Ramón Rubio ha estrenado 2023 sumido en una paradoja: dejar el paraíso “y pasar a mejor vida”. Con el vermú del 31 de diciembre puso fin a 17 años detrás de la barra del bar Paradise, referente de pintxo y pote en la calle Mayor de Villava. A punto de cumplir los 65 años –los celebra el día 20– se acaba de jubilar. “¿Ahora qué? A vivir. A recuperar todo lo que no he podido hacer estos años. Por ejemplo, ir por ahí a ver a Osasuna. Y aprovechar todas las cosas que me he perdido con la peña La Jarana; el día de San Nicolás, el de Jarauta o el de San Lorenzo”, dice sin atisbo de nostalgia. Se va sin pena. “No, no, no, ninguna. Qué va”. 

“¿Ahora qué? A vivir. A recuperar todo lo que no he podido hacer estos años. Por ejemplo, ir por ahí a ver a Osasuna. Y aprovechar todas las cosas que me he perdido con la peña La Jarana; el día de San Nicolás, el de Jarauta o el de San Lorenzo”

Ramón Rubio - Bar Paradise de Villava

En su último día laboral, para celebrar, apareció por sorpresa en el bar la txaranga de La Jarana con media peña detrás. “Mis hijos pusieron en el grupo de la peña que estaban muy agradecidos a los socios que habían asistido a la despedida de su aita... y algunos que no se habían enterado de que me jubilaba pensaron que había pasado a mejor vida, pero de verdad”, se ríe.

La Jarana celebra por sorpresa con Ramón su jubilación.

La Jarana celebra por sorpresa con Ramón su jubilación. cedida

Los comienzos

Hace dos décadas Ramón y Peio Elizalde, responsable de unas tortillas bestiales que salen y seguirán saliendo a diario de la cocina, trabajaban en Argauto. “El tema se empezó a revolver un poco, decidimos buscar algo y empezamos a mirar cosas. Tampoco teníamos claro qué queríamos y surgió esto”. Su relación con la hostelería se limitaba “a los días que me tocaba barra en la peña”. Y el vínculo con Villava “de bajar a fiestas, nada más”, recuerda Ramón, txantreano de cuna y vecino de la Milagrosa. Se lanzaron igual.

La calle Mayor, entonces en plena reurbanización, estaba “patas arriba, hecha un cristo”. El Paradise, que ya se llamaba así, era un bar que abría y cerraba. No cuajaba. Como la calle, estaba “hecho un desastre”. Tampoco eso les desanimó. “Nos gustó sobre todo porque vimos las posibilidades del Camino de Santiago, que estaba en pleno auge. Lo cogimos y empezamos a apañarlo a nuestro gusto”. Con el Paradise todavía cerrado al público y una montaña de escombros “de lo que íbamos quitando”, los peregrinos abrían la puerta y pedían café. “Eso nos animó mucho. Estaba hecho una mierda y aún así la gente entraba a pedir”.

Por fin abrieron y Ramón cuenta que el vecindario les recibió “muy receloso. Villava, aunque está al lado de Pamplona, es un pueblo pueblo. Y como en todos los pueblos la gente es muy de costumbres. Habían visto que este bar lo abrían, lo cerraban, no funcionaba, siempre mal... y pasaba gente a mirar nada más. Pero poco a poco, cuando empezaron a ver que poníamos pintxicos y que el bar no estaba cerrado, fueron entrando. Luego funcionó el boca a boca”, apunta.

Les costó algo más de un año tener una clientela más o menos fija. “Una vez que la tienes, ya es clientela fiel”. Y Ramón y Peio, el primero en barra y el segundo en cocina desde el principio, estuvieron mano a mano, en jornadas de 12 horas y sin librar –el bar abre de lunes a domingo– “igual seis o siete años”. Normal que se quisiera jubilar. “Cuando empezamos a levantar cabeza, contratamos algún camarero, alguna chavala, y nos fuimos liberando”.

Los que se quedan y el que se va: María José Fernández, Ramón Rubio, Elena Mityashina y Peio Elizalde, a las puertas del bar. Unai Beroiz

El Camino de Santiago y el pueblo fueron dándole vida al local. “Muchísima. Los peregrinos desde Semana Santa a final de fiestas, poco más o menos. Y con los vecinos las cuadrillas van cambiando, queda alguna menos. Pero se mantiene el tema del poteo. La juventud, lo que más nos costó enganchar, ahora viene mucho. A echar un pintxo, coger un bocata...”.

Ramón cree que el éxito del bar se debe, sobre todo, “a ser un poco serios con el tema de horarios. Que la gente supiera que a cualquier hora se iba a poder echar un pintxo. Tener esa continuidad”. También a la variedad y calidad de los pintxos. “Eso es éxito de la cocina, ir renovando, cambiando... cada vez salen más”.

En Villava hay una actividad social y asociativa de la leche. Es raro el día que no haya algo. Miras las agendas municipales y ves que hay muchas cosas, pero aún y todo llega un viernes y te sorprendes. Mucha, mucha vida”

Ramón Rubio - Bar Paradise

Con la perspectiva y el conocimiento que otorgan 17 años detrás de una barra con ventana a la calle Mayor, Ramón solo tiene elogios para Villava. “Hay una actividad social y asociativa de la leche. Es raro el día que no haya algo. Miras las agendas municipales y ves que hay muchas cosas, pero aún y todo llega un viernes y te sorprendes. ‘¿Qué hay hoy en la plaza?’ ‘Han montado un festival de nosequé’. Mucha, mucha vida”, resume. Se marcha con palabras de agradecimiento. Al Ayuntamiento, “que en esta temporada de pandemia se ha portado muy bien con la hostelería”, y sobre todo al pueblo: “Con nosotros se han portado de maravilla”. Y aunque no será detrás de la barra, se le seguirá viendo por el paraíso de Atarrabia. “Me escaparé aunque sea a echar un vino. Seguiremos bajando”.

Ramón asomado a la ventana del Paradise, con vistas a la calle Mayor de Villava. Unai Beroiz