Después de cuatro décadas como veterinario en Sakana, Santos Goñi Larraya (Imárcoain, 1959) se ha jubilado, 40 años de dedicación y apoyo al sector que la organización del Artzai Eguna quiso poner en valor con un homenaje hace unos días. “He estado muy a gusto. Estos 40 años se han pasado muy rápido”, destaca este veterinario, testigo directo de la evolución del sector en una comarca industrial en la que la ganadería sigue jugando un papel importante, en su economía, cultura y sobre todo en su paisaje.
Tras finalizar sus estudios en la Universidad de Zaragoza y cumplido el servicio militar, llegó a Sakana en 1984. Tenía 25 años. “Tres meses antes de acabar la mili, el veterinario que llevaba la zona entonces, Juan José Ruiz de Arriaga, me ofreció asociarme con él como autónomo porque tenía mucho trabajo”, recuerda. Así estuvieron dos años, hasta que a Ruiz de Arriaga le hicieron una oferta en una cooperativa. Después estuvo un tiempo en solitario, las 24 horas de los siete días de la semana. “A la hora de decidir una carrera dudaba entre veterinaria y magisterio, esta última sobre todo por las vacaciones. En casa había ganado y me gustaba ayudar, sobre todo cepillar a las vacas. A pesar de que la veterinaria es un trabajo esclavo no me ha penado nunca la elección”, asegura.
La cuestión laboral mejoró algo tras llegar a un acuerdo con el veterinario de los valles de Ollo y Goñi para repartirse las guardias y vacaciones. No obstante, los profesionales se iban y en 1998 se asoció con un veterinario de Etxarren, Jesús Mª Ganuza, que continúa ofreciendo su servcio en la comarca.
Santos Goñi comenzó su labor profesional dos años antes de la incorporación de España al Mercado Económico Europeo, un tiempo de gran transformación del sector. En sus inicios todavía quedaba ganado en las casas. “Se pasó de una manera bucólica de manejar el ganado a otra más industrial y productiva para poder subsistir. Fue una reconversión brutal. La mayor reestructuración fue en los años 90”, recuerda. Y es que esos años desaparecieron buena parte de las explotaciones y con ellas, una forma de vida. “La segunda razón que eximían para abandonar la actividad fue la burocracia. Cada vez había más papeles y trámites. Algunos que tenían la edad de jubilar hubieran seguido”, apunta.
Y es que la adaptación al entorno europeo y de una creciente exposición a la competencia internacional trajo consigo la estabulación progresiva y dependencia de la oferta exterior de piensos, la integración creciente con el sistema industrial y presencia de políticas públicas de apoyo y extensión ganadera. Entre 1962 y 1999 desaparecieron el 80% de las explotaciones de vacuno, el 56% de las de ovino y el 91% de las de caballar. Las que quedaron activas asumieron ampliamente el vacío dejado por las extinguidas, aumentando su escala y logrando con ello situarse en mejores condiciones para competir en mercados más abiertos.
El trato con los ganaderos también cambió, sobre todo con sus familias, con las que solía compartir momentos en las cocinas y ha visto crecer, con relevos generacionales en algunos casos. “Los ganaderos de antes tenían pocos animales y los cuidaban mucho. Avisaban por muchas cosas. En la mayoría de las casas había cerdas y al principio me tocaron muchos partos porque tengo la mano pequeña. En la última fase, por edad más que por el aspecto clínico, me llamaban para que les ayudara, sobre todo en los partos”, apunta.
Vacunaciones, desparasitaciones o inseminaciones junto con la parte clínica de la profesión ha sido su día a día durante cuatro décadas. “Los animales prácticamente tienen las mismas enfermedades que los humanos, principalmente neumonías e infecciones. También son frecuentes las picaduras de garrapatas. He llevado sobre todo vacas , tanto de leche como de carne, aunqaue también me llamaban para caballar y ovino”, apunta.
Al respecto, cuenta que en sus inicios, el número de cabezas para aptitud láctica era mayor, tendencia que ha ido cambiando a lo largo de los años. Y es que en la zona hay afición al ganado, una actividad complementaria a la principal.T ambién se ha notado en que ha aumentado el ganado caballar, cuya carne tiene cada vez más aceptación. “Tiene otro sabor y es cuestión de acostumbrarse. Dicen que el caballo se tenía como algo medio sagrado desde el tiempo de las cruzadas. Se respetaba y no ha habido hábito de consumo caballar”, cuenta.
Santos Goñi destaca que le gusta la zona y que en este tiempo ha hecho amistades. “La gente me ha tratado bien. En general es muy respetuosa”, apunta. Desde el principio se instaló en Uharte Arakil, la localidad mejor situada geográficamente para realizar su labor. Si bien su ámbito espacial ha sido toda la comarca, desde Irurtzun hasta Ziordia, en la zona de Arakil es donde hay mayor número de explotaciones ganaderas. Según el censo de 2023, hay 12 de vacuno con 2.528 cabezas en total; 20 de ovino, con 3.794 cabezas y 21 de equino, 492 cabezas, además de 3 de porcino, 17.532 cabezas.