Tudela fue la primera localidad navarra en la que se organizó el Día del Árbol, el 25 de febrero de 1897. Así lo confirma el libro La fiesta y la Hermandad del Árbol, publicado por la editorial Lamiñarra y escrito por Ricardo Gurbindo, en la que confirma que pese a que Madrid fue la pionera en estas celebraciones un año antes (26 de marzo de 1896), Pamplona no recogió el testigo pese a que recibió de la recién nacida Sociedad de Amigos de los Árboles de Madrid, una de las “numerosas invitaciones enviadas con objeto de promover la Fiesta del Árbol”. La invitación llegó a la Comisión de Fomento y más tarde se perdió hasta 1915 en que se hizo por primera vez.

Así pues la capital ribera sí recogió la idea y fue la primera en Navarra, quizás también ayudada por el hecho de que Santiago Arnal, uno de los impulsores de esta iniciativa, fuera inspector de enseñanza en la ciudad. Para tal ocasión, el Ayuntamiento que presidía Pablo Ledesma nombró una comisión integrada por los concejales Jadraque y Ágreda, con la misión de elegir un lugar para la plantación y solicitar la colaboración de la Real Sociedad Tudela Desosos del Bien Público (Sociedad de Amigos del País), colectivo clave en cualquier iniciativa que promoviera el desarrollo de la ciudad. El Ayuntamiento aprobó el 7 de febrero una partida de 125 pesetas para la celebración de esta fiesta y una vez se recibió la invitación de la comisión para asistir a la fiesta se indicó que “acudieran el mayor número de concejales posible” al evento para apoyarlo. La Diputación aportó las plantas de sus viveros.

Niños asistentes a un teatro infantil en un Día del Árbol de Tudela en 2004 J.A.M.

La plantación de árboles, como describe Gurbindo en su libro, se celebró por todo lo alto, contando incluso con la presencia de la banda municipal y del obispo de Tarazona (responsable religioso entonces de Tudela) y representantes de la Diputación, así como el Marqués de San Adrián que entregó una aportación de 25 pesetas para su celebración. La presencia religiosa no es baladí dado que el Día del Árbol era quizás la única festividad civil y laica en aquel 1897, por lo que para el poder eclesiástico era casi “una amenaza, por el hecho de que el antecedente más cercano” de este modelo de fiesta estaba en relación con el Árbol de la Libertad, “que surgió en la Revolución Francesa y con sus ideales, por lo que no dejaba de ser motivo de desconfianza para las élites católicas”.

Según recoge Gurbindo de la prensa local de la época (La Lealtad Navarra) a las 2 de la tarde se congregó a todos los alumnos de la ciudad en Castel Ruiz. Con sus maestros se dirigieron, acompañados de la banda y precedidos de la enseña nacional, hasta el término de Cascajar, en Traslapuente, donde se plantaron 405 árboles (250 lombardos, 150 olmos, 4 álamos y un chopo). La fiesta se celebró “con gran entusiasmo, reinando en ellla el orden más completo” y tras la plantación se dio de merendar a los pequeños. A Tudela le siguió Falces el 2 de febrero de 1898, Villafranca el 3 de marzo de 1900, Leitza el 27 de marzo de ese mismo año y el 7 de julio Ribaforada.

Arnal, figura clave en la celebración de este evento en Tudela, no se conformó con señalar las posibilidades educativas de la conmemoración a favor del árbol, sino que también instó a la Diputación “a que adquiriese un mayor compromiso a la hora de favorecer su generalización”. La institución foral poco después editó la denominada Cartilla forestal, que elaboró el propio Arnal, en la que exponía qué pasos había que dar para organizar esta fiesta. Este manual se repartió a todos los ayuntamientos, al tiempo que se les animaba a celebrarla con la ayuda de la Diputación.

Santiago Arnal, inspector de Primera Enseñanza de Navarra desde 1893, y pedagogo adelantado a su tiempo que en 1870 había publicado en Tudela El faro de la infancia, defendía la conveniencia de extender entre los jóvenes estudiantes la Fiesta del Árbol, como una de las alternativas para fomentar “una enseñanza más racional y práctica”. La Cartilla forestal se presentó como un “oportunísimo recurso didáctico” y se hablaba de la fiesta del árbol como una forma mediante la cual “reconciliar al pueblo con la naturaleza”.

La llegada de la Dictadura acabó con este fiesta civil y laica y en el caso de Tudela no se recuperó hasta 1973 con la ayuda de la Orden del Volatín. Gurbindo apunta que “el debilitamiento de la Dictadura y la proximidad de la Transición hacia la Democracia representaban la ocasión idónea para retomar la festividad”. Pamplona esta vez sí se adelantó y la había celebrado ya el 21 de marzo de 1972.