“Qué bonito está, Piedad”, asegura la monja Mariasun Escauriaza al llegar al cementerio de Zabaldika, un pequeño pueblo de 33 habitantes situado en el Valle de Esteribar. “Bien elegante, como siempre”, remarca Joaquín Muru, presidente del concejo. “Es un día especial y está todo muy hermoso”, responde Piedad Aincioa, que a sus 88 años es la anfitriona y responsable del cuidado del camposanto, que este miércoles se vistió de gala con motivo del Día de Todos los Santos. 

“Para un pueblo tan pequeño como Zabaldika, es un cementerio muy bonito. Aquí está gran parte de mi familia: mi padre, hermanos, una tía, mi marido Modesto y mi abuela. Hay muchos Aincioa y también están todos los Zazpe, los Baigorri, los Noáin, los Equísoain... Nos conocemos todos”, explica Piedad Aincioa, la persona de más edad del pueblo y que, con su prodigiosa memoria y su acogedora voz, relata todos los secretos del cementerio.

“Al fondo está don Félix Murillo, un cura que estuvo muchos años y que está enterrado en una orientación distinta a los demás. Cerca de él hay una monja y, a la izquierda, dos jóvenes que fallecieron durante la Guerra Civil. También hay un hombre de Zaragoza que murió tras caer de la bicicleta y otro que falleció atropellado. Creo que Esteban fue el último en ser enterrado hace tres años”, recuerda. 

Son muchas las historias que se esconden en los apenas veinte metros cuadrados del lugar, situado junto a la iglesia parroquial de San Esteban, una edificación gótica del siglo XIII. “Me llama mucho la atención la tumba de los Baigorri, con el matrimonio de Vicente y Magdalena, que murieron casi el mismo año. Tenían cuatro hijos con sus nietos y vienen todos para recordar el cumpleaños de los dos. Es la tumba más visitada de aquí. También hay otras a las que ya no viene nadie, claro”.

El cementerio lo cuidan entre Piedad y Juan, uno de sus tres hijos. “Él corta la hierba tres o cuatro veces al año y ahora lo ponemos con más flores para Todos los Santos. El que quiere coloca naturales y si no, ponemos artificiales porque duran más. Flores hay siempre, pero se ponen más para fechas especiales como este día o aniversarios”.

Oración el 1 de noviembre

El miércoles por la tarde, se juntaron cerca de 30 personas para realizar una oración con motivo del Día de Todos los Santos. “Antes daba la oración el párroco, pero como está en el Seminario y ya no puede venir, nos dan el responso las monjas que viven aquí. Muchos de los que vienen viven en Huarte o en Pamplona, aunque hayan nacido aquí. Son hijos de anteriores vecinos y es importante que vuelvan a sus raíces”. 

Piedad Aincioa, en cambio, lleva toda su vida en el pueblo. “Nací aquí y prácticamente no he salido”, bromea. “Ahora se vive mejor que antes, cuando había muchos labradores y no era fácil porque hay mucha cuesta”, dice entre risas. “Luego ya se quedaron las huertas en Zabaldika, pero empezaron a trabajar fuera del pueblo y cambió el estilo de vida”.  

Otro de los aspectos fundamentales en Zabaldika es que forma parte del Camino de Santiago. Así lo explica Mariasun Escauriza, que llegó a la localidad en 2008 y es una de las tres monjas que llevan el albergue en el que se acoge a peregrinos.

La campana más antigua

“Zabaldika tiene la campana más antigua de Navarra y tocarla se ha convertido en un rito para los peregrinos. Además, la figura de Santiago del atrio de la iglesia también es un atractivo. Y lo que está claro es que el albergue atrae a gente. En verano, tenemos de media a doce personas al día. Este año han dormido en el albergue 1.997 peregrinos y han pasado por la Iglesia 9.000. Hay mucha demanda”. 

“Los que han dormido en Larrasoaña pasan por la mañana hacia las 9.30 y los que han dormido en Zubiri, a las 12.30. A este albergue, como está a mitad de etapa, llega gente desde Roncesvalles después de haber hecho 37 kilómetros. Y cada vez se ve más gente que viene caminando desde su casa. Han llegado desde Holanda y ahora ha pasado una que venía desde Baviera”. Con esta última peregrina demostró su conocimiento de inglés y aseguró que también saben francés y alemán. “Lo traducimos como podemos”.

El albergue lo lleva una asociación con hospitaleros voluntarios de la Federación de Amigos del Camino. “Vienen dos y se encargan de la limpieza, la compra y la comida. La gente se suele ir muy contenta y agradecida”. 

También se acercan al cementerio Joaquín Muru, de 60 años, que acaba de ser elegido como presidente del concejo, y su mujer Eugenia Cumba, que ocupó el cargo hace unos años. “Esto es como una comunidad de vecinos, que te toca de vez en cuando”, bromea Joaquín Muru. “Tampoco hay demasiado trabajo, pero llevamos las cuentas y ahora por ejemplo vamos a sacar madera para generar ingresos. Es una labor necesaria. Estamos 33 censados y es un pueblo muy bonito, aunque lo malo es que nos parte la carretera. Nos juntamos sobre todo en fiestas el primer fin de semana de septiembre y la verdad es que se vive muy bien”. Su mujer no duda en darle la razón. “Vinimos hace 23 años un día que jarreaba y nos enamoramos del lugar”, concluye.