Un año más, y ya son 39, Altsasu se sumergió en una catarsis colectiva con su carnaval rural, un espectáculo sin guión que se supera cada año. Y es que volvió a ser multitudinario, con cientos y cientos de personas transformadas en personajes de una época ligada a la tierra. Pero en esta fiesta hay un claro protagonista, Momotxorro, una simbiosis de hombre y bovino que no deja indiferente con grandes sus cuernos, pieles, cencerros y sangre. Su fiero aspecto va en consonancia con su salvaje comportamiento sarda en mano, tridente de madera con el que persigue y golpea a sus víctimas. Así, los momotxorros volvieron a ser dueños y señores, la avanzadilla de una anárquica comitiva que recorrió las principales calles de Altsasu.

Detrás iban los bueyes que prepararon la tierra la siembra, ereintza, sobre la que esparcieron ceniza. A su aire iban las traviesas y ruidosas sorgiñak, una nube negra alrededor de Akerra, que intentaba controlar todo desde su carro. Para marcar territorio, bajaba de vez en cuando ante el delirio de las brujas, que le hacían pasillo con sus escobas. También tenían ganas de jugar los mullidos jauntramposos, rellenos de hojas de maíz, que rodaban por el suelo atrapando a más de uno y una en su caída. El otro personaje característico de esta fiesta es Maskarita, que cubren su rostro y cuerpo en una especie de burka, de incógnito en una gran marea humana. Y es que el carnaval rural de Altsasu es mucho más que la gran manada de momotxorros; es parte de un todo en un ritual lleno de simbología para despertar a la naturaleza.

La comitiva realizó dos paradas. La primera fue pronto, con la boda en la plaza San Juan y la segunda en la explanada de Iortia, con un akelarre de la mano de la compañía Dantzarima, una sorgiñas que invitaron a sentir el fuego de la primavera. Estas mujeres empoderadas también fueron las encargadas de despertar a los distintos personajes que componen el carnaval en la plaza mediante bailes, conjuros y música. Así, se daba por finalizado el periodo de penumbra, el invierno. Y es que la naturaleza dormida, ya purificada por el sonido de los cencerros y las cenizas, inicia un nuevo ciclo. Pero aunque hoy comienza la Cuaresma, en Altsasu no dan por acabadas las celebraciones en honor de Don Carnal, que volverán este próximo sábado con el carnaval piñata, la cara urbana de esta fiesta.

CARNAVAL TXIKI Si bien el carnaval alcanza su esplendor cuando cae la noche, por la tarde hubo otro en pequeño formato pero con todos los elementos y su propia comitiva para llegar a la plaza entre bengalas y Momonsuzko, un momotxorro de fuego. Después, txikis y mayores camino de Zelandi, dónde fue el ritual de la sangre y concentración de la comitiva rural antes de salir en estampida.