Los Lerga son mucho más que un clan familiar. Comparten antepasados comunes que se remontan siglos en el tiempo -documentados al menos hasta el siglo XVI- pero lo que une de veras a sus más 200 miembros, además del linaje, es el hecho de compartir raíces en un pueblo que tira más que la sangre. Quizás porque todos sus ancestros celebraron los grandes momentos de la vida con el vino de las mismas viñas, porque supieron mantener las tradiciones y costumbres de un pueblo agrícola pero próspero que a su vez conserva el orgullo de la antigua ciudad romana que fue, o a lo mejor porque esa afición innata a la música la han disfrutado siempre juntos. Y, hoy, es difícil encontrar a un Lerga que no sepa cantar, tocar un instrumento, bailar o al menos que se pueda tildar de mal anfitrión.

Lo cierto es que los Lerga de Eslava llevan la alegría impresa en el ADN. Lo demostraron el pasado sábado -1 de abril- en el encuentro festivo en el que participaron 71 Lergas de hasta cuatro generaciones. La jornada festiva comenzó con la celebración de una misa en la iglesia de San Miguel a la que siguió una comida en el local municipal tras la que no faltaron los bailables y la actuación de un mariachi. Parte de los 211 descendientes de una rama común procedentes de distintos pueblos como Salinas, Zabalza, Sansoáin, Orosiain, Tafalla, Ayesa, Moriones, Gallipienzo, Cáseda, Aldunate, Redín, Zoroquiáin, Celigüeta, Sengáriz, Loya, Julio, Arteta, Pitillas, Falces, Murillo el Fruto o San Martín de Unx, además de Eslava. Un encuentro capitaneado por Iosu Lerga Galar -tercera generación de la saga Lerga- que lleva más de 20 años investigando en el árbol genealógico de sus tatarabuelos. “No lo habíamos hecho nunca y a raíz de que murió Ángeles Valencia, la madre de Jesús Ángel y Vicky, decidimos que había que proteger ese patrimonio inmaterial antes de que desaparezca. Este encuentro quiere ser un homenaje a nuestros mayores a los que debemos lo que somos y a los que queremos muchísimo. Se lo merecen”, subraya.

Jesús Ángel Lerga y su hija Marian; Vicky Lerga y sus hijas Leire y Uxue; Carlos Lerga Azurza y Juani Jaimerena; Maribel Lerga y Josetxo Lazcoz. Cedida

La estirpe de los Lerga se sabe además portadora de una mochila de fortaleza y de genes longevos. A sus 96 años Carlos Lerga fue el patriarca de la velada derrochando salud y buen temple que demostró bailando rancheras junto a su mujer Juani. Carlos y su hermana Maribel, que estuvo acompañada de su marido Josetxo Lazcoz, son hijos de Mario, nacidos en casa Mañas, la casa nativa que vio nacer a nueve hermanos Lerga. Todos ellos descendían a su vez del matrimonio que encabeza el árbol genealógico formado por Eleuterio Lerga Zuza procedente de Zabalza que se casó en 1889 con Benita Martinez de Azagra Tellería, de Pitillas. “De los nueve hijos Daniel se marchó a Galipienzo, Pedro a Zaragoza, algunos emigraron, y el resto se quedó en Eslava. Salvador fue el electricista del pueblo y los hijos de Santos Lerga, Alfonso, Asun y Jesús, regentaban la pescadería”, explica Iosu Lerga. “Aurelia por ejemplo se casó en el pueblo y tuvo seis hijos. De los 211 descendientes directos que tenemos localizados fueron convocados a la comida un total de 136 adultos, de los que vinieron 71. Los 108 jóvenes mantienen también mucha relación con Eslava; todos los nietos son íntimos desde pequeños, una piña”, reconocen sus padres. “Son 35 primos carnales sucesores de los nueve hermanos. De la tercera generación, Jesús Ángel Lerga Valencia, hijo de Jesús Lerga y que regenta el restaurante El Pañuelico, viene casi todos los fines de semana al pueblo. Y su hermana Vicky vive aquí, al igual que Alfonso y Sara Lerga Lecumberri...”.

“Lo más bonito han sido las sonrisas que han repartido nuestros mayores durante todo el día, se lo merecen”

Iosu Lerga Galar - Organizador del encuentro familiar

Segunda generación

De la segunda generación, la mayor pero todavía muy guerrera, compartieron recuerdos los hermanos Mª José (80), Agapito (84) y Javier (82) Lerga Zaratiegui, los hijos de Fidel Lerga (hijo de Eleuterio y Benito) y Apolonia Zaratiegui. En casa Mañas fueron agricultores. “Se dedicaban al cereal, al olivo, a la viña... Era una casa acogedora, todos los sobrinos venían a nuestra casa desde chiquitos”, destaca Agapito Lerga, padre de Iosu Lerga. “En fiestas si había que matar tres o seis conejos, o cinco pollos... todo era poco para agasajar a los invitados”, admite quien también recuerda entre risas que los de Eslava tienen fama de “noctámbulos y de meterse tarde a la cama; de mote somos mochuelos y chirriosos”. A sus 84 años cree tener la receta para mantener unida a la familia: “No ser muy egoísta y mantener el buen humor”. Un humor que nunca ha faltado en casa. “Mis padres sabían tocar la guitarra y la bandurria. En casa Labairu se juntaban las familias para cantar. !Eran muy juerguistas!”, relata Agapito. Cultura musical que no se olvida fácilmente: “Con diez años recuerdo a mi madre cantando la jota, a los 20 cantaba yo con mi hijo y, ahora, lo hago con el nieto”, explica con orgullo. Su primo Jesús Lerga, padre de Jesús Ángel, aprendió a tocar a oído y en el pueblo no hay quien no recuerde su talento musical, todo un portento, reitera María José Lerga. 

Laura Sola Lerga con su padre José María Sola y su madre María José Lerga Zaratiegui. Iosu Lerga Galar, Alfonso Lerga Lecumberri, y el matrimonio compuesto por Pilar Galar y Agapito Lerga Zaratiegui, Naia Lerga Beorlegui, hija de Alfonso, y Javier Lerga Zaratiegui. Cedida

“Muchos emigraron a la ciudad, el hermano mayor montó una panadería en el pueblo, era el padre de Alfonso Lerga Lecumberri. Hubo hasta una pescadería de ‘Lergas’ porque el 50% del pueblo llevaba el apellido Lerga”, admite Javier Lerga Zaratiegui, que a sus 82 años sigue trabajando las viñas de casa, que suman más de cuatro hectáreas. “El ambiente entonces era familiar, había muy buena relación entre todos, los hijos y primos ayudaban a vendimiar y se trabajaba mucho pero también se disfrutaba”, resalta.

Lourdes Sota Perez, de 65 años, vivió en Eslava hasta los diez años y también conserva muy buenos recuerdos de su infancia. Su abuela Felisa nació en el pueblo, y su madre se casó con el panadero de Tafalla, Tomás Pérez Por aquel entonces Eslava tenía cine, había baile y ponían la tómbola en fiestas. Casi nada. “Había bar y los domingos se tomaba el vermut y nos reuníamos en la casa parroquial. Tengo que reconocer que el ambiente es el mismo que hace 55 años”, asume mientras comparten fotos antiguas entre los once miembros de la familia que acudieron al evento. Fue la ocasión perfecta para reforzar los lazos familiares y compartir gratos momentos después de la pandemia.Iosu reconoce que “en esta ocasión ‘sólo’ nos hemos juntado 71 para comer, pero para las próximas citas, que seguro las habrá, esperamos contar con los 117 jóvenes que no hemos podido invitar por cuestión de aforo, pero que estuvieron con nosotros disfrutando de la familia todo el día”. “Lo más bonito han sido las sonrisas que repartieron nuestros mayores a lo largo de todo el día”, reitera. Un encuentro realmente emotivo, a lo grande y que pasará a la historia.

Iosu Lerga, tercera generación, ha indagado hasta el siglo XVII para conocer los orígenes de su linaje

El registro más antiguo de la familia Lerga que, tal y como admite Iosu Lerga Galar, se conoce hasta la fecha es la madre de Pedro de Lerga, Jerónima Lerga y Plaza. De ella poco se sabe, sólo que debió habitar cerca de Salinas de Ibargoiti y tuvo familia ahí, sin saber a ciencia cierta si fue madre soltera o sólo inscribió a su hijo con sus apellidos… Pedro nació en Salinas de Ibargoiti en 1614 y se casó con María Uztarroz. Tuvieron cinco hijos. Uno de ellos, Jayme de Lerga, nacido en Salinas en 1634, se casó en 1674 con Catalina de Yriarte, que era de Zabalza, se fueron a vivir allí y tuvieron cinco hijos. El penúltimo de ellos, Fernando, nacido en 1681, se casó con Pasquala Monreal, de Sansoáin, en 1708 y se fueron a vivir a Tafalla, donde tuvieron 8 hijos. Uno de los pequeños, Agustín Domingo, nacido en 1722, se casó con Antonia Revillaga en Tafalla en 1749, y se fueron a vivir a Eslava. Tuvieron 9 hijos. El mediano de ellos, Antonio Ramón, nacido ya en Eslava, en 1756, se casó con Martina Ayape, también de Eslava, en 1783, y tuvieron 5 hijos. El primogénito, Joaquín Ramón, nacido en 1789, se casó en 1816 con Teodora Moriones y tuvieron 8 hijos. Uno de los pequeños, Miguel Santos, nacido en 1833, se casó en 1863 con María Zuza, de Celigüeta, y tuvieron a Eleuterio en 1865, que se casó en 1889 con Benita Martínez de Azagra Tellería, que también era de Eslava. Éstos tuvieron 9 hijos: Mario (1890), Aurelia (1892), Daniel (1895), Lucrecia (1898), Santos y Pedro (1901), Felisa (1905), Fidel (1907) y Salvador (1911). Estos 9 hijos les dieron a Eleuterio y Benita un total de 35 nietos, y estos, a su vez, les dieron 63 bisnietos , 93 tataranietos y, de momento, 11 cuadrinietos.

La historia de los nueve miembros que anclaron la saga:

- Mario fue el mayor de los hermanos. Se quedó en Eslava, trabajó de agricultor y se casó con Bibiana Azurza. Un hijo suyo, Jesús, regentó el Bar Labayro durante muchos años junto con Ángeles Valencia.

- Aurelia se desplazó a Pamplona con su marido Babil Sola, que trabajó en los Viveros de la Diputación.

- Daniel se casó con Honorata Mateo y fueron a vivir a casa “Paquete” de Gallipienzo, donde trabajó como agricultor.

- Lucrecia se casó con Carlos Ciáurriz en Tafalla.

- Santos se empleó en el campo en Eslava, junto a Máxima Ayape. Un hijo suyo, Alfonso, regentó la pescadería de Eslava hasta hace poco junto a su mujer, Elvira Moncayola.

- Pedro se casó con Dativa Tellería y se fue a vivir a Zaragoza, donde trabajó como conductor de autobús en “La Pallaresa”, que luego fueron Autobuses “Cinco Villas”.

-Felisa se casó en Eslava con Tomás Pérez, agricultor.

- Fidel contrajo matrimonio con Apolonia Zaratiegui y vivió del campo. Los abuelos vivieron con ellos hasta el final de sus días en casa “Mañas”. Un hijo suyo, José Jesús, regentó la panadería de Eslava durante muchos años.

- Salvador, el más pequeño, se casó con Felisa Úcar y trabajó toda su vida como electricista, tanto en el pueblo, como por toda la zona, en unos años en los que cada tormenta tumbaba el tendido eléctrico que abastecía desde Gallipienzo hasta Olleta y Ujué. Félix, su hijo, sigue llevado una empresa de electricidad con sede en Eslava en la actualidad.