La diseñadora de moda y vestuario escénico, Edurne Ibáñez (Pamplona 1979) vive en Irurozqui, el concejo más habitado del Valle de Urraúl Alto (40 habitantes), el más despoblado de Navarra. Allí vive y trabaja en su estudio.

Hace doce años que se trasladó al pueblo desde el centro de la capital. En él construyó su proyecto de vida y fijó su taller. Desde él dinamiza la vida cultural del valle y se proyecta hacia el mundo. Fue una opción libre de la que no se arrepiente en absoluto. “La calidad de vida que tengo en este lugar no la cambio por nada. Es una oportunidad de poder huir de la aglomeración, parar el tiempo y disfrutar del aire , que no es el mismo que el de la ciudad, y de todo lo que te ofrece la naturaleza: inspiración, texturas y materiales. Te puede sorprender una masa agrícola o el rocío del amanecer. El tema no es dónde estás, si no cómo miras”, argumenta. 

En Irurozqui crea, investiga e innova y además, cría a sus hijos: Joel (6 años) y Avril (2) y asegura que no se le ocurre un lugar mejor para que crezcan. “Tenemos lo sensorial de la educación infantil. Los niños necesitan jugar, sentir y vivir. En la ciudad tienes que apuntarles a todo. El campo ofrece muchas posibilidades.

Como profesional y madre, tiene que tirar de coche para todo. Joel está escolarizado en Lumbier; a donde también acuden al médico o a comprar. Ella se traslada a Pamplona casi a diario. Opina, sin embargo, que moverse en coche “no es una desventaja. En poco más de media hora estás en Pamplona y yo disfruto mucho de los viajes y el coche me relaja. Pero entiendo que a la gente esto le frene y que acabe estresada. Muchas personas no entienden que viva en un pueblo tan pequeño. Es un tema de prejuicios y complejos que se dan en las dos direcciones y hay que terminar con ellos”. expresa con firmeza.

Está convencida de que las intervenciones culturales y turísticas reavivan los valles despoblados. “La gente está deseando que la cultura se traslade a lo rural, y lo potencia. Por su parte, la ciudad desea ir al campo. Y yo creo que el camino es la fusión. Los pueblos están llenos de artesanos que igual necesitan otra visión. La fusión puede evitar la despoblación y enriquecer a los pueblos”, manifiesta.

En Irurozqui tiene la diseñadora su campamento base y su taller, desde donde se mueve con sus creaciones rumbo a Pamplona, Bilbao, Madrid... También da de su tiempo al valle y lo impulsa cuando llena Santa Fe de sus atractivas muestras. “Me siento privilegiada como mujer por vivir en el medio rural. Puedes aportar muchas cosas al entorno y este a ti. Trabajar y darle otra dimensión a tu carrera. 

Asegura que su receta se compone de ese combinado de lo rural y lo urbano. “Tener las dos cosas es ideal. Se puede disfrutar de esta calidad de vida y moverte hacia otros espacios, sin menosprecio ni tendencia a valorar más uno que otro”, sugiere. La mitad de su trayectoria profesional iniciada en 1999 la ha desarrollado en Urraúl Alto. Desde el valle ha conseguido numerosos reconocimientos.