- Ana Garaikoetxea Iturriria es natural de Lekaroz, un pequeño pueblo de Baztan, del que salió hace más de dos décadas, tras estudiar medicina y ponerse a trabajar, pero al que vuelve muchas veces, para visitar a su madre, sus familiares y amigos, y disfrutar de su querido pueblo.

Debido a la crisis sanitaria derivada por la pandemia del coronavirus, hace bastante, más de lo que desearía, que Ana no viene a Baztan, aunque todos los días habla con su madre, que ha aprendido a hacer uso de las videollamadas.

Ahora, quizás más que nunca, añora la tranquilidad de su pueblo, el olor a campo, los paseos por los alrededores de su hogar de infancia y adolescencia. Y es que lleva más de 23 años en Barcelona, ejerciendo de médica en el ambulatorio del barrio de Gracia, con más trabajo que nunca, con más preocupaciones que nunca, y con más ganas que nunca de abrazar a sus allegados.

Ana está ya muy acostumbrada a la vida cosmopolita de una ciudad tan grande y plural como Barcelona, con sus ruidos, con su movimiento, con las miles de personas que transitan sus calles, pero estas últimas semanas, como en los demás lugares del estado, incluso del mundo, todo ha cambiado a su alrededor. El barrio de Gracia, “ha perdido su gracia”, como comenta. No se ve a casi nadie por sus calles, el confinamiento ha transformado el barrio, y lejos de echar de menos el bullicio de antes, Ana valora positivamente este apartado, “es una de las cosas buenas que ha traído el estado de alarma, la tranquilidad, el silencio que se escucha cuando sales a la terraza. El poder escuchar cantar a los pájaros, o la calidad del aire, que ha mejorado mucho al bajar tan drásticamente el tráfico”. No es lo único bueno que saca en claro Ana de la actual situación provocada por el coronavirus, “la gente se ayuda más, la pandemia ha hecho florecer la solidaridad entre los vecinos, y eso es algo que deberíamos recuperar, deberíamos reflexionar, aprender de estos momentos y aplicarlo en el día a día, incluso cuando todo esto finalice”.

Ana es optimista, y recalca las cosas buenas derivadas por el coronavirus, pero tiene ganas de que todo esto acabe, no en vano, es médico, y está viviendo las consecuencias del COVID-19 desde primera línea. “Está siendo una locura”, son ya varias semanas las que llevan trabajando “muchísimas horas, muchísimos días”, intentando dar lo máximo de ellos mismos, pero con mucha incertidumbre y con mucha tensión, por lo desconocido. “Es algo completamente nuevo, algo para lo que nadie estaba preparado, había mucho desconocimiento al principio, y hemos aprendido con el paso del tiempo, a través de la experiencia adquirida estas últimas semanas”.

Recuerda (como si fuera hace muchísimo tiempo, aunque han pasado semanas), que en Gracia el COVID-19 llegó bastante pronto, presuntamente proveniente de Italia, pues en el barrio barcelonés viven muchos italianos. Los primeros días todo era nuevo, “no había un protocolo de actuación, había mucho desconocimiento”. Conforme el coronavirus avanzaba y la con ello la información al respecto, fueron cambiando los protocolos de actuación, de un día para otro cambiaba algo, las mascarillas, las batas, ... “fue una locura”, reitera, “ahora estamos mucho más preparados, las medidas sanitarias adoptadas son mucho más adecuadas, es otra cosa”.

Ha visto sufrir a mucha gente, muchos episodios, “a jóvenes que venían al ambulatorio sin poder respira, con mucha angustia”, y aunque siguen al pie del cañón, reconoce que la situación ha mejorado, “hoy en día los sanitarios estamos más preparados tanto a nivel de conocimiento respecto al coronavirus, como a nivel de material, además, ya hay más test, y eso ayuda mucho”. Ana también pasó el test para descartar que estuviera contagiada, y recuerda que sus hijos, tras hacerse el test, tenían un poco de miedo de estar con ella. Ahora, mientras ella trabaja a destaco, su hija Lula, de 18 años, y su hijo Niko, de 16, están con su padre. Ana los echa “muchísimo de menos”, y siente grandes deseos de abrazarlos, achucharlos; los mismos deseos que tiene de que este episodio pase para descansar y poder regresar a Lekaroz para abrazar a su madre, Pacita, con la que contacta cada día a través del teléfono.

“La pandemia ha sacado también lo bueno de la gente, estas últimas semanas ha aflorado la solidaridad”

Médica