Realidad y ficción de Mauthausen
ESTOS DÍAS SE PUEDE VER en altsasu Un documental y una exposición DE FOTOGRAFÍAS DE BOIX JUNTO CON LA PELÍCULA SOBRE su vida en este campo nazi
Con motivo de la proyección de El fotógrafo de Mauthausen hoy, mañana y el domingo en el centro cultural Iortia de Altsasu, antes de la película se podrá ver un pequeño documental en el que Arturo Carreño rescata del olvido a su tío, José Carreño, que compartió con el protagonista de esta película el horror de este campo de exterminio nazi, uno de los más duros. Mientras que Francesc Boix recogió las imágenes de aquel infierno en cientos de negativos que demostraron al mundo la barbarie del régimen nazi, José Carreño los trasladó a palabras en un manuscrito que cuentan el traslado de 25 deportados españoles en un convoy en condiciones inhumanas. Primero a Buchenwald y después a Mauthausen. De allí fueron trasladados al subcampo de Gusen, donde los prisioneros eran obligados a trabajar en canteras hasta morir exhaustos.
Asimismo, en el acceso a las salas de cine se podrán ver copias de las 40 fotografías que le tocó a su tío en el reparto de las instantáneas de Boix que realizó la Federación de Deportados de Mauthausen en París. “Cuando les llevaron a París se revelaron los negativos y se repartieron entre los prisioneros para que mostraran por el mundo el horror de lo que se vivió allí”, apunta Arturo Carreño. La mayoría de las fotografías se realizaron tras la liberación aunque también hay imágenes del campo en activo, como un retrato de su responsable, el coronel de las SS Franz Ziereis, con un testimonio de su hijo que ilustra la imagen. “Mi padre, el día de mi aniversario, mandó alinear a 40 detenidos delante de mí. El me armó de un revólver. Aprendía tirar sobre blancos vivos”. También se pueden ver diferentes infraestructuras como la cantera, hornos crematorios, duchas o fosas comunes. “Seguramente la realidad superaba a las películas y a todos los relatos, pero esperamos que sirva para no olvidar nunca lo sucedido en el holocausto y los millones de asesinados por los nazis”, destaca su sobrino, concejal de IU durante cinco legislaturas en el Ayuntamiento de Altsasu.
“Mi tío entregó las fotografías a su hermano, mi padre, en 1955 en París. Las guardó en secreto hasta 1977. Cuando fallecieron mis padres las recuperé para su divulgación y exposición”, observa, al tiempo que recuerda que en las visitas que realizaban a la capital francesa su tío les hablaba de niños, mujeres y ancianos que entraban a las cámaras de gas, del humo que salía y del olor. También del hambre y del frío, de cómo se mantuvo despierto toda la noche para esperar la muerte de un deportado polaco que agonizaba en la nieve para cogerle las botas. “Solía decir que si había infierno, Mauthausen lo superaba con creces”, rememora. “Se lamentaba de que los nazis le habían robado su juventud, y antes los franquistas”, añadió.
La historia de su tío es como la de otros muchos españoles que huyeron a Francia al final de la contienda, donde conoció los primeros campos de concentración. Pronto se alistó en una compañía de trabajadores españoles del ejército francés. Nacido en Hellín (Albacete) en 1918, José Carreño era simpatizante de la CNT. Fue capturado en la línea Maginot, en 1941 por la Gestapo. “Logró sobrevivir porque arreglaba los relojes de los nazis y los kapos. En el campo de llamaban Josef el relojero”, recuerda su sobrino. “Contaba que Himmler, que entró en el barracón y desafió a arreglar un reloj con la promesa de duplicar la ración de comida y ejecución en caso contrario. Un amigo suyo estaba muy mal, y con el fin de aliviarle, aceptó el reto”. En una posición privilegiada entre comillas, logró llegar con vida hasta que el 5 de mayo de 1945 las tropas estadounidenses liberaron el campo. En Francia se casó con una mujer bretona y siguió trabajando como relojero. Murió en Puteaux con 93 años.