las hojas del calendario van pasando, caen inexorables como ya lo hicieron las de los árboles, y el ciclo se repite, ahora con la trilogía de la Candelaria, San Blas y Santa Águeda en el balcón del invierno. Son días de culto al santoral y a la simbología que le acompaña, a la luz, al pan nuestro de cada día en roscos y rosquillas, y de chistorra, longaniza y otros sabrosos frutos del cerdo, la “hucha” doméstica de antaño o no tanto.

En el medio rural, la oscuridad, las tinieblas y el frío invernal obligaban a refugiarse y encerrarse a las gentes en sus casas, ante la imposibilidad práctica de realizar trabajos de campo a causa de las inclemencias meteorológicas, aunque no permanecían inactivas. En estas ocasiones, ellos se dedicaban a revisar el buen estado de las herramientas, a reparar las que fuera necesario y a cortar leña para el fuego del hogar, mientras ellas se afanaban en la cocina, cosían ropas u otras actividades incluidas según constaba en su DNI en el capítulo de “sus labores”.

La luz siempre fue motivo de preocupación, como ahora que tanta gente tiembla con el atraco mensual de las eléctricas y los cortes a los humildes con alevosía y sin miramiento pero en otro sentido.

En la antigüedad la luz se consideró símbolo de vida y de la verdad, que lo sigue siendo entre los masones, de igual forma que la oscuridad es sinónimo de falsedad e ignorancia para la Humanidad. En muchas religiones, la liturgia comienza encendiendo velas y lámparas, y los padres llevan una vela en el bautismo que alumbra el camino hacia la luz y la vida.

En Bera, Julio Caro Baroja recogió un viejo relato sobre un minero que había quedado atrapado en un derrumbe hasta que fue rescatado sano y salvo días después. “Nunca temí por mi vida, excepto un día en que sufrí una tremenda angustia”, parece que dijo. Su familia hizo memoria y recordó que habían mantenido encendida una vela todos los días excepto uno en que se acabó y olvidaron encender otra. Un curioso relato.

la candelaria El 2 de febrero, segundo de la escalinata sanferminera, se festeja a la Virgen de Candelaria, es el día de la Presentación del Señor, la Purificación de María, la fiesta de la Luz y la fiesta de las Candelas (de ahí, Candelaria), denominaciones todas que expresan su significado, Cristo, la luz del mundo presentado por su Madre en el Templo, viene a iluminar a todos como el cirio o la vela que se bendicen y nos alumbra ante las tinieblas, frente a la oscuridad en este caso invernal y en decaída desde Santa Lucía (13 de diciembre) que nos “alarga el día”.

La festividad está extendida por el mundo (Día de la Marmota en Estados Unidos y Canadá) y se le considera un indicador meteorológico. En Euskal Herria, un ejemplo: “Kandelero bero negua heldu da gero; Kandelero hotz, negua gan da motz” (si hace buen tiempo, todavía viene invierno; si hace frío, el invierno irá corto), o en Aragón y Cataluña donde dicen algo parecido.

san blas Patrón de los males de garganta, un vestigio del temor a fallecer sin poder exhalar el alma por la boca, calamidad a evitar con tortas de pan o dulces ofrecidas a los dioses paganos, lo que asimiló el cristianismo. El santo, es también meteorólogo (“por San Blas la cigüeña veras y si no la vieres, año de nieves”) además de titular de dos gremios, el panadero y repostero, que elaboran roscos y dulces caprichosos como en Elizondo unos panes redondos que son gloria bendita.

y santa águeda Y el lunes, Agate Deuna bezpera (víspera de Santa Águeda) salían los mozos, ahora mejor mozos y mozas todos juntos, a cantarle de víspera cómo harán los cientos de coros que salen en ciudades y pueblos de Euskal Herria y entonan las típicas letrillas (“Santa Ageda bezpera dugu Euskal Herriko eguna,etxe guztiak kantuz pozteko...”) que concluyen makila (bastón) en mano golpeando en el suelo, ¿también para despertar a la tierra de su sueño invernal?

La santa es abogada de los males del pecho, partos delicados y problemas de lactancia, protectora de las mujeres en general y en particular, la patrona de las enfermeras, a las que ahora dicen ATS.

El triduo entre religioso y festivo sigue siendo, y que dure, de los más clásicos de Euskal Herria, se siguen llevando cirios y velas a bendecir, se instalan preciosos mercadillos populares, como en Pamplona, donde se recuerda a la entrañable Ramona Beorlegui (+) por décadas en las ferias de Elizondo. Salen grandes y pequeños a cantar a Santa Águeda, se pide por la luz, la salud y el despertar de la tierra en este balcón del invierno que va mediado.