Dice que ahí arriba está bien aireado y no corre ningún riesgo de contagio. Y que probablemente sea el carbonero con más altura de toda la geografía navarra. Este 2020 tan atípico Aingeru Pérez y su familia no han faltado a su tradición con el monte y con Olentzero. El último domingo previo al 24 de diciembre, ascienden los poco más de 1.000 metros del Mortxe -en el Valle de Ollo- y saludan a un pequeño Olentzero que el propio Aingeru introdujo en una caseta y atornilló después a una roca del monte, a escasos metros de la cima. "La vivienda de señor del bosque", expresa. La ascensión, por Olentzero. "Es algo bonito dentro de la historia familiar en un monte cercano a casa. Y un día de celebración de Olentzero", reconoce este vecino de la Txantrea sobre una iniciativa en la que habitualmente participan cinco familias del barrio. Se hacen llamar Los Azkarrak (los rápidos).

"Hemos considerado que este año el veterano carbonero está más seguro entre sus cercanos y sanos montes, que bajando el día 24 a nuestra querida Pamplona/Iruña", explica Pérez. También quería saber cómo respondería este año su cuerpo con la prótesis que le implantaron en su cadera izquierda hace un par de años. "Resultado positivo", certifica. "Cuatro familias sus hijos y algún miembro de otras e hijo no faltan a sus visitas anuales, en mi caso y el de Begoña, mi esposa, hemos faltado por causas mayores desde el año 2015, y este año he vuelto a disfrutar de nuestra cercana naturaleza junto a mi hijo, mi nieto Amets, y Olentzero. Con buenas sensaciones de un maduro amante de la montaña de 71 años", dice. "Es una hora de camino, y lo hacemos por el lado de Arriazu. Antes subíamos por la cara norte, pero era más duro. Ahora resulta más cómodo", comenta.

Tras la ascensión, se despidieron "de ese paraíso terrenal" como calificó al Mortxe, con un irrintzi "como hacían los antiguos pobladores de estas tierras".