En enero de 1904 el Ministerio de Agricultura del gobierno de Madrid, con objeto de mejorar la práctica de la agricultura, decretó la creación de Granjas Instituto en cada una de las llamadas regiones agronómicas del estado. En octubre de ese mismo año se dictaba el decreto para la ejecución de la prevista para la 7ª región, conformada entonces por Navarra y las provincias Vascongadas. Probablemente, la presencia como ministro de agricultura, comercio, industria y obra pública del pamplonés Francisco Javier González de Castejón y Elío, Marqués del Vadillo, tuvo una gran influencia en que fuera una de las primeras en ponerse en marcha y al comienzo de 1905 firmó la orden para llevar a cabo el proyecto. En la Diputación Foral era director del servicio de agricultura el prestigioso ingeniero agrícola Nicolás García de los Salmones, distinguido por sus éxitos en la lucha contra la plaga de la filoxera en los viñedos navarros y que también tuvo gran peso en la realización de la proyectada granja escuela. Inicialmente, la que iba a titularse Granja Agrícola de Navarra y Vascongadas, se pensó ubicar en el valle de Ultzama pero finalmente se decidió por construirla en las cercanías de Iruñea. Con ese fin la Diputación adquirió una finca de 200 robadas en un lugar conocido popularmente como “los pinos” entre los términos de Trinitarios y Biurdana. Rápidamente se encargó el proyecto de la obra al entonces arquitecto municipal Florencio Ansoleaga y la exigencia del ministerio fue que en su redacción participara de forma activa el que luego fuera a ser director de la granja escuela. Por ello casi simultáneamente se nombró director interino al también ingeniero agrónomo Carlos Goiburu y Lasa, natural de Segura (Gipuzkoa) pero que ya trabajaba en la sección agronómica de la Diputación navarra.

Entregados memoria y planos en tan solo un mes, para abril de 1905 el Marqués del Vadillo les dio el visto bueno con un presupuesto de 186.00 pesetas para los edificios, 66.000 para maquinaria y 50.000 para la compra de ganados, en total algo más de trescientas mil pesetas que iban a correr a cargo del propio ministerio.

La finca, de forma triangular, estaba limitada al norte por un camino que pocos años después iba a constituir el trazado del ferrocarril del Plazaola y por el sur con el camino que desde el portal de Takonera bajaba hasta el molino de la Biurdana. La punta del triángulo, de unas 60 robadas, iba a ser dedicada a los edificios docentes y el resto, otras 140 robadas, a campos de cultivo y huertas. En ese mismo camino de la Biurdana iban a construirse de forma casi simultánea otras dos dotaciones públicas, la nueva cárcel y un poco más adelante el matadero municipal de ganados. Precisamente las aguas residuales del cercano matadero estaban canalizadas hasta la granja en donde junto con el estiércol producido en la misma iban a ser utilizadas como abono para los campos de cultivo.

Conforme se iban realizando las obras se fueron comprando algunos ejemplares de caballos, vacas, gallinas, o se comenzaron cultivos experimentales en las piezas aledañas a los edificios. Año y medio después del comienzo de las obras, llegaron los primeros problemas al haberse agotado el presupuesto concedido por el estado; Diputación tuvo que adelantar doce mil pesetas al ingeniero para que las obras no se paralizaran, obras que finalmente pudieron finalizarse para el verano de 1908.

A la entrada del grupo de edificaciones estaba la Casa Dirección en donde también estaba ubicado el laboratorio y la biblioteca. Este edificio es el único que se conserva en la actualidad como muestra de lo que fue, utilizado por el instituto de Enseñanza Superior, Caro Baroja. Como curiosidad arquitectónica en el citado edificio hay que hacer constar la pequeña terraza-observatorio en lo alto de su tejado, desde la cual los directivos podían observar la actividad en el resto de las instalaciones. Seguidamente tenía una gran plaza conformada por un edificio a cada lado, la casa del perito, el taller, el almacén de maquinaria y la bodega, en cuyo centro se erguía un molino de viento tipo americano. Cerraba esta plaza por el este un hermoso edificio en forma de hache en donde se encontraban las cuadras del ganado vacuno, caballar y ovino, y en su primera planta las habitaciones, cocinas, comedores y demás servicios para los alumnos internos. Completaban el conjunto, un gran gallinero, las pocilgas para los cerdos y una pequeña lechería en donde además se elaboraban quesos.

El objetivo declarado de la granja escuela era que los alumnos adquirieran los conocimientos necesarios para perfeccionar los cultivos y los cuidados ganaderos de tal forma que el personal al frente de explotaciones agrícolas, vinícolas o pecuarias estuviese bien instruido. Pero además de dar formación, la granja tenía como objetivos la experimentación e introducción de los continuos avances en el ámbito agronómico. Por ello se hacían ensayos y prácticas con novedosas máquinas de cultivo, brabanes, prensas, guadañadoras, trilladoras etc. muchas de ellas fabricadas en los numerosos talleres que, desde que el pionero Pinaquy puso el suyo en la Magdalena cincuenta años antes, se habían instalado en el entorno de Iruñea. Navarra, con un desarrollo industrial tardío y limitado al ser una comunidad eminentemente agrícola, tuvo sin embargo en aquellos años un notorio e importante papel en la mecanización de las labores agrícolas.

Para ingresar en esta escuela se exigía tener conocimientos previos básicos de aritmética, geometría, física, química e historia natural aprobados en una escuela oficial, en caso contrario debían hacer un examen previo. Los alumnos admitidos, un máximo de diez por curso, debían tener entre 15 y 21 años e iban a seguir un régimen de internado durante dos años. El estado se hacía cargo de la financiación de la estancia de los estudiantes de una forma muy peculiar. Se abonaba a la escuela por cada alumno una peseta diaria para los 547 días lectivos del total de los dos cursos de octubre a julio, es decir 547 pesetas por cada uno. La dirección de la granja iba a ir acumulando 25 céntimos por día y alumno para dárselas a cada uno de ellos al final de sus estudios y otros 25 céntimos diarios se les iban abonando quincenalmente para sus gastos. Con los restantes cincuenta céntimos diarios la granja se hacía cargo del coste de su estancia y manutención. Personal instructor y de servicios iban a cargo de diputación que, también subvencionaba el coste de algunos jóvenes alumnos procedentes de la Casa Misericordia, a los que, además, les proporcionaba un pequeño jornal adicional.

Durante los dos cursos lectivos, se impartían clases teóricas diarias de agronomía, ganadería, apicultura y avicultura, montaje y manejo de maquinaria, horticultura, jardinería, economía y contabilidad. La enseñanza se complementaba con muchas horas de prácticas realizadas en la misma escuela u ocasionalmente en granjas privadas que dispusieran de las instalaciones y adelantos adecuados.

Su inauguración oficial tuvo lugar el 20 de septiembre de 1908 con la apertura del primer curso. Con tal motivo se celebró un extraordinario concurso de ganadería, maquinaria y productos agrícolas, con gran cantidad de expositores y stands durante diez días, concurso en el que se adjudicaron premios por valor de 14.545 pesetas. Para la apertura del importante concurso-exposición y la inauguración de la Granja Agrícola se contó con la presencia del ya citado Marqués del Vadillo, ministro de agricultura, con el Vizconde de Erro, el alcalde de Pamplona Daniel Irujo, el Presidente de Diputación Manuel Albistur y representantes de las Diputaciones vizcaína, alavesa y guipuzcoana. Como anécdota, muestra de la normalidad con que en aquellos años, incluso desde Madrid, se veía la historia común y las estrechas y excelentes relaciones culturales y comerciales de Navarra con las llamadas provincias vascongadas, al acabar los discursos protocolarios se escuchó en pie por todos los asistentes el Gernikako Arbola. En años posteriores seguirían celebrándose en las instalaciones de la granja muchas ferias de ganado y muestras de agricultura y técnicas agrícolas.

A lo largo de su larga historia, numerosos agricultores y ganaderos navarros recibieron formación en estas instalaciones, la mayoría para mejorar sus trabajos hasta entonces basados en lo aprendido simplemente por la costumbre y por el ejemplo de otros. Algunos de aquellos alumnos llegaron a ser brillantes como por ejemplo el estellés Apolinar Azanza que destacó y llegó a ser famoso por sus investigaciones y soluciones para erradicar la plaga de la filoxera de la vid.

En 1927, se instaló en sus terrenos la primera escuela de apicultura de Navarra. La apicultura era una actividad rural muy extendida, aprendida de padres a hijos, pero necesitaba su modernización para hacerla competitiva y darle un sentido al menos semiindustrial. En aquella escuela se impartieron cursillos a cualquier interesado en la explotación de colmenas. Así mismo, desde la Granja se trabajó en la producción de huevos, que en aquella época era deficitaria, con una incubadora con capacidad para 4.000 huevos que se ofrecía a los avicultores interesados. También se ocupó de recuperar variedades de ganado autóctonas, encargándose de su difusión entre el campesinado navarro mediante conferencias divulgativas en cuantos foros fueran solicitadas. Se experimentó con cruces de la oveja latxa autóctona con la variedad oriental Karakul con objeto de producir la valiosa lana de astrakan. La leche de su vaquería con dieciocho ejemplares era donada a la Maternidad Provincial.

Al llegar la II República, en 1932 el estado español transfirió todas las instalaciones a la Diputación Foral que, a partir de entonces, pasaron a titularse como Granja Agrícola Provincial y a depender de la misma. Fue entonces cuando fue nombrado como director el ingeniero agrónomo pamplonés Daniel Nagore y Nagore que ejerció su cargo hasta su fallecimiento en 1955. Daniel Nagore era desde 1915 profesor y secretario de la Escuela de Peritos Agrícolas ubicada en el edificio construido en 1912 en Atarrabia para el Congreso de Viticultura y desde 1917 director de agricultura de la Diputación Foral. Autor de numerosos libros, fue también gran divulgador de temas agrícolas y ganaderos con sus folletos que publicaba por fascículos en la prensa local con títulos como: “El abono, La patata, El cultivo del tabaco o El gallinero casero”, entre otros. Puede considerársele como el gran impulsor de la agricultura moderna en Navarra. Como político llegó a ser Alcalde de Pamplona en 1945 y poco después procurador en Cortes.

Tras hacerse cargo de la Granja la sometió a una importante reforma con vistas a mejorar sus instalaciones. El establo de las vacas se acondicionó al moderno sistema London, se construyeron silos para almacenar y seleccionar granos de todo tipo de cereales, modernas conejeras para el desarrollo de la cunicultura, reforma de la bodega y plantación de hasta dos mil pies de árboles frutales que servirían para los cursos de poda e injertado. Cursillos de apicultura, plagas de campo o del manejo del tractor se ofertaban externamente como complemento al programa lectivo. La Granja vivió años de gran actividad que se extendió hasta finales de los años sesenta del pasado siglo en que fue cerrada. El fallecimiento en 1955 de su entonces principal artífice y valedor Daniel Nagore y sobre todo el pujante desarrollo industrial de la época hizo que los esfuerzos y apoyos institucionales tomaran otros derroteros. En sus últimos días se vendieron públicamente la gran mayoría de sus animales, cerdos, corderos y vacas y se abandonaron las instalaciones.

Tras el cierre y desmantelamiento, en 1968 la sociedad Anaitasuna adquirió en una permuta una buena parte de los terrenos y ese mismo año comenzó a construir sus instalaciones deportivas. Años después, en 1980 el resto de la finca fue ocupada por el Instituto de Educación Secundaria Julio Caro Baroja. A pesar de que el reconocido antropólogo y etnógrafo da nombre oficial a la dotación educativa, sigue siendo conocido popularmente como el Instituto de La Granja. El único edificio conservado fue el que correspondía a la dirección, al que se calificó como bien protegido en nivel 3, es decir, manteniendo su volumen, sus fachadas y sus vanos, como muestra de aquella particular arquitectura de la época que nos sigue resultando tan familiar. Como aquellos profesores de entonces, desde la atalaya del bonito mirador de su tejado, coronado por una artística pérgola de forja, podremos observar los avatares de los nuevos alumnos, los profundos cambios producidos en el entorno en los últimos años, y recordar que allí, hubo una granja escuela, establecimiento modelo, en donde tantos y tantos aprendieron o mejoraron sus modos y técnicas agrícolas.