- El rojo para la ira, la alegría de amarillo, el asco se pinta de verde, la tristeza de azul, morado es el miedo y rosa el amor. Un color para cada emoción. Igual que en la película de Pixar Del revés, pero con seis emociones en vez de cinco y el amor como aportación extra. Chavales de 1º de Primaria del colegio público de Buztintxuri han levantado esta semana "una escultura de la emoción. Del miedo, de la tristeza, del contento y esas cosas", explica el alumno Oier Rey. "Son de seis colores. Yo he trabajado con el color azul y el amarillo, de la tristeza y la alegría", concreta Agerne Juan. "La escultura está para cuando quieres hablar con alguien con el que estés enfadado, o si estás triste, contento..." añade Zoe Tenés. Eneko Romero detalla que, en caso de riña entre compañeros de clase, sirve "para que se relajen los dos y hablen". Y explica Yeray Martín que colocarán "una puerta secreta. Cuando estés enfadado puedes entrar y te tranquilizas leyendo cuentos", puntualiza. Un lugar que ellos mismos, en asamblea, han decidido llamar La casa de las emociones/Emozioen etxea.

Al frente de las operaciones emocionales, acopio de materiales, pintura, recorte y montaje están los profesores Odei Sagardoi y Estitxu Arraiza, además del impulsor de la iniciativa Iosu Martínez, escultor y padre de una de las criaturas de la clase. "Llevamos desde principio de curso trabajando las emociones. Y vimos que una manera bonita podía ser realizar un txoko de la relajación, ya que en Buztintxuri se trabaja por proyectos y por rincones. Algunas clases ya tenían un espacio así, con unos cojines o una tela por encima. Consideramos que en el momento en el que una persona necesita concienciarse de la emoción que está sintiendo y cómo enfocarla, necesita ese espacio y ese tiempo para pensar. Esa es la idea", resume Sagardoi. En las paredes que componen ese txoko de la relajación "cada niño va a escribir lo que considere que le dice esa emoción, y durante el curso las iremos rellenando con los momentos en que hemos sentido esa emoción. La idea es que tenga continuidad año a año para que tenga más de repercusión en los niños, que sepan cómo gestionar las emociones. Porque el mayor problema que creemos que tienen los niños, y la sociedad en general, es que sabemos cuáles son las emociones, pero muchas veces no sabemos controlarlas", dice.

La profesora de prácticas Estitxu Arraiza se confiesa "fascinada con que en un colegio se haga esto, porque no me imaginaba que dentro del aula se pudieran trabajar este tipo de cosas con niños de 6-7 años". Del alumnado destaca "la capacidad que tienen de entender las emociones. Me encanta la iniciativa, tanto del profesorado como por parte de los padres. Entrar en el aula y ayudar a hacer este tipo de creaciones puede ser muy valioso para trabajar las emociones y que ellos crezcan".

No es la primera vez en la que las esculturas de Iosu Martínez se cuelan en el colegio de Buztintxuri, al que ya donó dos. El año pasado realizó un taller en el centro a propósito de una de esas esculturas, y "esta vez quería hacer una intervención que pudieran seguir utilizándose durante el curso". Se le ocurrió la idea. Y como conoce "la forma de trabajar del centro y sé que la metodología es muy abierta y la creatividad siempre está ahí", se lo propuso a Odei y se pusieron a trabajar. "Se trata de que identifiquemos que las emociones, vengan por las circunstancias que vengan, son nuestras. Es nuestra casa. Y podemos solucionarlo cuando estamos dentro de ellas, cuando las abordamos. Es algo tan gráfico y tan visual como entrar dentro de tus propias emociones. En el momento en el que nombramos algo hay un punto de inflexión. Ya sabes lo que te pasa, y a partir de ahí puedes empezar a gestionar esas emociones, finaliza Iosu".

"Es algo tan gráfico y tan visual como entrar dentro de tus propias emociones, y desde ahí buscar soluciones

Escultor y padre de una niña en el colegio público de Buztintxuri