naugurada en el año 2008 como parte del proyecto Pax Avant entre el Valle de Roncal y el de Baretoux, la Casa de la Memoria-Oroipenaren Etxea de Isaba se forjó con la ilusión e implicación del pueblo que hizo suyo el proyecto, como una ventana para asomarse al territorio y un atractivo recurso turístico. Lamentablemente, como tantos otros museos, se cerró en 2011 por falta de financiación.

A partir de ese momento, establecida allí la oficina de turismo, se abrió de forma interrumpida y con la pandemia se cerró definitivamente en 2020. Este verano, el Ayuntamiento decidió ubicar el punto de información turística en las piscinas, a la entrada del pueblo, y quedó por tanto solo el museo cerrado.

El hecho apenaba a quienes participaron en su nacimiento en mayor o menor medida. Y de este pesar, surgió un grupo de voluntariado de diferentes edades que se ofreció al Ayuntamiento para su apertura a turnos y establecieron que, desde el 3 de julio hasta el 18 de septiembre, los martes, jueves y sábados abriría sus puertas en horario de 18.30 a 20.30 horas.

La iniciativa encontró receptividad total. "Lo primero que nos llamó la atención fueron sus ganas de reabrirlo y rápidamente los empleados municipales procedieron a limpiarlo. Nos gustaría que permaneciera abierto de continuo, tener una persona técnica de Cultura, pero no nos lo podemos permitir", lamenta Aitor Pérez, concejal de Cultura.

Añade que la Casa de la Memoria "es fruto de un tiempo en el que se inauguraron muchos museos que hoy permanecen cerrados por falta de viabilidad. Después hay que mantenerlos, y no hay dinero". El de Isaba logró formar parte de las colecciones museográficas establecidas por el Gobierno pero, falto de ayuda institucional, cesó su actividad.

En 17 días de apertura han contabilizado 138 personas. "No son muchas, es un goteo constante, pero es la forma que hoy tenemos de hacerlo visible", argumenta.

Decidieron mantener los precios (3 euros adultos; 1,50 menores y jubilados). "Hay que poner en valor este proyecto que supuso en su día una inversión importante. La gente que lo visita se va muy satisfecha, el centro está muy bien con paneles, audiovisuales, escenografías y piezas. Es un precio casi simbólico. Cada vez que se abre la puerta, es un gasto", apunta el concejal y voluntario.

La lista de voluntariado la engrosan varias jóvenes como Ainhoa Ederra, Idoya Ros y Chiara Falistocco. Confiesan estar muy contentas de pertenecer a este voluntariado. "Te nemos la oportunidad de rememorar antiguas tradiciones y costumbres para que no se olviden y creemos que es importante involucrarnos en proyectos de memoria colectiva".

La Casa de la Memoria reabre con nuevos aromas que en realidad son los aromas de siempre. Ariela Polito es su alquimista. Son aromas ligados al proyecto del museo. La farmacéutica a la que le preguntaban en su farmacia por el cierre. Ese fue el móvil para acudir a las mujeres vecinas y al Ayuntamiento.

Después de vivir más de un año en Isaba, ella misma lo desconocía. Al verlo, quedó "fascinada" y se reafirmó en su idea de que había que intentar abrirlo. "No puede estar cerrado. Se trata de reivindicar la historia del valle y del pueblo", exclama.

Para sufragar gastos, trabaja en los aromas de la memoria. "Son aromatizantes, 'marca Isaba', para las estancias, evocadores de recuerdos del pueblo: A la orilla del río Esca, aroma de tierra y agua; de manzana silvestre, licor de moras o de pino. La idea es ahora aromatizar el museo con un aroma especial. Dependemos de las entradas y al estar tanto tiempo cerrado, cada día surge un gasto. Si nos unimos, podemos hacer muchas cosas. Recuerdo que me dijeron que las cosas hechas con cabeza y corazón están destinadas al éxito. Y en el museo lo hemos hecho sobre todo con muchísimo corazón", expresa.

A Julio Beretens, izabarra apasionado del folklore y la cultura, también voluntario, le causaba gran pena verlo cerrado. "El museo tiene un extraordinario valor tanto material como sentimental. El pueblo se volcó en su día donando utensilios, aperos, fotos, trajes... etc. Hoy no hay dinero para mantener abiertas las grandes inversiones acometidas años atrás, y nosotros tratamos de "parchear esta situación de vacío. A mi juicio, no es suficiente. Espero que la apertura se extienda a los sábados del año y sigamos poniendo en valor nuestro museo y que surjan nuevas ideas para dinamizarlo", manifiesta.

A última hora del jueves, se acercan dos vecinas que recuerdan la ilusión con la que vivieron la apertura del proyecto que hablaría de sus recuerdos, de sus antepasados, de su forma de vida y tradiciones, de identidad, de una indumentaria y una lengua única, el uskara roncalés.

La Casa de la Memoria, en Isaba, es un espacio patrimonial, un museo etnográfico de todo el Valle de Roncal.

Vecinas y vecinos colmaron el edificio de elementos conservados en los hogares de generación en generación, como apoyo a la narración en cada rincón de la Casa en los que se plasma la memoria roncalesa. Paliar desde la ilusión la falta de ayudas fundamentales para su subsistencia es el punto de partida. La iniciativa vecinal habla de generosidad y de conciencia del valor de lo propio.

"El museo tiene un extraordinario valor tanto material como sentimental"

Vecino y voluntario

"La entrada es un precio simbólico que ayuda a sufragar el gasto"

Concejal de Cultura