goizueta - Desde que era una niña Maite Sánchez quería ser ganadera, y eso que se crió en un entorno urbano, en Rentería, donde nació hace 53 años. En busca de su sueño, como ella dice, en el año 2000 llegó a Goizueta, con sus tres hijos, Garazi, Anxo e Indar, que entonces tenían entre ocho y un año. Tenía claro que lo más importante para ella era su familia y vivir integrada en la naturaleza, una apuesta por una forma de vida ligada al caserío y a la ganadería tradicional. Lo consiguió en Domiña, un viejo baserri a 4,5 kilómetros del núcleo urbano de esta localidad de Leitzaldea. Comenzó con cabras y después se pasó a la cría de la raza betizu, unas vacas salvajes en peligro de extinción. Precisamente, su trabajo por mantener esta raza autóctona y lograr una explotación rentable con certificación ecológica ha sido reconocido con el Premio de Excelencia a la Innovación para las mujeres rurales que otorga el Ministerio de Agricultura.
Este galardón supone el reconocimiento de muchos años de trabajo y esfuerzo para poder tener una explotación ganadera. “Ha sido posible gracias a mis hijos. Siempre han estado para levantarme y darme ánimos cuando las cosas se ponían difíciles”, destaca Maite Sánchez. Y es que no ha sido fácil, sobre todos los comienzos, con niños pequeños y escasos recursos. Poco a poco, a fuerza de tesón, lo han conseguido. “Este premio es también a una forma de vivir, a una lucha”, apunta.
“Siempre he creído en la tierra y he visto ahí la seguridad para mis hijos. Si tengo tierra para labrarla y animales para comer mi vida no iba a ser tan difícil como en la ciudad pensaba. Por eso me he agarrado a esta forma de vida, por necesidades vitales”, confiesa esta ganadera.
A pesar de la poca rentabilidad económica de esta vaca pequeña y brava, Maite Sánchez apostó por esta raza adaptada a la orografía de Goizueta, con montes de difícil acceso y grandes pendientes, una ganadería extensiva tradicional ligada a los pastos de montaña. Animada por la experiencia que tenía en la doma de caballos, compró su primera betizu en 2005. Pero fue a partir de 2007, gracias a la ayuda de una amiga, Josune Eizmendi, cuando empezó a comprar más.
Lo cierto es que el manejo de esta raza que vive en semilibertad no es fácil. “Son animales salvajes y hay que respetar su medio natural”, apunta Maite Sánchez. “Cuando los encierras se vuelven muy bravos, si pueden se escapan o te atacan; también cuando tienen crías, hay perros o algo no les gusta. Hay que tener cierto respeto, nada más”, observa. De mayo a octubre suelen estar en los sitios altos y de octubre a mayo los bajan a un terreno medio, alimentándolos a mano. Mientras que una ternera de otras razas está lista para el matadero con nueve meses, las betizu necesitan el doble. “Se les desteta con un año”, apunta Maite Sánchez. Las vacas conviven con ovejas, caballos, gallinas, cerdos y otros animales en Domiña, un caserío como los de antes, una vida pegada a la naturaleza que no cambiarían por nada.
VENTA DIRECTA Los hijos iban creciendo y con mucho trabajo y voluntad, en 2012 consiguieron estabilizar la explotación. Con 40 vacas, se certificó en ecológico por el CPAEN (Consejo de Producción Agraria Ecológica de Navarra) y comenzaron a vender la carne directamente en ferias de Navarra y Gipuzkoa, con muy buena aceptación. “Colocamos así toda la producción, unas 12-14 terneras al año, con lo que hemos conseguido mantener la familia, aunque no sin dificultades”, apunta Maite Sánchez.
Este año han decidido dar un paso más, arrendar un bar restaurante de Goizueta que se iba a cerrar. Su objetivo es convertir ese local en un escaparate para dar a conocer la carne que producen, incluyéndola en sus menús y con una sección de venta en paquetes pequeños de 1 kilogramo, como han hecho hasta ahora en las ferias.
De esta forma han conseguido diversificar la actividad y emplear a toda la familia. Y es que ahora son más, dado que su hija ha formado su propia familia, con su pareja y tres hijos además de la pareja de Anxo, nueve personas en total.
Así, Maite Sánchez se muestra especialmente orgullosa de contribuir con este premio a poner en valor esta raza “marginada”, en su opinión, solicitud que transmitió a la ministra Isabel Tejerina en la entrega del premio en Madrid el pasado octubre. Y es que las personas que prueban la carne de las vacas betizu de Domiña repiten, con una clientela fiel. “Tiene fama de dura pero es porque los terneros se estresan. Nosotros le hemos cogido la mano”, apunta. Por ello, dos meses antes de que vayan al matadero, los animales se llevan a una cuadra rústica para que estén tranquilos, alimentados con alfalfa ecológica. “Con mucho cariño su carne puede ser más tierna que cualquier otra carne que hay en el mercado. No tiene toxinas y desde el primer momento se cría en ecológico, como lo hacían nuestros abuelos”, asegura.
Además, la familia de Domiña contribuye en la mejora de las betizu, una de las razas europeas bovinas más singulares, tanto desde el punto de vista genético como por su condición de población asilvestrada, clave para mantener limpios montes de difícil acceso. En peligro de extinción, en 1997 se estableció el estándar racial. Después se creó Asbena, la asociación de criadores de betizu de Navarra, que vela por la pureza y selección de esta raza y la gestión de su árbol genealógico.