Cuenta que conoce a médicos que tienen por norma no estar más de cinco años en cada sitio. “Para no crear demasiada empatía con la gente”. Hay quien tiene ese tipo de filosofía, reconoce, pero para él la estabilidad nunca ha sido un problema. Todo lo contrario: lleva 38 años en Orkoien y firmaría por otros tantos más; no tiene ninguna prisa por jubilarse. “Y si pudiera elegir, volvería a ser médico de Atención Primaria”, explica. Porque le gusta ese primer contacto con la gente, “somos la puerta de entrada a la Sanidad”, dice. Puede que por eso, por su buen trato y su buen hacer, por ese carácter tan cercano y a la vez tan profesional, los vecinos y vecinas hayan elegido a José de Miguel Layana para lanzar el chupinazo de fiestas el próximo 23 de junio. Y él, contento, asume que es un honor, pero que no es quién para decir porqué lo han elegido. “Se lo merecen todas las personas profesionales que trabajan en este centro”, explica, agradecido.

Y es que aunque le gusta también la medicina rural -natural de Uztárroz, trabajó en Arantza, Igantzi, Bortziriak, o Ituren- asume que es en Orkoien donde está su sitio, donde ha estado siempre. Desde que llegó y todavía le comparaban con Don Francisco, el médico al que sustituyó, “que atendía partos y todo a domicilio en aquellos años. Yo vine con 26 y se pasó de Don Francisco a José Luis a secas. Los primeros años era inevitable, ‘que si Don Francisco me daba esto para la bronquitis’, ‘que si Don Francisco me recetaba aquello’... Pero eso es lo bonito, el trato cercano. Ese 'feeling', la empatía con pacientes, el confiar y que ellos se fíen de ti sólo se consigue con los años -asume-. Ahora hay muchos pacientes que, después de visitar al especialista, vuelven a mi consulta y me cuentan. Y me preguntan; eso es una gozada”, dice.

Recuerda, ahora con 64 años, sus inicios cuando Orkoien era un concejo más de la Cendea de Olza, con unos 800 habitantes. La capital era Ororbia, donde estaba la casa del médico, en la que vivió De Miguel hasta 2001 -antes era obligatorio- y donde se ubica actualmente la Casa de Cultura. “El centro de salud de Orkoien empezó a funcionar en el año 89. Yo llevaba toda la Cendea - Ibero, Izco, Artázcoz, Izu, Asiáin, Lizásoain, Olza...- y me fueron quitando pueblos conforme Orkoien fue creciendo, ha crecido mucho. Y las cosas han cambiado mucho también, a mejor: se trabaja de otra manera, en equipo, de manera más organizada. Aquí estamos tres médicos”, explica. Así que tiene unos 1.500 pacientes, que llegan a los 8.000 (que corresponden a la Zona Básica de Salud) cuando está de guardia.

En casa, su mujer es enfermera y tiene dos hijas médicas. Sus otros dos hijos, los chicos, no siguieron por esa rama, cuenta De Miguel, mientras explica que hay quien dice que, en Medicina, “a partir de los 55 años hay un porcentaje alto de burn out, el síndrome del profesional quemado. Yo de quemado nada”, bromea. “Disfruto, estoy a gusto trabajando. El problema aquí, en Navarra, es que faltan médicos de familia, parece que todo el mundo quiere ser especialista en un hospital”, señala.

El hogar Zoe

Tantos años dan para muchas anécdotas pero De Miguel retiene una con especial cariño. “A finales del 94, recibí una llamada de teléfono de la secretaria del consejero de Sanidad, por aquél entonces Santiago Cervera. Resulta que quería hablar conmigo, que a ver cuándo podía venir a verme. Pensaba que era una broma, en todo caso tendría que pedir audiencia yo, ¿no? -bromea-. También Calixto Ayesa, de Bienestar Social. Ya me mosqueé”, relata.

Pero sí, querían hablar con él de una casa de Ororbia, una que se inauguraría al año siguiente como Hogar Zoe y que, en tiempos, sirvió como centro de acogida para enfermos de Sida. “El único que existía en Navarra, en el año con mayor pico de mortalidad por esta enfermedad a nivel mundial. Tuve que formarme y aprendí mucho, fue y es un recurso importante”, explica De Miguel, que atiende a usuarios del centro desde el año 95. Ahora, a cargo de las Hijas de la Caridad, tratan a personas en exclusión social. Y él sigue con sus visitas.

Como especialista en Medicina Familiar y Comunitaria le toca “hacer de todo” pero confiesa que no había vivido nunca tanto estrés como el primer año de pandemia. “Ha sido muy dura. Había consulta telefónica pero no hemos dejado de tener el contacto personal con la gente”, explica. El día que lanza el txupinazo también le tocará trabajar. Y eso que dice que no es muy fiestero, “pero las de este año serán especiales. Es un detalle por parte del Ayuntamiento”, valora. La elección de la persona que lanza este año el txupinazo recaía este año sobre EH Bildu, que optó por abrir la decisión a la ciudadanía, y De Miguel recibió el apoyo del 49,64% de los participantes en el proceso. “Es una muestra de confianza, y se agradece”, confiesa orgulloso.