Hola, personas , ¿que tal va todo?, ¿todo listo para lo que se avecina? Seguro que sí. Yo no.

El paseo de hoy se va a ceñir a una sola manzana, el enorme triángulo que forman la calle Sangüesa con la Avda. de Galicia y la calle Tafalla: los Maristas, el colegio de Santa María la Real, mi colegio. El otro día hablando con un amigo me contó que estaba implicado en el nuevo proyecto que allí se va a realizar, me dijo que tenía las llaves del cole y que podíamos entrar cuando quisiésemos, le tomé la palabra, acordamos una fecha para una excursión por el blanco y negro de mi infancia y allí que nos hemos ido esta mañana.

En ese triángulo crecí y aprendí, pasé mi segunda infancia y mi primera adolescencia, entré con 6 años y salí, mejor dicho me invitaron a salir, con 13. Todo esto sucedió entre 1964 y 1971 y no había vuelto a entrar hasta esta semana, en 48 años no lo pisé ni para ir al cine.

El 15 de abril 1955 comenzaron las obras del nuevo colegio, el Colegio de Santa María la Real, el cual entró en funcionamiento en 1958, si bien, su inauguración y bendición por parte del Obispo Dr. Enrique Delgado Gómez no tuvo lugar hasta el 15 de mayo de 1960.

Una vez más fue Victor Eusa el encargado de tomar regla, escuadra y cartabón y dar forma al proyecto.

El arquitecto, en claro homenaje a una figura básica de la geometría, proyectó una escuadra con un arco en su ángulo, cada cateto es un enorme pasillo lleno de aulas (30), habitáculos, laboratorios, celdas, comedores, seminarios , gimnasio, biblioteca, y demás dependencias propias de un centro de enseñanza. El arco que los une alberga unos enormes corredores curvos teniendo a un lado dependencias que dan al patio y al otro la iglesia y el cine. La hipotenusa que cierra el triángulo es la tapia del enorme patio de recreo. La iglesia es muy luminosa, unos lucernarios de inspiración fabril se encargan de ello. La pared testera la ocupan dos relieves, uno de la Virgen en Asunción y otro de Jesús Salvador sobre Ella, al pie un bajorrelieve del Beato (ya es santo) Marcelino Champagnat rodeado de niños que miran embelesados a la Madre. Allí tomé mi primera comunión en 1965.

Junto a la capilla está el cine, cita obligada de cada domingo, el Sr. Zugaldía nos proyectaba mil y una aventuras, un domingo de romanos , el anterior de vaqueros, el siguiente de piratas, el otro de marcianos, las sesiones empezaban a las 15,30, lo que te obligaba a salir tarifando de la comida dominical si no querías perderte el comienzo de la historia. El cine en realidad se llamaba Salón de Actos y era utilizado para funciones propias del cole, conciertos, teatro, reparto de premios, imposiciones de medallas, etc., etc. Siempre quise ser del coro y cantar en esos festivales de navidad o del día del Beato Champagnac, nunca fui elegido, siempre me echaban para atrás; pero? ahí estaba mi madre al quite y me decía , no te preocupes hijo si no te quieren oír en grupo te van a oír en solitario, y ella me enseñaba canciones que ensayábamos y preparábamos en casa; un año canté un tango muy triste que se titulaba La Cieguita y otro año me lucí con una canción chirigotera que se titulaba “Mala pata”. Mi madre-mánager me vestía ad hoc para cada ocasión. Mi carrera artística no llegó mucho más allá.

En mi visita he atravesado un siniestro pasillo que está igual que antes pero con sus habitantes un poco maltrechos: el pasillo del museo de ciencias naturales en el que había cientos de animales disecados en unas vitrinas que allí siguen pero albergando solamente a unas decenas de cadáveres que da pena verlos. Ese pasillo conducía a una dependencia donde yo tomaba clases de guitarra, éstas tenían lugar al final del día por lo que en otoño e invierno el pasillo de los animales había que atravesarlo en penumbra y no solo había animales también había huesos y esqueletos y un hombre tamaño natural con todas las vísceras al aire, aquello daba canguelo.

No guardo muy buenos recuerdos del cole en general, pero algunos momentos buenos hubo y algunas personas interesantes conocí. Estos días la prensa anda aireando cosas feas de los hermanos maristas, pero sepamos separar el trigo de la paja, los errores de unos pocos no pueden hacer culpables a una mayoría de señores normales, honrados, que dedican sus vidas a la docencia con mayor o menor acierto pero con la mejor de las intenciones.

A mí no me dio clase el tristemente famoso hermano Braulio, él daba en el aula de al lado, el hermano responsable de mi clase cuando yo era un enano de 7 u 8 años era el hermano Claudiano, pero del hermano Braulio me acuerdo como si fuese ahora, era muy simpático, y sus tendencias debían de ser vox populi ya que su apodo era “Tocabollos”, pero nuestra infantil cabeza no podía calibrar que era aquello que contaban los mayores en el patio, no sabíamos que significaba aquello de “el Braulio te mete mano” o “ese te magrea”. Parece ser, según he leido estos días, que fue expulsado de la institución. Ahí quedará todo.

Sin embargo, así como creo que no hay que generalizar con la acusación de pederastia, intolerable sea en el grado que sea, sí que se podría generalizar en la violencia que los maristas utilizaban como herramienta pedagógica, aquello de que la letra con sangre entra lo llevaban a rajatabla. Las chascas eran armas contundentes; los borradores y manojos de llaves lo eran arrojadizas; cocas y bofetadas eran compañeras de clase. A mí me dieron hasta hartar.

Yo creo que nunca entré en el organigrama del cole, nada me integró, nada me atrajo y, sin duda, nada mío les atrajo a ellos.

Tuve compañeros con los que viví mucho y pasé mucho, a algunos de ellos aun los veo y los trato y con ellos tengo una especie de causa común, a otros no les he vuelto a ver en la vida, muchos ya no están. Recuerdo muchos nombres, Carlos Povedano, Chumimi Larraz, Patxi Esparza, Iñaki Arrizabalaga, Lacasia, Boneta, Huércanos, Chivite, Primicia, Ayestarán, Oscar Fernández de Prado, los gemelos Lorrio, los Pascual, los Chao, etc , etc, fuero 7 años juntos y eso da para mucho: excursiones a Olite, a Roncesvalles, a Bayona; patio, juegos, peleas; tardes de jueves en las murallas de la vuelta del castillo, lugar sin igual para vivir aventuras; javieradas y un motón de cosas más que compartes con los amigos del cole, luego la vida te va surtiendo de otros amigos pero el titulo de “amigo del cole” es algo muy principal. De toda la vida.

De entre los docentes hay un nombre que me acompañará para los restos: el Excelentísimo hermano Felipe, no exagero, el tratamiento le corresponde por ser poseedor de la Encomienda de la Orden de Alfonso X el Sabio, y por haber sido una excelente persona dedicada durante décadas a guiar las jóvenes vidas de sus alumnos. Desde aquí propongo a los Maristas que , si no lo han hecho ya, dediquen alguna estancia a tan querido Hermano, un frontón le haría feliz, era un gran pelotari.

A los 45 minutos de haber entrado hemos cerrado de nuevo la puerta a nuestra espalda y? ¿quién sabe si volveré e entrar?

Que tengáis una fresca semana, comparada con la que hemos pasado no es difícil. Ya falta menos.

Besos pa’tos.

Facebook : Patricio Martínez de Udobro

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