La iglesia de Olejua está despertando este invierno sus recuerdos. Un edificio variado arquitectónicamente que representa todo un compendio por la cantidad de estilos que a lo largo de su historia dejaron su huella y la sucesión de obras que se fueron superponiendo. Fue el caso de las pinturas murales que se fueron sucediendo a lo largo de los 900 años del templo. Despues de décadas de anonimato hoy toca sacar a la luz las pinturas renacentistas escondidas bajo varias capas: una de las joyas que se ha propuesto rescatar el servicio de Patrimonio Histórico del Gobierno de Navarra. 

Y es que tras tres capas de pintura se encontraría el trabajo prodigioso de pintores como Diego de Cegama o de su escuela, que en Tierra Estella tienen ejemplos destacados como los de Arellano o Zúñiga. Una suerte que consiguieron aquellos templos en los que no siguieron la moda de mediados del siglo XX: sacar la piedra raspando cubrimientos en los que se realizaron las pinturas con las que definitivamente se daban por acabados los edificios. Se llamó petrofilia lo de picar las paredes para sacar la piedra, una moda que destruyó la mayor parte de las pinturas que, con mayor o menor valor, adornaron el interior de los templos y algunos edificios civiles. Una “atrocidad” para muchos expertos, ya que destruyó cientos de frescos y murales de mucho valor o, por otra parte, lo que se concibió como la solución extrema para poder ver la estructura medieval de los edificios y sacar a la luz la fábrica de las piedras sillares o la simple mampostería .

Recuperar aquel tesoro escondido de la cúpula y los muros de la iglesia de Olejua, es la tarea que están aplicando Marimar Navarro, Mirian López, Elena Huerta y Laida Martínez. Un trabajo delicado que se realiza “a punta de bisturí”. Una labor que requiere de mucha técnica con movimientos de “abajo hacia arriba” y atacando cada una de las capas. Eso sí, antes lo que hay que hacer es consolidar todas las partes para luego poder recuperarlas “si no desaparecería buena parte de la superficie”, aseguraron las técnicas, quienes afrontaban la tarea de la retirada del “mortero rosa” que cubre los muros de la iglesia de Santiago de Olejua y recogen los bordes de los fragmentos.

Una manipulación casi quirúrgica que requiere de precisión y determinación. “Lo cierto es que con el trabajo no somos conscientes del frío que hace y de cómo nos afecta” aseguró Mirian López, mientras trabajaba en el arco fajón del templo, a varios metros de altura y a unos siete grados de temperatura. Su compañera Elena destacaba la necesidad de deshumedecer la superficie antes de actuar “aunque en general estas pinturas tienen un gran grado de conservación”. “Son muy especiales y hay pocos ejemplos de esta pintura renacentista que están bien realizadas y dan la sensación de relieve que buscaban los autores”, aseguraban mientras alternaban a cuatro cuerpos de andamio desde el suelo de la nave, el manejo del bisturí o la espátula; clavaban agujas como si la techumbre fuera una gigantesca y delicada piel con vida,o manejaban los ruejos con mortero para rellenar cavidades.

Y es que las paredes de este templo conservan en su mayor parte los recubrimientos con que hace unos quinientos años se revocaron y dieron visos de realidad a la arquitectura que sostiene el edificio. Una manera de establecer orden a través de la recreación de sillares con perspectiva en los que se culminaba la bóveda del transecto del templo, acompañados de cenefas arquitectónicas, adornos de rosetones o poderosas filigranas de enrejados como el que señala Alicia Ancho, del Servicio de Patrimonio de Navarra: “seguramente esta pintura recrea una verja que pudo estar en el misma iglesia”.

Varias fases

¨La idea es acabar sacando toda las pinturas renacentistas de los muros; un trabajo que requerirá de varias fases”, aseguraba Alicia Ancho quien estuvo acompañada en Olejua de Susana Herreros Lopetegui, directora del Servicio de Patrimonio Histórico del Gobierno de Navarra, que descubrió también la importancia del retablo mayor, una obra “romanista” de comienzos de 1600, cuyo creador fue Pedro González de San Pedro y que contó con el trabajo de policromías de Lucas de Salazar.

Junto a las responsables de patrimonio histórico, también estuvieron el responsable del patrimonio inmobiliario del arzobispado, Alejandro Aranda y Germán Martínez, párroco de Olejua -y de 62 localidades más-, “pienso mucho en cómo podríamos poner en valor estos tesoros y que una vez recuperados puedan ayudar contra el despoblamiento”. 

De momento, las pinturas de los muros de Olejua se han salvado de nuevas intervenciones que pudieran destruirlas “sabemos que son un tesoro y estamos emocionados por ver cómo se están recuperando”, aseguró un vecino de esta localidad ya casi milenaria de Tierra Estella y que hoy apenas cuenta con 50 habitantes. l