barañáin - “Mi hijo tenía un balón con el mapa del mundo. Y me dijo, ‘papá, ¿cómo se mueve la tierra?’. Yo no supe qué responderle. Entonces se te mete en la cabeza y no sabes por qué. Y de una pregunta vas a otra”, cuenta Javier Osés sobre el germen de su reloj astronómico y universal. Un proyecto con distintas fases creativas que este vecino de Barañáin inició hace ya 20 años y que ahora es una realidad. “Hace lo mismo que pone en los libros de astronomía. Es decir, los movimientos básicos de rotación y de traslación. Con el movimiento de rotación se ven el día, la noche y las horas, y con el de traslación el calendario y las estaciones”, añade. La idea es “que la gente pueda disfrutar lo que yo he disfrutado descubriendo cómo los movimientos de la tierra forman el día, la noche, las estaciones, las horas, el calendario, el año bisiesto, el cambio de la fecha en el mundo, etc...”, dice.

Detrás de su invento se esconde otro por qué. Cuenta Javier que cuando llegó a Barañáin lo hizo “en unas condiciones negativas. Mi capacidad de comunicación era bastante limitada. Y no sabía la causa. Entonces pensaba que era el tonto del pueblo, pero estaba en contra de esa situación y me rebelaba”, detalla Osés. En 2008 aquellos bloqueos fueron a más “y empecé a tener problemas con la vista. Fui al médico y me detectaron un tumor cerebral”, recuerda. Ahí se produjo “sin duda un momento de inflexión” en el desarrollo de su idea. Porque Javier se dijo que “nadie puede llevarse secretos a la tumba, eso no es humano. Y si yo tengo algo que pienso que hay que publicar, entonces hay que publicar. No era una cosa de dinero. Me parecía algo necesario”, explica.

Decidido a “no dejar la idea en un cajón”, aprovechando que después de la operación ya estaba mejor y que con la jubilación iba a tener más tiempo -aunque cuando trabajaba en la Volkswagen “muchas veces había que sacar la cabeza de la cadena y te ibas a los movimientos de la tierra”, reconoce-, Javier se lanzó a por su prototipo. Y como todas las puertas que tocó se las cerraron, “lo tuve que hacer solo”. Una vez tuvo el diseño y los copyrights “busqué por Internet un ingeniero que me hiciera el diseño y conseguimos hacer el prototipo. Pero de mi bolsillo, solo, sin ninguna valoración de alguien del mundo de la ciencia que me dijera si tiene el interés que a mí me parece que tiene, que es lo que más fastidia”, detalla.

Ahora su reloj se encuentra en el colegio Público Eulza. La intención del Ayuntamiento es que después pueda rotar por los distintos centros escolares de Barañáin. “Considero muy importante que la comunidad educativa pueda usar este reloj como instrumento de enseñanza. Yo encantado de que se divulgue, y si tiene interés, adelante. Vendré a explicar cómo funciona en cuanto me llamen. Estoy jubilado y es mi hobbie. Estoy a deseo de que me digan, ‘ven aquí y explícame esto”, dice.

Por último, Javier no deja pasar la ocasión de agradecer a las personas que le han echado un cable en este camino: “Al doctor Portillo, que fue el que me operó, al ingeniero Jaime Castillo, de la empresa Enaiden, a David Rivera, de Fuhtah, al Ayuntamiento de Barañáin y en particular al área de Urbanismo, y también a la oficina del copyright porque ha sido muy valioso su apoyo, paciencia y comprensión. Porque tener un tumor cerebral ha sido una gran barrera que muy pocas personas me permitieron superar”, finaliza.