El patrón de Navarra y del euskera, Françesc de Xabier en los viejos papeles, no nació en Baztan, pero en la sencilla mentalidad de las gentes siempre se dijo que cuando su madre, la triste María de Azpilikueta como firmaba y con justificados motivos, ya “lo llevaba en las entrañas” cuando partió de aquí. En efecto, la huella de Francisco de Jaso y Azpilikueta (San Francisco Javier) en el valle es muy sólida, gracias a esa ascendencia materna del pueblo de Azpilkueta donde subsisten la casa solar, Jauregia Arraztoa (conocida ahora como Palazioa, el palacio), la antigua torre (Dorrea) y gracias al cariño y la religiosidad vecinales, su ermita, la única existente en Navarra y puntual objeto de culto anual en su fecha de fallecimiento.

Nacido el 7 de abril de 1506, Francisco de Jasso y Azpilikueta Atondo y Aznarez, era el menor de los seis hermanos, María, Magdalena, Ana, Miguel, Juan y él mismo. Ese humano orgullo de “propiedad” de los azpilkuetarras se debe sin duda al origen de su madre, que, se puede suponer, marchó embarazada para dar a luz algo más lejos de la inclemencia invernal, en Javier, donde sería el único en nacer.

Por parte paterna, era hijo de Juan de Jasso, de localidad cercana a Donibane Garazi (Sant-Jean-Pied-de-Port) en la merindad de Ultrapuertos. El señor de Javier, se doctoró en leyes por la Universidad de Bolonia y fue presidente del Consejo de los Reyes de Navarra Juan de Albret y Catalina de Foix, a quienes permaneció siempre fiel al producirse la invasión de Navarra por las tropas de Castilla y Aragón al mando del Duque de Alba. A raíz de la conquista, quizás para apaciguar a los navarros irredentos, continuó siendo miembro (simbólico) del Consejo Real, si bien se le arrebataron todas sus posesiones en Javier y alrededores.

EN AZPILKUETA Por siglos, la torre (Dorrea) y el palacio de Arraztoa permanecieron en el olvido, tras los intentos del legítimo Rey de Navarra Juan de Albret, de recuperar el reino, por lo que los Jasso y Azpilikueta fueron desposeídos de sus propiedades. El estigma vertido sobre ellos por los invasores influyó probablemente, tras ser desmochados y arruinados los dos edificios por orden del Cardenal Cisneros.

Olvidados como para que en su obra biográfica Saint François de Xavier: sa vie, el autor y jesuita Léonard Cros afirme que “no se ve allí (en Azpilkueta) rastro alguno del antiguo castillo de los señores del lugar”. Esto mueve al también jesuita Francisco Escalada, el 17 de noviembre de 1917, a desplazarse al Valle de Baztan, hacer noche en Elizondo en casa de los Ubillos Echeberria (Palacio de Arotzarena) y acudir a Azpilkueta al siguiente día, con Manuel Ubillos y el párroco elizondarra Manuel Berecoechea. En el barrio de Urrasun, muga con Amaiur y a la vista de Gaztelua donde los hermanos de San Francisco Javier, Juan y Miguel, hasta el final lucharon por recuperar la soberanía de Navarra en 1516, localizan Arraztoa, el noble solar de los Azpilkueta, y luego la torre defensiva en el barrio de Elizegi, ya en el mismo pueblo.

Más tarde, Arraztoa o Palazioa va pasando a particulares hasta ahora que pertenece a la familia amaiurtarra Rekalde Irigoien, que le ha devuelto su mejor aspecto. La torre defensiva se restauró algo en su cubierta en 1999, por su actual propietario, el Duque de Granada de Ega, descendiente por parte materna del “santo de las Indias”.

Y queda la ermita, única en Navarra construida en 1687 y renovada en 1999 por los vecinos de Azpilkueta que acudieron ayer a la misa anual que oficia el expárroco Juan Felipe Franchez. Y a besar la reliquia que como huella indeleble allí se conserva.