ola personas, ¿Qué tal va todo?, lo mío bien, gracias. Bueno, este ERP es continuador de un continuará y continuaremos en el punto que nos quedamos.

En las últimas líneas del anterior iba yo por la calle del Bosquecillo, dirección Recoletas para alcanzar la cuesta de la Estación, nombre popular dado al tramo que por oficial tiene el de Calle Taconera, crucé a la histórica plaza de los ajos, nombre popular que se da a la plaza que por oficial tiene el de Recoletas y ni pude ni quise evitar darle una vuelta, pisando los terrenos que D. Juan de Ciriza y su esposa Catalina de Alvarado, Marqueses de Montejaso, adquirieron a la corona en el siglo XVII para levantar en ellos el convento de las agustinas recoletas y su casa palacio. D. Juan arregló las cosas para que el rey declarase la plaza como terreno no edificable en cualquier tiempo y bajo cualquier circunstancia, asegurándoles así a las sores un espacio abierto y claro frente a su convento que de poco les servía dado que eran monjas de clausura y tanto les daba tener plaza como no tenerla, más se diría que los beneficiados fueron los propios marqueses. El nombre popular le viene del mercadillo de ajos que todos los sanfermines se instalaba en ella con un sinfín de casetas de color gris que vendían cientos de ristras de tan rico condimento. Había quien lo primero que hacía al bajar del autobús que le traía del pueblo a la capital en fiestas era comprar el consabido collar que le acompañaba durante toda la juerga. ¡Pobre cuello!

Recorrida la plaza con los pies y con la memoria, la he abandonado para empezar a bajar hacia el nuevo portal Nuevo que nada tiene que ver con el viejo portal Nuevo. Veamos de qué va este embrollo.

No sé por qué el portal recibe tal nombre cuando su presencia en las murallas y su función como puerta de Pamplona es anterior a otros como San Nicolás o Tejería, pero el caso es que así se llama desde siempre, en principio fue Nuevo de Santa Engracia y más adelante simplemente Nuevo. Para llegar a él bajaremos por la hoy ancha cuesta de la calle Taconera con sus carriles bici de subida y de bajada y sus carriles para los pocos coches que tienen el permiso de circular por ella. Antiguamente era cuesta más estrecha ya que el muro de la huerta de las recoletas ocupaba un buen tramo de su lado derecho hasta que en 1932 se les expropió un pedazo de huerta a las agustinas para poder adecuar la cuesta a las exigencias de la ciudad. Hacia la mitad de esta vía en el lado izquierdo, bajo la Taconera, se encontraba la fuente del León, de la que ya hemos hablado en alguna ocasión, que desapareció para que el ferrocarril Irati construyese su línea para entrar en Pamplona. Mas abajo a la derecha había otra fuente popularmente llamada de los legañosos, por ser sus aguas muy eficaces y sanadoras de los males de los ojos, decían unos ripios de Perico de Alejandría que Arazuri recoge en su obra:

Debajo de Puerta Nueva concurren los legañosos medicina muy barata es el agua de los fosos.

Llegamos al portal propiamente dicho y es curioso porque según el callejero pamplonés entramos en él siendo calle Taconera y salimos de él siendo Avenida de Guipúzcoa. El viejo portal que se abría en la muralla fue demolido, como todos los demás, excepto el de Francia, en 1906 y se dejó un paso abierto sin más con un puente metálico que comunicaba la plaza de la O con la explanada de la Taconera, la cosa quedó ciertamente pobre y poco agraciada. En 1950 el ayuntamiento encargó a Víctor Eusa algo de más empaque que diese lustre a la entrada a la ciudad y se levantó el faraónico arco coronado de torres almenadas que hoy atravesamos al llegar a la vieja Iruña desde la parte norte. Atravesada la mastodóntica estructura tomé a mi derecha para bajar la cuesta que, entre la muralla y los pocos restos que quedan del barrio de la humedad, me condujo al puente de la Rochapea, una vez rebasado éste seguí por la misma vía que en su segunda mitad se hace menos generosa para el paseante y se convierte en cuesta arriba, acabando justo en el lugar en el que se encontraba otro de los seis portales que han sido motivo de mi paseo, el portal de la Rochapea. Era este portal de muy parecida factura al de Francia con su doble puerta y su puente levadizo accionado por pesas, poleas y grandes ruedas metálicas. De él solo queda el recuerdo y un escudo imperial que se conserva en una de las paredes del Nuevo. Hay quien sostiene que la poca intensidad de vehículos y personas que usa esa entrada a Pamplona hubiese permitido su conservación y que tirarlo era evitable, yo también lo creo ya que el trafico pesado que tuviese que entrar o salir del castizo barrio de la ribera del Arga tiene otras opciones que hubiesen sido válidas.

Una vez alcanzada la cuesta de Santo Domingo atravesé el antiguo terreno de las huertas de palacio, dejando a mi izquierda el efímero corral donde los toros pasan su última noche, y llegué a esas escaleras que bajo un estrecho túnel me llevaron a la parte trasera del actual archivo antigua residencia de reyes, obispos y generales, de ahí, pasando junto al cubo de piedra que protegía la nevera, llegué al último portal que me quedaba por atravesar el de Francia o Zumalacárregui y tal como hiciera el patilludo general carlista lo atravesé para abandonar la ciudad y salir a terrenos extramuros, que talmente les llamaban nuestros abuelos. Es este portal, como he dejado dicho, el único que se conserva en su totalidad, o casi ya que falta la hoja de la puerta y el rastrillo. La que si está completa es la puerta de la barbacana que conserva sus hojas y puente levadizo con todo su juego de poleas en pleno funcionamiento como se demuestra cada 5 de enero cuando es levantado y tendido para que por él accedan a nuestras calles los Reyes Magos y su cortejo.

Atravesado el portal me adentré en terrenos amurallados y por entre casamatas, troneras, parapetos, flancos, puentes y fosos, llegué a la calle del Vergel y por ella tomé la cuesta de la Txantrea que me esperaba justiciera con todo su desnivel que hube de salvar para llegar de nuevo al portal de Tejería cerrando así el recorrido, entre real e imaginario, por la ciudad amurallada y sus portales.

De nuevo la avenida de Roncesvalles me puso en ruta hacia mi cueva con el regusto de haber recorrido en un par de horas puntos tan importantes para la vida cotidiana de nuestra querida Pamplona en siglos pasados. Quien a las 10 de la noche no los había franqueado no dormía en casa. Bonita escusa.

Besos pa tos.

Facebook : Patricio Martínez de Udobro

patriciomdu@gmail.com

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