“Somos mayores, pero existimos y tenemos mucho que dar, que ofrecer, todavía somos útiles a la sociedad y queremos que se nos tenga en cuenta y sobre todo nuestros derechos”. Este grito de protesta de Esperanza Rubio, presidenta de la Asociación de Jubilados La Ribera, enmarca parte de la intervención que tuvo en una mesa redonda organizada por el Colectivo de Independientes de Tudela (unidos a Contigo Tudela) y que trataba de sacar a la luz los problemas del sector poblacional al que se denomina tercera edad, y cuya denominación se usa, en ocasiones, como un sello distintivo y marginal. Junto a ella estuvieron presentes representantes del Gobierno de Navarra, de ayuntamientos, de la Cruz Roja o de Villa Javier, entidades que también se ocupan de este colectivo.

Sus problemas son numerosos pero, como explicó Rubio, al ser un colectivo que no da problemas ni crea movilizaciones, las administraciones los pasan por encima, “somos cada vez más numerosos y nos duele la invisibilidad porque estamos dentro de nuestras casas y no molestamos. No se nos oye, no se nos ve, ni saben que existimos”.

La pobreza, la falta de movilidad, las bajas pensiones, las dificultades de acceso a bancos o a gestiones de las administraciones (todo digitalizado), pero también la violencia machista y la intrafamiliar son algunos de los males que, calladamente, acosan y condicionan la vida de estas personas, cada vez más numerosas y empobrecidas en Navarra y, por ende, en la Ribera.

"Tenemos mucho que dar, que ofrecer, todavía somos útiles a la sociedad y queremos que se nos tenga en cuenta"

Esperanza Rubio - Presidenta Asociación de Jubilados La Ribera

Las cifras

En Tudela en 2022 el 24,65% de los 37.247 habitantes tenían más de 60 años, es decir 9.162, mientras que los mayores de 65 años eran 6.890 (un 18,5%). Los números impresionan pero más si se observa que es un 4% más que hace 20 años, en el caso de los mayores de 60 años, y un 2,5% más en el de los mayores de 65 años.

Para darse cuenta de que la población mayor cada vez será más mayoritaria basta con saber que en 2003 los centenarios en Navarra eran 109, que en 2023 son 2079 y que se espera que en 2037 sean 892. Eso se refleja en que si en 2003 la edad media era de 41,09 años, en 2023 pasó a ser de 43,92 y se espera que en 2037 sea de 45,29 años.

No basta con mirar las cifras, sino también con analizar uno de los mayores problemas de la Ribera, el riesgo de pobreza. En 2022 las localidades con mayor cifra de población en riesgo de pobreza eran Fitero, Castejón, Corella, Cascante, Barillas y Tulebras. En Fitero era el 44,4% de la población y en Tudela en 26,6%, mucho más elevado que la media navarra. Todo ello tiene un reflejo claro en la población de más de 65 años con pensiones muy bajas.

Esperanza Rubio lleva 11 años en la asociación como presidenta en la que hay 1.500 socios y de ellos 410 son mayores de 80 años. Pese a la elevada cifra, hay otras 500 personas en listas de espera, “no sé si podrán entrar, por lo que es muy importante reivindicar que en Tudela haya más asociaciones como la nuestra porque la actividad y el contacto revitalizan a las personas y más a las que están en situación de soledad”. De entre todos los socios hay más de 300 casos de personas que no pueden pagar la calefacción o la luz y que acuden a la sede para pasar la tarde, como forma de salir de su oscura, fría y silenciosa casa. “En nuestra asociación hay personas que entran a las 3 de la tarde. Se sientan, juegan a cartas, dominó, parchis, hablan… o simplemente van porque están calientes, porque en casa no pueden pagar la luz, no tiene calor. Están toda la tarde y cuando llega la noche, se van a casa, se toman un vaso de leche y se meten a la cama. Es una realidad que viven no 100 ni 200 personas, más de 300. Eso existe y lo vemos a diario”, explicó Rubio en la mesa redonda.

Un momento de la celebración de la Mesa Redonda Fermín Pérez Nievas

La reivindicación desde este colectivo es cambiar el lema de “envejecer activamente” por el de “vivir activamente”, porque “somos un colectivo más. No queremos estar marginados, queremos participar en las decisiones. A nuestra edad tenemos mucho que ofrecer a la sociedad, como sabiduría, reflexión o calma. Ojalá nuestro lema sea, a partir de ahora, vivir activamente y no envejecer activamente. Queremos participar dentro de una sociedad diversa, intercultural, intergeneracional, solidaria y respetuosa con el valor de la edad”.

La población ribera, pese a recibir una ayuda importante de la migración, está envejecida y también empobrecida, “sufrimos de invisibilidad y de pobreza. Hay personas con pensiones de 500 euros y muchas sin pensiones. Las subidas de pensiones que se han hecho no son justas, porque no es lo mismo subir un 3,6% a quien recibe 500 euros que al que tiene 2.000 euros. Ha de aumentarse más las mínimas”, reivindicó.

"Ojalá nuestro lema sea, a partir de ahora, vivir activamente y no envejecer activamente. Queremos participar dentro de una sociedad diversa"

Esperanza Rubio - Presidenta de la Asociación de Jubilados de la Ribera

Los problemas

A la hora de elaborar un listado de problemas, la presidenta de la Asociación de Jubilados la Ribera señaló las más evidentes como la invisibilidad del colectivo, la pobreza o la dificultad de las gestiones con la administración y con bancos, pero también otras menos palpables.

Entre las primeras, la impotencia de no poderse manejar ante las máquinas, “no podemos ir al cajero, no sabemos manejarlo y cada vez atienden menos en el banco. A una mujer solo le permitía sacar del cajero 200 euros y solo quería 50. Tuvo que sacar esos 200, entrar al banco e ingresar 150. Cuando llegas a unos años te entran ganas de lloras, de no salir y quedarte donde estás más tranquila”. Esta impotencia se vive también a la hora de pedir citas médicas, “tenemos en la asociación una fila diaria para pedir citas, gestiones bancarias o de carnet. Está todo digitalizado y nadie te atiende. Que la administrativa de turno me diga si me tiene que ver una enfermera, un médico o nadie y que me diga ‘ya se le pasará’ me quita la dignidad”, explicó.

Entre los problemas menos evidentes, pero diarios, se encuentran la soledad y la violencia machista o la intrafamiliar. La soledad se hizo más evidente a raíz de la pandemia y el confinamiento. Desde la asociación, un colectivo en riesgo, pidieron un censo al Ayuntamiento para ayudar a las personas que vivían solas y, para su sorpresa, Bienestar Social no tenía ese censo. “Formamos grupos para llamar, para llevar comida donde no llegaban los servicios sociales. Los medios que se destinan son claramente insuficientes”.

Pero si algo llama la atención es que en el siglo XXI, a edades superiores a los 65 y 70 años la violencia, física y psicológica, dentro del hogar siga existiendo, tal y como relató Rubio. “A veces hablas con personas en clases de baile, en un taller de risoterapia… Salen las cosas y muchas veces siento pesar porque no saber qué hacer. Hay mujeres que no se pueden comprar unas bragas porque les tienen que pedir dinero a su pareja para comprar. Pero también hay violencia de los hijos, algo impensable. Cuando les dicen ‘tengo que tener la comida a tal hora’, ‘me tienes que hacer estos recados’… esto es a diario y con cientos de personas, que te digan ‘no me puedo apuntar a las 12 a esa actividad, porque si no estoy a la 1 en casa...’, eso duele mucho porque además están autoconvencidas ‘lo he hecho toda la vida, como voy cambiar ahora’”.

Más allá de residencias, otra de las preocupaciones para quien piensa en si las podrá pagar o si tendrá espacio en las de la localidad donde reside, hay otra vida para las personas de más de 70 ó 75 años, “somos capaces de gestionar nuestro tiempo y emplearlo en lo que queremos hacer, hacer lo que nos da la gana y no lo que nos marcan, incluso disfrutar de la soledad si a ratos queremos. Es aconsejable pensar en positivo, eso ayuda a ser más feliz. Echar la carga en las soluciones y no en los problemas. Todo ello para no envejecer activamente, sino para vivir activamente”, concluyó.