Hace varios años que Cecilio Sansinena trabaja en Uztaritze, en una empresa de construcción. Cada día, para acudir a su lugar de trabajo pasa por Dantxarinea y durante los últimos meses de pandemia no ha tenido ningún problema para cruzar la muga. “Dispongo de un papel que confirma que trabajo en Iparralde, y no me han puesto ninguna traba”, dice. Sin embargo, desde hace tres semanas, el cierre de varios pasos fronterizos está teniendo repercusión en varios vecinos suyos, que acuden a Bera o Lesaka a trabajar. No es su caso, porque el pasa por Dantxarinea, que no se ha visto afectada por el cierre decretado por el Prefecto de los Pirineos Atlánticos, pero su día a día se ha trastocado un poco, porque el cierre de Lizuniaga sí que le afecta directamente, ya que sus hijos acuden a la escuela de música de Bera. “Nuestros hijos estudian en la ikastola de Sara, y tres días a la semana los recogemos en la ikastola y solemos ir a Bera por Lizuniaga”, explica.

Es un trayecto de unos 15 minutos, pero como el paso de Lizuniaga está cerrado, están obligados a ir por Elizondo, lo que supone alrededor de una hora en coche. “A pesar de que no se puede pasar por Lizuniaga, no hay ningún tipo de control, por lo que hay gente que mueve las vallas de plástico que hacen de cierre y pasan, pero te arriesgas a recibir alguna multa”.

Espera que pronto revierta la situación, tanto el del cierre de fronteras como el de la pandemia, porque alrededor suyo hay mucha gente que lo está pasando mal. En Urdazubi y Zugarramurdi hay mucha gente que vive del comercio y la hostelería y con el cierre perimetral y con las nuevas medidas adoptadas por el Estado francés, la llegada de visitantes se ha visto muy mermada, al igual que la actividad económica del lugar. “Hay menos trabajo y eso está afectando a mucha gente”, lamenta.

Él mismo está viviendo esa falta de trabajo muy de cerca, en su misma casa, en Indianoa Baita, un establecimiento “de siempre”, con bar y restaurante situado en el corazón de Urdazubi, que regenta su hermana Miren y que está cerrado desde hace varios meses, “si no hay apenas clientes no merece la pena abrir”, reconoce.

Además, Cecilio dispone de varios apartamentos que alquila a gente que quiere disfrutar del entorno, “nuestra clientela es principalmente de Gipuzkoa y Bizkaia” y como no pueden venir, apenas hay trabajo, “a ver si para Semana Santa podemos empezar a sonreír un poco”.