l sueño de Rakel Urtasun y Ion Goñi siempre había sido vivir en un pueblo, especialmente cuando tuvieran familia. Desde el año pasado ya exploraron esa posibilidad y se toparon con un par de casas en venta en la localidad pirenaica de Aurizberri-Espinal, el pueblo natal de ella. Les empezó a picar el gusanillo, pero para ellos era casi una utopía.

Sin embargo, a raíz de la pandemia, junto a sus hijos Unax, de 4 años, y Adur, de 1, se trasladaron al pueblo, a casa de los padres de Rakel. Y, poco a poco, el sueño inalcanzable fue tornándose en una realidad. "Con el confinamiento te planteas muchas cosas y al final decidimos atrevernos y vivir la vida que realmente queríamos con nuestros txikis. Retomamos el tema, nos aceptaron la oferta de una casa en medio del pueblo y, en una semana, ya estábamos vendiendo nuestro ático. Fue todo muy rápido", comenta Rakel. Casi sin pensarlo, esta familia dijo adiós a su piso de Nuevo Artica para instalarse en Aurizberri-Espinal, con la idea de que Unax comenzase el curso escolar en la ikastola.

Para cualquier pueblo de la Montaña, es una inmensa alegría que sus casas se mantengan en pie y con vida. Por desgracia, hay un buen puñado de viviendas vacías que no logran ser vendidas por el alto coste de la reforma, y, por contra, hay otras que se están construyendo a las afueras del núcleo urbano. Por eso, la noticia de que la familia de Rakel y Ion venían a vivir al Pirineo y además iban a llenar de vida una vivienda vacía durante años, fue una grata sorpresa. "Nos gusta mucho el monte, estar en contacto con la naturaleza y, aunque estábamos muy a gusto allá, nos tiraba el estar cerca de los abuelos y tener relación con los vecinos. Allá no conocíamos quién vivía debajo. En el pueblo siempre somos alguien; es vivir más en comunidad", añade Rakel.

Y no solo eso, lo que más valoran a la hora de asentarse en Aurizberri-Espinal es la oportunidad de que sus hijos pudieran ir a una escuela unitaria, como lo hizo Rakel en su infancia. La de este pueblo es una de las pocas escuelas rurales de este tipo que hay en Navarra, que agrupa a niños de diferentes edades en una misma aula, y que la despoblación y la escasa natalidad hacen peligrar su supervivencia. "Nos parecía bonito que estudiasen en una escuela rural unitaria y en euskera. Al final es como una gran familia, aprenden unos de otros, se cuidan€ y es un ratio más reducido y un trato mucho más personalizado", afirma Rakel, cuya madre fue maestra en la escuela unitaria de Erro. Además, el hecho de tener la escuela a unos pocos metros, hace que sea más fácil. "Es muy cómodo poder ir andando y no tener que coger el coche para ir a la escuela", destaca.

La carretera y la distancia a Pamplona de momento no es ningún impedimento. Ion trabaja en Sarriguren y recorre diariamente los 40 kilómetros que separan un lugar de otro; Rakel -ahora en excedencia - trabaja como educadora social en Nuevo Futuro y, por la idiosincrasia de su labor, tiene que ir a trabajar unos 7 días al mes. "A mí no me cuesta nada coger el coche y yo creo que vamos a estar muy a gusto cuando cambie la situación. Ahora no se puede, pero sé que luego iré a Pamplona a quedar con mis amigos y también ellos vendrán aquí. Además, ahora ya no nieva como antes", subraya Ion, que siempre ha vivido en la ciudad.

No es fácil lanzarse a la aventura de comprar una casa vieja y reformarla íntegramente, pero la ilusión de esta pareja por tener su propia morada y un pequeño terreno detrás no se ha perdido en el camino.

La vivienda que han comprado en la calle principal de Aurizberri-Espinal es muy espaciosa y está dividida en tres plantas de unos 100 metros cuadrados cada una. Su intención es mantener la estructura de madera, especialmente las "chulísimas vigas del sabaiao (el desván)", restaurar todos los muebles antiguos originarios de la casa y, en la parte trasera, se plantean construir un jardín con una huerta. Porque para ellos es primordial servirse de los recursos que ofrece la madre naturaleza. "Nos gusta el monte, lo ecológico, y aprovechando que aquí tenemos la madera en el monte, también vamos a poner chimenea de leña", confiesa Ion.

Si todo va sobre ruedas, este mes comenzarán las obras. Mientras tanto, se han mudado a una casa de alquiler, a unos pocos metros. Echando la vista atrás en todo el transcurso de la compra-venta, admiten que adecentar una vivienda de arriba a abajo supone un alto coste económico y, precisamente por esta razón, echan de menos una mayor flexibilidad en relación a las ayudas de la rehabilitación que otorga Nasuvinsa. Por superar mínimamente el límite de la renta, no han podido acogerse a la subvención. "No tenemos sueldos estrambóticos y si no nos dan a nosotros, no sabemos realmente para quién están esas ayudas. Con lo importante que es repoblar el Pirineo, con dos sueldos normales y dos críos debería haber ayudas más reales y no tan obsoletas. Facilidades ninguna", apostillan los progenitores.

Por suerte, este impedimento no les ha abatido el ánimo y se mantienen con esperanzas e ilusión. En unos pocos meses, cuando terminen las obras, por fin podrán trasladarse a su nuevo hogar familiar y cumplirán así su sueño de vivir en el mundo rural como siempre habían soñado; al menos, tan felices como Unax, que está encantado con el cambio. "Me gusta más Espinal porque hay selva", dice inocentemente.

"Nos parecía bonito que estudiasen en una escuela rural unitaria y en euskera"

Nueva vecina de Aurizberri

"En el pueblo siempre somos alguien; es vivir más en comunidad"