Escondidos dentro de un buzo de protección y con aspecto de astronautas, los técnicos de emergencias sanitarias han realizado en esta pandemia un trabajo crucial que no siempre se ha reconocido: Ser el nexo de unión entre la familia y el centro sanitario, hasta el extremo de que eran quienes debían dar los últimos mensajes de las familias a los pacientes antes de ingresar en el hospital, sin saber si habría luz al final del túnel. La emoción, la tensión y el miedo se unen en un cóctel que todo el sector sanitario ha sufrido como nunca antes.Quienes se han encargado de transportar a los enfermos de COVID-19 en la Ribera suman a todo ello la determinación de haber decidido aparcar un grave problema laboral que arrastraban desde hacía años en aras, del bien común. "Valoramos que era una situación excepcional, todos teníamos que arrimar el hombro en un momento complicado para la sociedad. Dijimos que lo primero era atender a los pacientes y no queríamos ningún conflicto. De hecho estamos metiendo horas por encima de nuestro calendario laboral y no nos hemos planteado cómo se va a pagar. Ya llegará el momento de luchar por nuestro derechos, ahora hay que dar prioridad a lo que tiene prioridad", explican Mariam Cunchillos, José Luis Martínez y Ricardo Guzmán, tres técnicos con una dilatada experiencia a sus espaldas, que han enfrentado una situación que les marcará de por vida, con emociones difíciles de olvidar.

primeros días "Somos la primera linea sanitaria en contra del coronavirus. Los primeros que llegamos al domicilio, donde no sabes qué te vas a encontrar. Somos los ojos del médico y tienes que contar al llegar al hospital cómo te encuentras al paciente; eso es fundamental", explica José Luis Martínez. A los 19 años comenzó a trabajar como técnico de emergencia sanitaria y lleva ya 21 al frente de una ambulancia. "Empecé a hacer traslados con la ambulancia del COVID-19 el 20 de marzo. Ese día no paramos de llevar enfermos desde que entré a las 8 de la mañana. Además no es solo el traslado, tras cada misión hay que limpiar y desinfectar la ambulancia. Hubo mucho trabajo".

Junto a él, Mariam Cunchillos, con 20 años de profesión, acaba de terminar su turno de 12 horas (de 20.00 a 8.00 horas) y se muestra sonriente y satisfecha, "hoy (la noche del martes 28 al miércoles 29) no hemos tenido ni una solo urgencia del COVID. Es la primera ocasión desde que comenzó la pandemia. Bomberos si tuvo una, nosotros no. Es una mejoría increíble, ha bajado mucho el número de casos y además la gente que llevamos ya no está tan grave. Nada que ver con el principio. Con el confinamiento han bajado los casos y los pacientes van mejor y ya no les da tanto miedo ir en la ambulancia del COVID.".

Los primeros momentos, a principios de marzo, no se sabía siquiera cómo actuar, "Era algo desconocido para todos. Había protocolos sí, pero era un poco lío. Nosotros hemos tenido la suerte de que desde primera hora hemos dispuesto de bastantes EPIS y pasamos más respeto que miedo", recuerda el granadino Ricardo Guzmán, que lleva cuatro años trabajando en Tudela. "Al principio fue un poco caótico, desorganizado. Había muchos y con cuadros clínicos graves. Desde el confinamiento se ha notado una mejoría tremenda", confirma Mariam.

Ante lo desconocido, el temor de los pacientes era evidente, con personas que les recogían en sus domicilios envueltos en trajes de protección, mascarillas y gafas, a los que era imposible verles la cara. "Al principio fue emocionalmente duro, porque llevabas a gente muy fastidiada, y la situación era muy fría. El miedo de los pacientes, además, era evidente porque al inicio la gente se moría al poco de llegar porque los cogías ya muy justos. Emocionalmente es muy duro, llegar con pacientes que morían en la misma ambulancia o a las pocas horas de llegar al Hospital. Veías el miedo en los ojos y era muy duro", recuerda Mariam, visiblemente afectada.

Se emociona recordando cómo en ocasiones "entrabas a su casa, veían cómo salíamos con su familiar y la familia se quedaba allí, como mucho podían ir a urgencias y la situación emocional de no saber si van a volver a ver a su familiar es dura. Que te digan antes de poner en marcha la ambulancia: '¡Por favor dile a mi marido que le quiero!'€ No sabías si podría vivir o no".

Tras recomponerse, recuerda el caso que más le ha marcado, cuando se comenzaba a hablar del tema en las televisiones. Era una persona de 67 años que se encontraba muy mal. "Veías el terror en los ojos y tú con el traje de Robocop sin poder dar la cercanía necesaria. La situación en la familia cuando lo llevas al hospital, que se cierra la puerta y sabes que no vas a poder verle porque te aislaban. Era una sensación de impotencia tremenda, de ganas de llorar al ver que se iba a morir en horas sin poderse despedir de su familia. Se murió a las pocas horas y llegué a pensar 'no voy a hacer más servicios de COVID porque esto emocionalmente va a poder conmigo'. Pero luego sabes que tienes que hacer el trabajo, levantas un muro y tratas de llevarlo lo mejor posible. Son imágenes que se te quedan".

Situaciones similares ha vivido Ricardo: "Son momentos duros. Trasladar a un paciente y verlo al día siguiente en una esquela o que alguien sufra parada cardiorespiratoria y no poder hacer nada porque al principio no nos daban la opción de hacer casi nada en los protocolos porque no se podía acceder a la vía aérea. En esos momentos es duro". El sueño se resiente también en esos momentos y las imágenes se repiten cuando tras jornadas de 8, 12 y 24 horas se van a la cama.

reconocimiento y temor José Luis reconoce que en este tiempo ha pasado miedo, pero también que son momentos "en que más valoras más tu profesión, porque te gusta. Vas a casa pensando que lo has hecho lo mejor posible, con cierto orgullo de tu trabajo, pero también con el miedo de que lleves el virus y lo puedas pasar a tus hijos, a tu familia. Es más preocupación por los que te rodean, que miedo por ti. Por nosotros no, sabemos que estamos preparados para esto y si nos contagiamos es mala suerte, es parte de la profesión".

Desde el comienzo, la empresa SSG les suministró todo el material de protección necesario, lo que ha hecho que no haya habido ni un solo caso de contagio entre ellos. Cada día a las 8 acuden a las calles a recibir los aplausos de la gente, "nos sentimos muy reconocidos pero es verdad que nos gustaría que se nos reconociera un poco más porque somos los que estamos más apartados del mundo sanitario. Todos somos personal sanitario, pero nosotros los únicos que dependemos de una empresa privada".

Cuando todo esto pase, la lucha continuará, pero ya será en el terreno laboral: "Seguiremos con nuestras reivindicaciones y ojalá que la gente que sale a aplaudir por la labor de los sanitarios a las 8 de la tarde siga haciéndolo por nosotros, otro colectivo que estamos luchando por un servicio que atiende a la ciudadanía", concluye Mariam.