley de vida, “se nos ha ido mucha gente amiga, a la que querías de verdad y muchos en plena juventud”, porque del trato continuado surgen la amistad y el cariño. El Mendi, desde primera hora de la mañana, era como el hogar familiar de empleados de banca, trabajadores y fijos como pocos los chóferes de La Baztanesa, que todos los días llegaban como a la cocina de sus propias casas. “A todos tenemos mucho que agradecerles”, aseguran los dos, como hicieron en riguroso bilingüe en los dos carteles (“Gracias por todos estos años”) con los que acogieron a clientes y amigos en su fiesta gratis et amore de despedida, un momento si es no es alegre y melancólico que abarrotó el bar y la acogedora terraza un montonazo de gente amiga.
tiempos cambian El Mendi, que con el tiempo que lo llevó Miguel Gil rondará los 60 o más años, ha sido el bar de la sinfonola (un aparato que por una moneda oías un disco), el mus, el parchís y el ajedrez, los zumos de frutas riquísimos que por su éxito fueron “la bomba” que Juan Miguel introdujo en el pub que abrió unos años en la planta superior (con ayuda de Agustín Olabe y Juanjo Leiza), las tortillas variadas, los dobles de boquerón con su cebollita picada, el pulpo a feira de cuando en vez, la ronda de cuadrillas de poteo (que casi ya no quedan), el declive del anís, el coñac y algo menos pero también el champán, frente al auge de la cerveza y los chupitos de licor, la prohibición del tabaco, y de tantas otras que se escribirán más largo y tendido algún día y que llenarían un extenso capítulo.
Para los dos, el tiempo ha pasado bastante fácil (“casi ni me he enterado”, bromea Juan Miguel) pero a base de trabajar (“la gente cree que un bar es el gran negocio, pero no ve la de horas que hay que meter”, comenta), en especial en invierno que en Elizondo “es duro, muy duro, aunque lo del pintxo-pote (bebida más pintxo) a nosotros nos ha ido muy bien”. No han faltado buenos momentos con mucha gente “como de la familia”, que no se cansan de recordar, agradecer, y repetir: “El mejor negocio, lo mejor han sido los muchos amigos”.