La esquela publicada el 12 de febrero fue muy difundida en las redes. Se leía en ella que Jesús Pérez Martínez y Merche Garasa Pérez habían fallecido el día anterior a los 84 años. Sus hijos y familiares invitaban al funeral que tuvo lugar en Sangüesa ese mismo día y finalmente, agradecían "a todo el Complejo Hospitalario de Navarra que con su humanidad han hecho posible que hayan terminado juntos de la mano".

El final de la historia de vida y muerte de Jesús y Merche se escribe de este modo gracias a la implicación de muchos profesionales y responsables sanitarios empujados por el deseo de la familia, colmada de agradecimiento y repleta de paz, embargada por la sensación del deber cumplido.

"Era su deseo. Su unión en la vida fue tan grande, que tenían que morir juntos", expresa convencida su hija Rakel.

Jesús y Merche se casaron en 1968. Procedentes de Javier y de Peña, se establecieron en Sangüesa donde eran muy conocidos y queridos por su carácter afable. Él era albañil, "de los buenos", ella una "generosa" cocinera. De su unión nacieron dos hijos, Rakel y Javier, con los que mantuvieron siempre un estrecho vínculo, junto a sus cuatro nietos.

"Han sido buenos compañeros de vida, muy cariñosos como pareja y padres, amor en esencia pura. Trabajaron duro, como toda su generación, repartiendo las tareas por igual y, sobre todo, las hacían juntos", relata Rakel.

"Mi padre suspiraba por morir con ella. 'Yo quiero irme con tu madre', insistía. Mi madre sabía que se moría y lo decía con naturalidad: 'Ya sabes hija mía que esto es el fin', y pedía que le lleváramos con ella". Y se lo prometieron.

El hecho de que sus padres hayan dejado de respirar a la vez y de la mano ha sido "un regalo de vida y muerte y un gesto de gran humanidad por parte del servicio hospitalario" declara Rakel.

El doble fallecimiento fue en el hospital, habilitado el espacio a las circunstancias del momento. Merche había ingresado días antes en el D segundo (digestivo) y Jesús permanecía en la clínica San Miguel desde el 18 de enero. Cuando empeoró el estado de ambos, el primer paso -recuerda- fue atención al paciente. La cadena se puso en marcha. "Era complicado porque implicaba a muchas personas, por la responsabilidad que entrañaba y el riesgo de que mi padre falleciera en el traslado".

Beatriz Galarraga, supervisora de la citada planta, pone por delante que fue la suma de muchas voluntades la que permitió el desenlace y reconoce que fue "muy laborioso" poderlo gestionar. "Creímos que era necesario para la familia, que estaba viviendo días difíciles de un centro a otro para poder acompañar a los dos. Sabemos que fue un alivio terrible". Se iniciaron las gestiones interhospitalarias con total disposición. El resultado final ha dejado un buen poso en el servicio. "Lograrlo nos dejó muy bien a nivel profesional. Poder aliviar y facilitar el camino nos dio mucha satisfacción", admite la enfermera. Al tiempo, deja claro que en las unidades viven con frecuencia situaciones duras con las familias a la hora de enfrentar estos procesos . "A veces, chocan contra nosotras. Se intenta mucho ayudar en estos casos porque también nos reconforta a nosotras como profesionales. Creemos que este es un ejemplo bonito de satisfacción y emoción verdadera. Podían haber fallecido entretanto. Sin embargo, se esperaron".

Desde su experiencia, el psicólogo clínico, Juan Pedro Arbizu, responsable del área de psicología del Hospital San Juan de Dios, aporta que "la espera a la hora de la despedida no es tan extraña, se da con temas pendientes y situaciones bloqueadas . Es bonito y las personas se van más ligeras una vez que los han resueltos. A veces, basta con un abrazo". Añade que esta es una situación extraordinaria, precisa, que no tiene porqué darse siempre así. "Creo que enseña mucho y refiere también al sentido de la vida, en este caso del amor compartido. Poderte despedir de las manos y acompañados es sano, natural y favorece el duelo. Arbizu valora asimismo el esfuerzo profesional de salvar el obstáculo con determinación. "Favorecer te reconcilia de alguna manera con la profesión, te enriquece y humaniza la salud. Que la atención, sea humanizada, ante una situación que genera dolor, transmite serenidad y amor. Este hecho hace visible que se puede ser muy coherente validando y permitiendo, ayudando al tránsito. Es una forma de comenzar a recorrer el camino del duelo con serenidad ante la pérdida múltiple.

"Nos han dado una paz infinita. Si no, estaríamos rotos. Agradecimiento eterno en nombre de toda mi familia", reitera Rakel, acompañada de su hijo Alejandro, que guarda el mejor recuerdo de sus abuelos.Sentían que era su deber dejarles partir juntos, con amor, para que descansaran.

El trabajo personal de asumir la orfandad vendrá luego. Ahora tienen paz y una pena bonita, que no es poco.