Hola personas, ¿qué tal?. Esta semana mi paseo ha sido elevado a la categoría de regio ya que he visitado el corazón de la Corona navarra: me he plantado en Olite con la intención de visitar el Palacio de los Reyes de Navarra y dar una vuelta por tan histórica ciudad.

He llegado a media mañana de hoy martes y he aparcado frente al enorme convento que los franciscanos levantaron entre los siglos XIV y XV , si bien de toda esa obra solo queda en pie la portada gótica y alguna sepultura, el resto no resistió el paso del tiempo y en el XVIII se levantó el actual convento con su caserón, su viña y su huerta, grandes piezas de cuyo tamaño da fe la larga tapia que las protege. Dejando a los discípulos del de Asís a mi espalda he subido unas escaleras y caminando por la trasera del Parador he llegado a un lugar que a mí de niño me llamaba mucho la atención: un enorme huevo que cubre un gran foso de 8 metros de profundidad que, lleno de nieve y protegido con paja, les servía de nevera durante todo el año, aquella técnica me resultaba increíble. He vuelto a bajar al nivel de la carretera por una escalera de traviesas para caminar a la vera de siglos de historia bordeando la torre de las Tres coronas y la del Aljibe para luego atravesar el Portal del Fenero, un pequeño arco ojival sobremontado por el escudo de la casa de Evreux, que me ha introducido en el corazón de la ciudad de Olite. He subido a la entrada del Palacio pero ésta estaba cerrada por obras y había que salir a la vecina plaza de los Teobaldos para acceder al palaciego recinto; para llegar he atravesado la torre del Chapitel, emblemática construcción olitense.

Una vez en taquilla, colocada entre Santa María y el Palacio viejo, he abonado los 3,50 € que me han sido requeridos y se me ha entregado un plano del Palacio que he utilizado como bibliografía de este ERP.

La historia del Palacio es de todos sabida: en Olite existía un viejo palacio, hoy día Parador Nacional de Turismo, que habitaron los Champaña, Teobaldo I y II, allá por el siglo XIII y los Evreux , Felipe III y Carlos II el Malo, en el XIV, hasta que, ya en el siglo XV, Carlos III el Noble y su esposa Leonor de Trastámara deciden construir al lado del viejo palacio uno nuevo y suntuoso al nivel de nuestra corte. La tendencia francesa del monarca le lleva a construir un palacio en estilo gótico francés. Es sin duda un recinto de carácter residencial: las cámaras reales, la de los Ángeles o de la Reina y la de los Lazos o del Rey, con sus grandes chimeneas y sus grandes ventanales abocinados en el muro que presta su anchura para que dos poyos en piedra sirvan de intimo rincón a los regios habitantes de palacio, los jardines, las galerías, los patios, las torres puramente ornamentales, los góticos ventanales y demás elementos que lo componen dan fe de ello.

Allí vivió Carlos III con su familia y allí celebró cortes y realizó todo el control del reino, allí, por ejemplo, se aprobó el famoso Privilegio de la Unión que todos conocemos. La villa (ciudad a partir del S. XVII) de Olite se convirtió en una villa cortesana y en un lugar inexcusable para todo aquel que quisiera ser algo en la corte navarra.

Blanca de Navarra, su hijo Carlos, Príncipe de Viana, y casi todos los diferentes reyes que hubo hasta la conquista de 1512 tuvieron entre sus muros su residencia. Conquistado el reino por Castilla pasó a ser sede de Virreyes. Con el tiempo fue abandonado al cuidado de un guardián que, lógicamente, guardaba poco y entró en franco declive, ya deteriorado fue cantera de piedra para la construcción de palacios y casonas en la zona. Como remate Espoz y Mina dio orden de quemarlo en la guerra contra el francés , lo cual le dio la puntilla. La Diputación lo compró en 1913 y en 1937 comenzó una restauración siguiendo los planos de Javier Yarnoz Larrosa, que acabó 30 años después.

La visita al recinto es muy divertida, un gran ir y venir de gente lo mantienen muy vivo. Unos van por libre, otros en visita guiada y otros por su cuenta con audioguía, las tres opciones son buenas, yo elegí la primera, pero he de reconocer que a veces me hacía el tonto junto a una visita guiada para escuchar las siempre interesantes explicaciones que daba la chica. Visitantes de toda procedencia suben y bajan estrechas escaleras de caracol que permiten el acceso a las torres, se hacen selfies frente a los arquillos góticos de afiligranada tracería de la galería de la Reina o se asoman a Ujué desde las alturas de la torre de la Atalaya. Hay gente curiosa que plano en mano no pierde detalle y entra y sale de todas y cada una de las salas y sube y baja a todas las torres y mira todo en detalle y en general y hay gente que pasea más desinteresada, mirándolo todo por encima, perdonando alguna entrada y asomándose a almenas y ventanas para recrearse más con lo de allá que con lo de acá.

He salido a la hora de haber entrado y me he quedado un rato disfrutando con la portada gótica de la iglesia de Santa María la Real, es impresionante. Frente a ella hay unos arquillos que según unos son suyos de toda la vida y según otros vinieron del antiguo convento de los franciscanos. Da igual, el conjunto es digno de verse.

El resto de la ciudad alberga un gran número de construcciones medievales, empezando por las iglesias como la románica de San Pedro con su característica torre de aguja o la ya nombrada gótica de Santa María, y continuando por los conventos de San Francisco y de Santa Engracia, los portales de Tafalla o Tudela y un buen número de casonas y palacios, destacando el del Marqués de Rada; para dar más autenticidad al conjunto sus calle se llaman rúas y tienen nombres tan antiguos como Tesendería, Mirapíes, Mayor, Villavieja, San Francisco o Judería , entre otros.

Pero Olite no solo es historia y pasado, hoy es una importante plaza vinatera con bodegas tan renombradas como Ochoa, Marco Real o Piedemonte, su reclamo turístico está en los puestos cimeros de Navarra, y tiene un gran activo en el Festival de Teatro clásico. Hoy el Festival se ciñe al arte de Talía exclusivamente pero en sus comienzos, allá por el año 1981, cuando eran los Festivales de Navarra, creados, de alguna manera, por el inefable y recordado Valentín Redín y cuatro más, se podía disfrutar de los más variopintos espectáculos; recuerdo haber visto Sueño de una Noche de Verano por la Lindsay Kemp, o a Alicia Alonso en el Lago de los cisnes, o a Marcel Marceau, o a los Colombaioni , unos de los mejores humoristas que he visto en mi vida, o al Tricicle, y recuerdo el gran follón que se montó en el 86 con el sabotaje por parte de la extrema derecha a la obra de els Joglars Los virtuosos de Fontainebleau porque, según ellos, ofendían a la Virgen. Había cursos de todas las disciplinas, seminarios, conferencias, música, espectáculos en la calle y un gran ambiente durante todo el tiempo que duraban los tan traídos y llevados Festivales de Navarra.

La plaza de Carlos III y un local llamado Los lebreles de Don Carlos eran punto de reunión de la flor y nata de la “intelectualidá”. Qué tiempos.

Después de un delicioso paseo por plazas y ruas he tomado mi coche que los frailes me guardaban y he regresado a la actual capital del Reino.

Revisitad Olite, vale la pena.

Que tengáis una buena semana.

Besos pá tos.

Facebook: Patricio Martínez de Udobro

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