ELBETE - Es el único pueblo del Valle de Baztan que ha conservado la tradición a lo largo del tiempo, excepción hecha de los años 1936 a 1938 porque entonces no estaba el horno ni para bollos ni para celebrar nada de nada. Pero a lo largo de la historia, desde que ni hay memoria, cosa de “toda la vida”, los mozos de la localidad han venido levantando en la plaza un árbol, un chopo o un álamo temblón, para que presidiera sus fiestas patronales.

El culto al árbol siempre ha existido entre las antiguas religiones y creencias, como símbolo de vida y fecundidad, y se le considera el antecedente de la cruz, imagen máxima representativa del cristianismo. Antiguamente, en el mes de mayo, dedicado a la diosa Maya por los paganos, parece que era cosa común levantar un árbol para festejar la llegada de la primavera.

La religión católica adoptó aquella costumbre y la trasladó para festejar la Invención de la Santa Cruz, atribuida a Santa Elena, madre de Constantino I, emperador romano. Sin embargo, el pueblo llano continuó levantando árboles, bien en los primeros días de mayo o bien con ocasión de sus fiestas y así ha llegado hasta la actualidad.

En SEPTIEMBRE En Navarra se conserva en varios pueblos en Tierra Estella y en la Sakana, y que se sepa también en la Ribera, en Barillas en concreto. En la guía de turismo del Gobierno de Navarra figuran algunas de estas localidades, San Martín, Larraona, Zudaire y Murieta y en Iturmendi, Etxarri Aranatz y Bakaiku, que acostumbran a levantar sus árboles en mayo. Pero no se recogen los que lo hacen en otras fechas, como Arizkun en Baztan que ha recuperado la tradición y los jóvenes lo levantan por San Juan y lo hacen al mediodía, o Zubieta en Malerreka que lo hace por la Asunción de la Virgen, en Agosto, y tampoco se incluye a Elbete, que lo levanta por la noche, en vísperas de la Exaltación de la Santa Cruz, advocación a la que está encomendada la parroquia.

El pueblo de Elbete, vecino de Elizondo del que le separa apenas 30 m, el equivalente a la longitud de los puentes llamados de Asko (en el siglo XVII la Junta General de Baztan se reunía aquí) y el de Irigoienea o Galarza, tiene su propia personalidad. Por cierto que el primero de los puentes, y consta así en los registros catastrales del mismo Gobierno de Navarra, se conocía también como “de Perrukete”, vocablo derivado del francés Perroquet (loro, en castellano) por el hecho de que, en la casa pegada a su barandilla, vivió un tiempo una familia francesa que tenía un loro que llamaba particularmente la atención de la gente.

El pueblo Elbete está dividido por su mitad desde 1850, cuando se abrió la carretera de Pamplona a Francia por Dantxarinea, y en ambos lados cuenta con una interesante muestra de la arquitectura civil típica del país. Y en cada una de las partes, cuenta con un elegante palacio, el de Askoa por un lado y el de Jarola por el otro, ambos de cabo de armería e igualmente con su propia historia.

En el portal de Askoa, palacio cabo de armería construido en 1651, situó el pintor Javier Ciga su severa e impresionante obra Un viático en el Baztán, e inspiró asimismo otros de sus magníficos cuadros. Y en el de Jarola, construido a finales del XVII por Miguel de Bergara, veraneó en los primeros años del siglo XX el dramaturgo Ramón María del Valle-Inclán.

El ‘tantai’ El DRAE define al Mayo como “palo alto, adornado con tiras de colores, frutas, etc, que se colocaba en un lugar público, como las plazas de los pueblos, durante el mes de mayo y ante el que se celebraba una fiesta”, pero en Elbete antaño se le denominaba tantai , que en euskera se refiere a la “rama grande de un árbol que crece derecha hacia arriba”. Así figura en un anuncio de las fiestas de 1935.

El plan que siguen los jóvenes es prácticamente siempre el mismo. Primero le echan el ojo a un chopo ya crecido (en alguna ocasión llegó a tener hasta 27 metros y al levantarlo la copa chocaba con la trasera del frontón) cuidando de que el propietario sea distinto al del año anterior, lo cortan y limpian de ramas excepto la copa, y lo depositan en lugar cercano.

La medianoche víspera de la Santa Cruz (este año se adelantó 24 horas y hubo chopo también para los chavales), después de disfrutar de las típicas baztanzopak en la posada (felizmente recuperada) salen a buscarlo y lo llevan a la plaza mientras se lanzan cohetes, y en un agujero preparado al efecto lo levantan con ayuda de pértigas y una especie de escaleras hasta ponerlo en pie. Luego, era costumbre que se bailara el zortziko. Así se hizo siempre y así se sigue haciendo.