ste año el Gobierno de Navarra se sumó a las Jornadas Europeas de Arqueología. Consciente de la necesidad de reivindicar el valor del patrimonio paleontológico y abordar la problemática de su protección, la Dirección General de Cultura-Institución Príncipe de Viana del Departamento de Cultura y Deporte decidió que fuera la Paleontología la protagonista de las mismas. Las jornadas, que incluyeron dos conferencias y una mesa redonda, comenzaron con la inauguración el pasado 18 de junio en el Planetario de Pamplona de la exposición Spelaeus, Navarra hace 50.000 años-Nafarroa duela 50.000 urte, en donde se han exhibido, entre otros materiales, los espectaculares fósiles de oso de las cavernas (Ursus spelaeus) de Amutxate, yacimiento paleontológico de la sierra de Aralar, descubierto por el grupo espeleológico Satorrak. La exposición permaneció abierta hasta el pasado 25 de septiembre. Pero más allá del rico legado del mundo subterráneo, Navarra cuenta con una extraordinaria diversidad geológica y paleontológica, que abarca un lapso temporal de al menos 500 millones de años y que a día de hoy carece de una adecuada puesta en valor y protección, situación sobre la que se planteó una reflexión desde la organización de las jornadas y sobre la que tratan las siguientes líneas.

Puede definirse el patrimonio de una sociedad como aquel sistema de bienes naturales y culturales, materiales e inmateriales, del que dispone la misma para su existencia. Disponer no equivale a poseer. Además, según esta definición el patrimonio no estaría constituido solamente por elementos del pasado, sino que sería un activo en constante evolución. Frente a esta concepción amplia de patrimonio existe la idea de que el mismo está integrado solamente por una parte de tal conjunto de bienes; en concreto, por aquellos de «especial» valor, científico, cultural y/o educativo, y que por esa razón deberían ser conservados. Esta concepción reduccionista del patrimonio parece necesaria en la práctica, pero debería ser compatible con la primera, para así evitar la peligrosa idea de que todo lo que no está protegido —siempre, además, con criterios que pueden cambiar con el tiempo— queda libre para la explotación o incluso su destrucción, sin demasiadas consideraciones. Convencionalmente, el patrimonio se divide en patrimonio natural y patrimonio cultural, donde se diferencian aquellos bienes provenientes de la evolución del cosmos y de la Tierra de los generados por los humanos como consecuencia del cambio cultural. El patrimonio natural es geológico y biológico. Proviene, por tanto, de la diversidad natural, que incluye los elementos abióticos (geodiversidad) y bióticos (biodiversidad) del medio actuales y del pasado. Los elementos de la geodiversidad integran el registro geológico, el archivo de la historia de la Tierra.

En su concreción práctica, el patrimonio geológico estaría compuesto por aquellos elementos de la geodiversidad de especial valor científico, cultural y/o educativo. El patrimonio paleontológico forma parte del patrimonio geológico, ya que los fósiles, principal fuente de información de las biosferas pretéritas, están incluidos en los sedimentos y rocas. El patrimonio paleontológico incluye los fósiles (bienes paleontológicos muebles) y los lugares donde estos aparecen (bienes o patrimonio paleontológico inmueble). Es importante recalcar que los bienes geológicos, como los histórico-arqueológicos, no son renovables, por ser únicos —por ejemplo, los yacimientos paleontológicos excepcionales— o bien porque su renovación requiere de tiempo geológico. Cuando se destruye o esquilma un afloramiento se pierde para siempre una parte de la memoria de la vida y del planeta.

Hace décadas que en muchos países la protección de los bienes geológicos y paleontológicos es una preocupación nacional. Un hito en esta toma de conciencia fue la histórica celebración en 1991 en la localidad provenzal de Digne-les-Bains del Premier Symposium International sur la Protection du Patrimoine Géologique. Otros hechos de gran importancia fueron la fundación en la primera década de este siglo, bajo los auspicios de la UNESCO, de las redes europea y global de geoparques (European Geoparks Network, Global Geoparks Network). Un geoparque es un territorio con un patrimonio geológico de importancia internacional. La gestión de ese patrimonio promueve su protección, así como la educación y el desarrollo de las comunidades locales que habitan en dicho territorio. La Red Global de Geoparques (GGN) cuenta en la actualidad con más de un centenar de geoparques, repartidos en cerca de cincuenta estados. El Geoparque de la Costa Vasca-Geoparkea, en Gipuzkoa, declarado en noviembre de 2015 Geoparque Mundial de la UNESCO o el Geoparque Mundial UNESCO de Sobrarbe-Pirineos, en tierras oscenses, contienen un extraordinario patrimonio geológico, ecológico y cultural. Ambos atraen anualmente a miles de visitantes; estudiantes, científicos y geoturistas de todo el mundo.

En el estado español el patrimonio geológico queda amparado bajo el marco de la legislación relativa al patrimonio natural y la biodiversidad. Pero la protección del patrimonio paleontológico también queda regulada por la legislación sobre patrimonio histórico y cultural. La Ley del Patrimonio Histórico Español considera a los fósiles y los yacimientos de interés como objetos e inmuebles de dicho patrimonio. Las excavaciones paleontológicas serían excavaciones arqueológicas, pese a la incongruencia que todo esto supone, ya que los fósiles no son productos culturales, sino entes naturales, como las rocas o los seres vivos. Esta dualidad legislativa plantea una necesidad de consenso sobre la gestión y marco legal del patrimonio paleontológico.

En el estado francés el reconocimiento del patrimonio geológico se remonta a una ley relativa a la democracia local del año 2002. En 2007 el Ministerio del medio ambiente sentó las bases para elaborar un inventario nacional del patrimonio geológico y existe una red de reservas naturales nacionales y regionales que se extiende por la mayor parte del territorio, algunas de ellas creadas sobre la base científica de un patrimonio geológico que debe ser preservado.

En la Comunidad Foral de Navarra el registro geológico tiene cierta consideración en la Ley Foral 9/1996 de 17 de junio, que regula la protección, conservación, restauración y mejora de los espacios naturales. En la definición de reserva natural se hace mención expresa a las formaciones o fenómenos geológicos. En la de parque natural se mencionan solamente las formaciones geomorfológicas. Algunos yacimientos paleontológicos y otros elementos geológicos de «interés especial por la singularidad o importancia de su valores científicos, culturales o paisajísticos» pueden quedar protegidos bajo la figura de monumentos naturales. En el Acuerdo Programático de la actual legislatura se menciona explícitamente el «elaborar una nueva Ley Foral del Patrimonio Natural y la Biodiversidad que sustituya a la obsoleta legislación en este ámbito» (se refiere a la Ley Foral 2/1993, de 5 de marzo) que, se supone, abarcaría también a la biodiversidad fósil o paleobiodiversidad. El problema es que en la anterior legislatura también se contemplaba la elaboración de dicha nueva ley y no se llevó a cabo. Habrá que ver si en la actual se realiza o seguimos como hasta ahora.

Por otro lado, la Ley Foral 14/2005, de 22 de noviembre, del Patrimonio Cultural de Navarra, desarrollo de la legislación española al respecto, contempla la protección de elementos geológicos y paleontológicos «relacionados con la historia del hombre, sus orígenes y antecedentes, que sean susceptibles de ser estudiados con metodología arqueológica». En esta última ley se afirma, en nuestra opinión de manera conceptualmente equivocada, al igual que ocurre con los yacimientos paleontológicos en la Ley del Patrimonio Histórico Español, que dichos elementos forman parte del patrimonio arqueológico.

En suma, en la Navarra peninsular, salvo los bienes geológicos y los fósiles de las reservas y otros espacios naturales protegidos, así como los elementos de este tipo asociados a yacimientos arqueológicos, el resto del patrimonio geológico y paleontológico está desprotegido. Ni siquiera se cuenta con un inventario de lugares de interés geológico (LIG) oficial aprobado, que sirva de base para diseñar estrategias de geodiversidad. De hecho, es la única comunidad autónoma en esta situación desde hace años. El panorama es diferente en otros lugares. En la Comunidad Autónoma del País Vasco existe un inventario oficial de LIG y se ha elaborado una Estrategia de Geodiversidad de la CAPV 2020, extenso documento aprobado por el gobierno de esa comunidad en 2014. En Cataluña y Aragón, donde el patrimonio paleontológico cuenta con figuras legales de protección, tanto como patrimonio histórico como patrimonio natural, sus gobiernos autonómicos crearon sendos catálogos de lugares de interés geológico en 2000 y 2015. La situación en Baja Navarra/Baxenafarroa (departamento francés de los Pirineos Atlánticos, Nueva Aquitania) es aun peor que a este lado de la muga, ya que no cuenta con ninguna reserva natural basada en su patrimonio geológico, ni ningún enclave incluido en el inventario nacional francés del patrimonio geológico.

Así pues, en la realidad diaria, gran parte de Navarra es campo libre para quien quiera extraer y llevarse cuantos materiales geológicos y paleontológicos le vengan en gana. Por otro lado, los numerosos geólogos y paleontólogos profesionales foráneos que desde hace décadas realizan estudios y prospecciones por estos lares se llevan infinidad de fósiles y muestras rocosas a sus laboratorios, sin la obligación, a diferencia de lo que ocurre en otras partes, de que una vez concluidos sus estudios tengan que depositar esos materiales en este caso en una institución navarra. Si a esta mala coyuntura añadimos la práctica ausencia en Navarra de docencia universitaria pública en materias como la Geología y la Paleontología y de un museo igualmente público de historia natural, la combinación de circunstancias desfavorables para la preservación, investigación y divulgación este patrimonio es casi completa. Sin un centro que cuente con geólogos y paleontólogos y pueda actuar de repositorio, los escolares, docentes y personas amantes de la naturaleza no cuentan con asesores. Tampoco los profesionales foráneos tienen a dónde acudir ni en dónde depositar finalmente sus —por nadie reclamados— especímenes. También es cierto que la escisión del antiguo Servicio de Geología que había en el Departamento de Obras Públicas entre dicho Departamento y el de Medio Ambiente no ha ayudado a resolver esta situación. En Navarra se da la triste paradoja de que habiendo sido la comunidad autónoma con mejor información geológica del estado en los años 70 del pasado siglo —cuando se realizó el Mapa Geológico de Navarra— es ahora la única que no tiene ni siquiera un inventario de lugares de interés geológico (LIG) oficial aprobado, como se ha indicado anteriormente.

Con todo, es importante indicar que, a falta de un centro más apropiado, los fondos de Arqueología del Gobierno de Navarra permiten almacenar y preservar materiales geológicos y paleontológicos de donaciones y otras procedencias. Gracias a la preocupación y excelente disposición de los técnicos de la Sección de Arqueología, en estas instalaciones, abiertas a las personas investigadoras, se guardan numerosas muestras obtenidas años atrás durante la realización de los mapas geológicos de Navarra y también la importante colección paleontológica de Máximo Ruiz de Gaona (1902-1971), figura central de la Paleontología navarra, entre otros materiales.

La pérdida de patrimonio geológico mueble en Navarra nos parece muy preocupante. El daño también afecta al patrimonio geológico inmueble; es decir, a los afloramientos geológicos y yacimientos paleontológicos de valor científico y educativo, que a veces resultan indolentemente destruidos por la construcción de edificios y las obras de infraestructura. La importancia del legado geológico navarro ya fue puesta de relieve en la publicación titulada Síntesis geológica de Navarra de Joaquín del Valle de Lersundi y Fermín Villanueva (1988). En nuestra opinión, al tratarse de patrimonio natural, el Departamento de Desarrollo Rural y Medio Ambiente del Gobierno de Navarra debería contribuir a su protección y reivindicación y asumir su responsabilidad en este tema ya largo tiempo pendiente. De todos modos, aunque una legislación adecuada es fundamental para la protección de los bienes geológicos y paleontológicos, una de las claves de su salvaguarda pasa por su divulgación y, como ocurre en otros muchos campos, por una educación familiar y escolar que fomenten la sensibilidad hacia esta parte irremplazable del patrimonio natural, memoria de la Tierra y de la vida en Navarra.Los autores son biólogo y catedrático de Paleontología de la UPV/EHU; biólogo y exdirector de Servicio en el Departamento de Desarrollo Rural y Medio Ambiente del Gobierno de Navarra; y geóloga y encargada de la biblioteca pública de Larraga (Navarra); respectivamente.