En 1936 la calle de Juan de Labrit, que era como el pueblo soberano llamaba al rey de Navarra Juan III de Albret, era un espacio amplio creado tras el derribo de las murallas de la Tejería, que se había producido dos décadas antes. Vemos que contaba con dos viales en los laterales, más una zona ajardinada en su centro, y vemos también que conservaba aún un machón de muralla en uno de los extremos. En esta zona era frecuente que acamparan los gitanos pamploneses, que aprovechaban los restos de la muralla para jugar a pelota, a la que eran, y son, muy aficionados. De ahí el nombre de Jito-Alai, que con cariñosa ironía se le daba a dicha zona. La calle había recibido su nombre en 1923 y, sin desmerecer los méritos del rey consorte Juan III, sorprende un tanto que no se dedicara antes a su esposa, la reina Catalina de Foix, Catalina III de Navarra, que era la depositaria de los derechos dinásticos del viejo reino de Navarra a fines del siglo XV.

Hoy en día la zona ha sufrido una intensa transformación, pero la posición de la barandilla certifica de forma inequívoca que nos encontramos en el punto exacto en el que se situó el fotógrafo hace 83 años para obtener la fotografía de 1936. Por otro lado, debemos de reconocer que el mayor de los cambios es el del frontón Labrit, inaugurado en 1952 junto al viejo Jito-Alai. El actual gobierno municipal acaba de saldar la deuda centenaria que la ciudad tenía con Catalina de Navarra, al poner su nombre a una de las grandes avenidas de la ciudad. Fue Catalina una mujer enérgica, culta e inteligente, que quiso vivir y morir en Pamplona, y que en su testamento dejó escrito que quería ser enterrada en Iruñea. La invasión de 1512 impidió ese sueño, y fue mandada de por vida al exilio por un ejército. Ahora la derecha dice que si vuelve al Ayuntamiento quitará el título de la calle a Catalina de Navarra y se lo dará... al mismo ejército.