El de septiembre, después de la primavera y el verano, del brote verde y la época de crecimiento, es el primer mes en el que se permitía (y permite) el corte de leña que en muchos pueblos de Navarra se conceden para consumo de hogares. Al final de la canícula, este año entre los días 2 y 3, en el País del Bidasoa, en este caso en el Valle de Baztan, los aprovechamientos que se remontan al menos al siglo XIX (en las Ordenanzas de 1832, nada se dice al respecto) se adjudican por fuegos, las cortas desde San Gil (el 1º de septiembre, como el helecho) en plazo de seis meses y en nueve meses la extracción de la leña, con buen cuidado siempre de causar al bosque el menor daño posible.

La Junta General se encarga de estas concesiones, para atender las necesidades vecinales de leña de hogares, igual que para la fábrica de aperos de labranza y otros menesteres. Los acuerdos de concesión se notifican al Servicio de Montes foral en los meses de junio y julio, y las condiciones eran (y son) muy estrictas y con severas sanciones en caso de incumplimiento.

Los usos y costumbres han cambiado mucho, con eso que dicen la civilización, esclavos ahora del gas y la electricidad que las atracadoras nos han puesto a doblón, contra aquellas que se decían económicas, de recuerdo doméstico y entrañable. Las Ordenanzas, Cotos y Paramentos, vigentes (¿?), dicen que los aprovechamientos "se adjudicarán por fuegos (hogar, familia) marcándose un lote o suerte de leña a cada hogar si se realizan en hayedos y de forma colectiva cuando se señalen en jarales".

El lote lo hacía cada uno, con ayuda de los vecinos más allegados y de confianza, a los que según costumbre en Baztan se pagaba con alegría para sus estómagos, igual que ahora con mucha probabilidad. Y la legislación era tajante con que se tuviera un "sumo cuidado" para que el lote adjudicado se destinara necesariamente al objeto y fines de la concesión, no permitiendo se traspasen o enajenen a un tercero.

Negocio, según Hacer negocio con el comunal, que es de todos, no se ha permitido ni antes ni ahora, aunque para vergüenza ajena quedan en el recuerdo malas prácticas que se soportaban "por imperativo militar". En los años cincuenta altos cargos militares de los asentados en Baztan se lucraban de forma arbitraria y descarada, con el patrimonio ajeno, ordenando a soldados a su mando en robledales del paraje de Meaka, en Irurita, donde existió un batallón de castigo, que cortaran leña que vendían a su libre albedrío y se sacaban un sobresueldo.

En camiones del ejército llevaban los troncos a la puerta de casa y, encima, te alquilaban media docena de chortas para que la cortarán y apilaran convenientemente en el lugar indicado. Para aquellos pobres soldados, ejercer de "leñeros" hay que reconocer que, como significaba estar todo el día lejos del mando, suponía una liberación, ya que el comprador les daba de comer y al final de la tarea les soltaba veinte o treinta duros con lo que se iban felices y contentos. ¡Y a ver quién era el guapo que lo denunciaba!

Ayer y hoy En la actualidad la costumbre sigue vigente, de igual forma que en Bera y en Etxalar, por ejemplo, en un principio la Junta General de Baztan encarga a su Servicio de Montes que en colaboración con el del Gobierno de Navarra señale donde más convenga el arbolado a cortar para obtener "72.000 cargas de leña" (así suele hacerse constar en el acuerdo), que suponen doce metros cúbicos por adjudicatario. Y para la corta y extracción ahora se dan dos opciones, la de hacerlo por sí mismo o la de encomendar la faena a una empresa que se ocupa de todo. Esta última se decidió por el Ayuntamiento en años recientes y goza de una cierta aceptación.

En esta campaña han solicitado lotes de leña 145 vecinos, de los que una curta parte se han decidido por la segunda de las opciones. otros Además de leña para el consumo de hogares, la Junta General de Baztan concedía otros aprovechamientos derivados del arbolado, como materiales para fabricar los llamados metaziri (para el eje central de metas de helecho) y otros más ligeros para varear castaños o manzanos. También se otorgaban para leraferrak, unas guías parecidas a los esquíes sobre las que se desplazaba la lera, una especie de carro sin ruedas muy primario pero muy práctico para circular por caminos intransitables. Pero lo de estos últimos casos ya es pura arqueología.