La ceniza, la Cuaresma y la cuarentena tienen bastante en común y se suele advertir en esta época. La ceniza es símbolo del retorno, la Cuaresma es la penitencia y preparación para un tiempo nuevo que empieza con la imposición de ceniza, y la cuarentena es lo que dura la Cuaresma, el periodo aconsejable para la regeneración completa, sin ninguna impureza anterior. El Miércoles de Ceniza finaliza la época de festejos paganos y religiosos, en origen todos paganos, que se iniciaron por San Nicolás (el Papa Noel o Santa Claus de los anglosajones, centroeuropeos y escandinavos) y Santa Lucía, allá en diciembre.

Acaban los últimos por carnaval y se acude a la parroquia a la tradicional imposición de la ceniza. La Cuaresma, entre los católicos, apostólicos y romanos, también entre otras iglesias, es el tiempo de preparación para la Pascua. Es tiempo de purificación interna, en el que se practica(ba) el ayuno y la abstinencia de carne, sobre todo los viernes. Y la cuarentena, quadraginta en latín que equivale a cuatro veces diez, con origen religioso, se empezó a usar como aislamiento de las personas o animales para evitar contagios o la extensión de enfermedades o plagas.

Ahora mismo es un término de absoluta actualidad. eres POLVO "...y estás hecho polvo", solía apostillar el Miércoles de Ceniza el escritor Iñaki Linazasoro, exalcalde de Tolosa, tras la desmesura del me río de Janeiro de los carnavales, recordando la máxima del Génesis quia pulvis es, et in pulverem reverteris (que polvo eres y en polvo te convertirás) que, poco, pero algo ya se ha festejado en Arizkun. Hubo hartza (oso) y se bailó Sagardantza, menos mal porque sin martes no hay miércoles, que es cuando se impone la ceniza. Antaño, la ceniza del hogar se echaba como fertilizante de calidad a las huertas, en particular la obtenida de la leña. La que procedía de las hogueras de San Juan, vertida a tierra repitiendo la popular cantinela ¡txarrak kanpora, onak barnera: sarna fuera! (lo malo lejos, lo bueno dentro; sarna fuera) era muy apreciada, lo mismo que la producida quemando los ramos y las palmas del Domingo de Ramos.

En el terreno de las supersticiones, se creía que esparcir cenizas sobre los cimientos de una casa protegía del rayo. Asociada a la muerte, simboliza el eterno retorno y representa la renuncia a toda vanidad terrenal, como símbolo de penitencia desempeña un papel importante en el ritual del Miércoles de Ceniza entre los cristianos y, por otra parte, en un sentido muy distinto, su versión masculina (cenizo) se aplica a quien es gafe, que trae mala suerte.

Cuaresma

La Cuaresma se inicia el Miércoles de Ceniza y finaliza en la tarde de Jueves Santo, justo antes de la considerada Misa de la Cena del Señor.

El día siguiente, jueves, se creía, según la mentalidad popular, que todavía se podía comer carne (se cantaba martes de carnaval, Miércoles de Ceniza y jueves...¡longaniza!) sin faltar a la Cuaresma. Los viernes, era rigurosa la prohibición de comer carne y derivados, se debían hacer penitencias, se guardaban el ayuno y la abstinencia debidos, salvo que se pasara por la parroquia a coger la bula previo pago o donativo que muy pocos podían permitirse. Y del bacalao, entonces barato, se aprovechaba hasta las raspas día sí y día también.

Luego se fueron relajando las costumbres y se permitieron los sopicaldos argumentando (no sin fundamento) que no hay constancia de que sean de carne por más que los anuncie Karlos Argiñano. La abstención carnívora se hacía eterna, tanto que se contaba que los frailes de un convento portugués echaban cerdos al río, otros los recogían aguas abajo y se los presentaban al abad diciendo: ¡Mirad que extraños peces trae hoy el río!, y durante unos días había jolgorio estomacal.

Y cuarentena

La duración de la Cuaresma proviene de referencias bíblicas y simboliza la permanencia de Jesús durante 40 días en el desierto de Judea, también los 40 días del diluvio universal, los 40 años de la marcha de los israelitas por el desierto, y las 40 décadas que duró la esclavitud de los hebreos en Egipto.? Antiguamente, se creía que aplicado al tiempo el número 40 se correspondía con un ciclo, de ahí la costumbre de la cuarentena. La cifra cuatro es la de las estaciones del año, de los elementos, de los puntos cardinales y de las fases lunares, y estaba considerada la cifra perfecta por los pitagóricos y la fuente de la naturaleza eterna. La palabra cuarentena tuvo origen religioso y se comenzó a usar como aislamiento médico de 40 días con las personas sospechosas de contagio durante la peste negra en la Edad Media y en otras pandemias posteriores.

Los emigrantes a América, en la gran migración europea hacia tierras americanas, la sufrieron muchas veces, si al llegar a la Isla de Ellis en Nueva York, o Buenos Aires, Montevideo y Cuba presentaban síntomas de alguna enfermedad. Ahora, como lo hemos comprobado con la actual pandemia, la cuarentena ya no tiene que durar 40 días, sino que puede ser de quince, de diez o los que la autoridad competente decida, como la Organización Mundial de la Salud que ha fijado la actual en los catorce días. Autoridad política, médica o judicial, como la de ese juez que afirma que a fin de cuentas un virólogo no es más que un doctor que ha hecho un cursillo, o sea. El caso es que la ceniza, la Cuaresma y la cuarentena han formado, forman ahora mismo una parte de nuestras vidas. Como aquel rústico que apostó que no bebería vino en toda la Cuaresma, y cuando llegó el Domingo de Ramos afirmó que un día más y fallecía igual que el Señor.