Hola personas, ¿cómo lleváis este maniqueísmo que sufre nuestro estado meteorológico?, o calvo o dos pelucas.

Bueno, esta semana voy a dividir el paseante en capítulos, no daré adelantos. Pasen y lean.

Capítulo primero: que trata de como hice unos nuevos conocimientos y de lo que con ellos sucedió.

Era el miércoles a la noche, salí a dar un garbeo, sin más, a tomar un poco el aire tras estar un buen rato entre fogones. Sobre las 23:30 llegué al Monumento del Encierro, en la Avenida de Roncesvalles con Carlos III, vaya txoko más navarro: el encierro, nuestro embajador en el mundo, Roncesvalles, donde, el 15 de agosto de 778, los vascones le dieron en tol morro a Carlomagno, y Carlos III, el rey unificador, padre de la ciudad. ¿Quién da más?. Bien, pues os estaba contando que llegué al monumento, obra de Rafael Huerta, escultor figurativo que recibió el encargo y que, ya con una edad avanzada, le metió mano y lo sacó adelante; hoy en día es el punto más visitado de la ciudad, y me acerqué a hacer unas fotos, siempre se pueden hacer diferentes, es un conjunto muy fotogénico. En esta ocasión me dediqué a hacer unos primeros planos de manos y pies. Estando en ello vi que dos chicos italianos miraban la estática carrera y comentaban entre ellos. En un momento que estaban a mi lado, uno de ellos me dijo: ¿le puedo hacer una pregunta?, por supuesto, apunté. ¿Qué es eso enrollado que llevan en la mano? Un periódico, contesté, y…¿lo llevan para pegar al toro?, noooo, repliqué con todo mi pamplonesismo asomado a mi cara, al toro no solo no se le pega, sino que no se puede ni tocar, aunque algunos lo hagan, es para citar al animal en caso de peligro propio, de hacer un quite o citar a un toro rezagado y subirlo Estafeta arriba a golpe de periódico. Hay que decir que hablaban español con soltura, quedaron satisfechos con mi respuesta y me preguntaron alguna otra cosa. Ahí ya me embalé y les hablé hasta de Rastrojo. Lo vimos y analizamos todo incluida la lista de muertos en la carrera.

Mis interlocutores eran sardos, de la misma Cerdeña, C.T.V.s, amantes de España que habían visitado en múltiples ocasiones. Hablando, hablando, les conté que yo era mesonero y que en mi venta podrían degustar pitanzas típicas de la tierra, con las que, sin duda, quedarían satisfechos. Les apunté nombre y dirección y nos despedimos.

Al día siguiente, a la hora del yantar, entraron por la puerta de La Fogoneta dispuestos a dar cuenta de pochas, callos y ajoarriero, que mojaron con un buen Navarra y remataron con una exquisita tarta de queso, no solo llenaron la andorga, sino que, a fe mía, disfrutaron con las viandas. Acabada su comida volvimos a pegar la hebra, les dije que si iban a la catedral fuesen dando un pequeño rodeo, que conociesen la Pamplona que se abre al río, y les indiqué para que bajasen por mi querido camino curvo de Beloso y saliesen a la Magdalena, pasando por los caballos de Goñi y las huertas de Zabalza, que viesen un poco la Pamplona fluvial y entrasen como peregrinos por el puente de la Magdalena y, dejando a su izquierda el baluarte bajo de Guadalupe, llegasen al portal de Zumalacárregui para entrar a la ciudad.

Capítulo segundo: Que trata de cómo dos sardos conocen las oscuras celdas del fuerte de San Cristóbal y piensan que quizá son los primeros hijos de Cerdeña que pisan esas frías losas.

En la conversación que siguió a la comida les hablé de las muchas cosas que hay en Pamplona y les hablé de una que ve muy poca gente, ¿cómo es eso?, preguntaron, mañana a las 9,30 os recojo en el hotel y lo vemos, les contesté. Y así fue, los fui a buscar y partimos dirección Artica para trepar al Fuerte de Alfonso XII. Por el camino les expliqué lo que era y a dónde íbamos, estaban alucinados de la idea, del tamaño, de que fuese excavado bajo tierra, de que fuese obsoleto desde el primer día, de la masiva fuga del 22 de mayo, del cementerio de las botellas, de la carretera de los siete sietes, de tantas y tantas cosas que les conté. Llegamos, aparcamos, bajamos del coche y, ciertamente, ni se intuye lo que allí se esconde. Subimos por la derecha y empezamos a andar por el borde del muro, ya empezaron a ver fosos y ya se lo empezaban a creer. También miraron y admiraron todos esos pueblos de la cuenca que se ven desde arriba, Eusa, Maquirriain, Orrio, entre otros. Seguimos por el canto amurallado y llegamos a un punto en el que unas escaleras te invitan a bajar, lo hicimos y llegamos a uno de los puntos por los que se puede entrar a una pequeña zona interior. Entramos a un pasillo con huecos abovedados en los que hay una saetera en cada uno, sería para defender con fusil, y tomamos unas escaleras que se bajan con linterna y que conducen a unos habitáculos infames que no quiero ni pensar para que sirvieron, los sardos no salían de su asombro, no entendían que semejante construcción estuviese abandonada. Les hice unas fotos en las más profundas de las mazmorras y parecían dos presos de Hamas. Concluimos que probablemente ningún sardo había estado allí hasta la llegada de mis amigos Pepe y Sebastian, sin tilde. Salimos fuera, rodeamos la fortaleza, vimos todo lo que pudimos ver y volvimos a nuestro carro para bajar a la ciudad que teníamos a nuestros pies. Los dejé en autobuses, nos despedimos y ya no les he vuelto a ver. Tengo su teléfono y tener un amigo en Cerdeña es muy interesante.

Capitulo tercero: que trata de cosas que tiene mi ciudad y que no son de mi agrado, ni del de la mayoría de mis convecinos, que tal me lo han manifestado.

El otro día un amigo que responde a las iniciales de J. A. A., insigne tenista de la ciudad, me dijo que cada día estaba yo más protestón, que en mis escritos había muchas críticas. Bien, pues para darle la razón voy a presentar aquí unas cuantas protestas que no van dirigidas a nadie en particular, el que no sea cofrade que no tome vela, pero el que lo sea espero que se dé por aludido. Hoy solo las enumeraré, otro día nos meteremos en profundidad.

Va, los pies de los postes que sujetan las papeleras están llenos de jiña. Cuando se paralizó el parquin de la plaza de la Cruz, el equipo que hoy gobierna anunció una reurbanización de la plaza, ¿cuándo? Decía la prensa esta semana que se van a poder recrecer los edificios más emblemáticos del ensanche, ¿van a joder lo poco que nos queda de una época? Los que eligen los árboles ornamentales podían elegir especies que no suelten unos pequeños y oscuros frutos que se pisan, manchan y nadie limpia. Hay árboles y arbustos en las rotondas que no dejan ver si viene alguien hasta que no has sacado el morro hasta la mitad. El primer árbol de la Avenida del Ejército tiene una rama baja que entra en el carril bici y que, si no andas listo, te peina a raya.

Tengo más, muchas más, pero no me caben

Vale.

Besos pa tos.

Facebook : Patricio Martínez de Udobro

patriciomdu@gmail.com

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