Entre 2019 y 2021, el fotógrafo y músico Gorka Beunza y un grupo de amigos decidieron habitar la casa de su abuela Feliciana, una vivienda familiar abandonada en Orbaizeta conocida como Casa Juriko. Lo que comenzó como una convivencia espontánea se convirtió en una experiencia artística colectiva, donde la vida cotidiana, la naturaleza y la creatividad se entrelazaron.
De esa experiencia nace Pegasoenea, un fotolibro de 15 capítulos y 103 imágenes que mezcla fotografías actuales con instantáneas del archivo familiar, tejiendo un diálogo entre pasado y presente.
¿Cómo surge la idea de rehahabitar la casa de tu abuela?
–Todo empezó de forma accidental. Una amiga, Miren Iza, de Tulsa, buscaba una casa para grabar un disco. Pensé en la de mi abuela, que llevaba muchos años vacía, y mi tío accedió, pero al final ella no pudo venir porque le quedaba lejos. Entonces se me encendió la bombilla: “¿Y si la aprovechamos?”. Nos juntamos un grupo de amigos, llevamos una mesa, un frigorífico… lo básico para habitarla, y empezamos a ir los fines de semana. Luego con la pandemia paramos, pero después volvimos a ir más. En 2 años pasó por allí mucha gente. Fue una experiencia muy intensa, como si hubieran pasado muchos más años.
¿Cuándo empezaste a fotografiarla y a pensar en convertirla en un libro?
–Las fotos surgieron de forma natural, sin pensar en ningún proyecto; simplemente fotografiaba lo que me gustaba. También, cuando me quedaba solo en la casa, me ponía a fotografiar el espacio. En una ventana dejábamos frutas y verduras, y se creaban bodegones que parecían cuadros neoclásicos. Esa serie cambió mi manera de fotografiar.
Cuando dejamos la casa, que poco después sufrió un incendio que quemó parte de la cocina y del desván, entendí que debía transformar todo eso en algo bello. Además, ya había trabajado con mi madre recuperando el archivo familiar. Entonces, el proyecto une las historias de mi abuela y mis antepasados, y lo que vivimos en ese mismo espacio. Son 2 líneas aparentemente separadas en el tiempo, pero que se entrelazan en un espacio con mucho poder.
PEGASOENEA
- Precio fotolibro. 48 €.
- Fotos. 103 fotografías y 200 páginas
- Punto de venta. Email gorka.beunza@gmail.com.
Hablas de la casa como si tuviera vida propia.
–De alguna manera, la casa tiene una personalidad y una energía especial. Yo, por ejemplo, no he dormido tan bien como en esa casa en ningún lado. En el prólogo se habla de cómo la casa transforma a la gente, y de cómo nosotros la transformamos a ella. Es una persona más, un elemento de conexión entre el pasado y el presente.
Una persona más a la que incluso llamasteis Pegasoenea, que da el título al fotolibro. ¿De dónde surge?
–Viene a raíz del incendio, de intentar transformar esa tragedia en algo positivo. En una de las paredes de la cocina apareció, por las grietas del calor, la figura de un caballo atravesado por un rayo. Mi amiga Miriam la rebautizó así, y el símbolo del caballo alado de Pegaso representa precisamente eso: sobrevolar los eventos trágicos y transformarlos, la naturaleza y la amistad. Por eso, le damos tanta personalidad a la casa, es como si nos hubiera regalado un gesto poético.
La edición del libro es muy especial, con tapa de terciopelo negro y detalles dorados. ¿Por qué esa elección?
–El dorado del Pegaso representa la luz que surge de la oscuridad. El terciopelo surgió porque muchos decían que mis fotos parecían terciopelo, y el negro es por lo que quedó tras el incendio. Además, el terciopelo se va mutando con el tiempo. Entonces, es un libro vivo que va a envejecer al igual que la casa.
¿Qué emociones buscas despertar en quien vea el libro?
–Sobre todo, que vea la belleza en lo cotidiano. No hace falta irse a lugares exóticos ni tener cosas ostentosas para disfrutar de la belleza y de la vida. Es esa idea de celebrar la vida con lo que se tiene, ver en lo cotidiano poesía y belleza.
De ahí que tus fotografías precisamente tengan que ese toque de realismo mágico y belleza primitiva. ¿Qué podemos encontrar en esas más de 100 fotografías?
–Hay retratos, interiores, paisajes… La estética de mis fotos tiende a ser pictorialista, a veces la gente ve en ellas más cuadros que fotografías. Me interesa mucho el claroscuro y la casa me llevó a ello, porque las ventanas hacían de luminarias y se quedaban unos claroscuros muy bonitos. Los bodegones son un personaje más, un eje central que articula el libro. Y luego hay fotos de gente en la casa y también de fuera de la casa porque la naturaleza tiene un factor poético de admiración. No es un libro monotemático, sino muy vivo y con muchas líneas narrativas.
Sin olvidar esa parte de fotografías antiguas de tu familia. ¿Qué has descubierto en esta investigación?
–Conocer las historias de gente vinculada a esta casa te conecta con la vida de antes. La historia de amor trágico de mis abuelos, historias de celos y envidias, de curanderas, de emigrantes, de mujeres al cargo de la casa... Son historias que han creado traumas y te hace entender el dolor y el miedo que se queda. Fue una forma de sanar, de reconciliarme con la historia familiar.
En ‘Pegasoenea’ lo colectivo tiene un gran valor. ¿Es un homenaje al auzolan y a la manera de hacer comunidad en las zonas rurales?
Sí, totalmente. En la casa cada persona aportaba su sello: una decoraba, otra arreglaba, otra cocinaba. Era una comunidad viva. Nosotros solemos ir a dormir con furgonetas y con pocos lujos a la naturaleza, pero tener una cocina ya era un lujo. Vivíamos como antes, calentando el puchero en una cocina de leña en un espacio en el que compartíamos y creábamos. Y luego vivíamos alrededor de la casa, conectados a la naturaleza. Creo que hemos perdido esa costumbre de juntarnos, de compartir y de celebrar. Antes se vivía más en comunidad y se celebraba, y eso te hace ser mejor persona. Ahora nos hemos vuelto más individualistas.
¿Qué aprendizaje te llevas de este proyecto, tanto a nivel personal como artístico?
Es un proyecto que me ha movido mucho por dentro y que me ha hecho crecer como fotógrafo y artista. Luego está esa parte social. La familia de mi abuela siempre ha sido de compartir, y esto es una confirmación de que tener encuentros con gente que te llena, nos hace mejores. El juntar todo lo de mi familia, hacer un proyecto fotográfico en formato fotolibro y convertir esa tragedia final en algo bello, ha sido una transmutación. A mí también me liberó, fue un proceso casi como psicológico.
src="https://www.noticiasdegipuzkoa.eus/statics/js/indexacion_Trebe.js">