omos el último eslabón del sistema sanitario. Y ahí estamos, peleando todos los días en la trinchera". La frase es de Daniel Azcona, trabajador del Tanatorio San Alberto desde hace ya 22 años. Le acompañan en este reportaje Nahia Zudaire, con año y medio largo acompañando a las familias en su duelo en el Tanatorio Izarra, y Josu Gorraiz, que lleva 15 en Irache. Y la completan: "Siempre lo hemos sido, y siempre se nos ha ignorado. No con intención... es el papel que tenemos. No es un trabajo que salga a la luz pública, pero muchas veces las familias sí lo aprecian", dice Josu. "Es el gran tabú de la sociedad en general, pero no ahora con el coronavirus. Todo lo relacionado con la muerte siempre ha estado apartado, escondido. Nuestra manera de trabajar es intentar naturalizarlo, que no quiere decir que no sea doloroso, evidentemente. La muerte es algo que nos acompaña, y somos ese sector que recuerda que todo lo que está ocurriendo se ha llevado vidas por delante", argumenta por su parte Nahia.

Josu cayó "de rebote" en el sector por mediación de un amigo, una temporada que andaba sin nada. Con el tiempo "vas ganando experiencia y te vas haciendo a casi todo". Para Nahia fue una mezcla de casualidad y vocación por una profesión que "siempre me había llamado la atención. El trabajo que hago aquí sobre todo tiene que ver con la atención a las familias. Según cómo lo hagas puedes aportar mucho, y también te aporta a ti en lo personal". Daniel, directamente, huía de una hostelería "muy dura, y más aquellos años. Surgió la oportunidad de venir a una cosa totalmente desconocida, sin pensármelo dos veces lo hice y aquí estoy". Y para nada se arrepiente.

"Todo es muy deshumanizado"

Irache

"Lo que estamos viviendo es muy atípico, triste y desagradable. Y desde luego, para las familias eso de no poder despedirte es cruel. Porque nosotros recogemos a la persona fallecida, va a una caja, de ahí a cámaras y luego directamente al cementerio... Y quien ha tenido la mala suerte de tener a esa persona ingresada un tiempo, aislada, cuando llega el fallecimiento se tramita todo y ni pueden verle antes ni después. Buffff, algo muy duro", reconoce Josu. Comenta que, a fuerza de trabajo y tiempo "te vas haciendo, pero más que una funeraria parecemos una empresa de transporte, porque vamos almacenando los servicios en las cámaras y organizando las salidas. Todo muy deshumanizado. Nosotros lo sobrellevamos, pero te das cuenta de cómo sufren las familias. Si se te muere una madre lo que más te apetece es hacerle un homenaje; con gente, con tus allegados... y como se limita todo, hasta las personas en la despedida, es jodido".

Antes del COVID-19 Josu hacía tareas de tanatopraxia y tanatoestética. Y ahí "hay muchos sentimientos, estás trabajando con una familia esperándote. Tú participas en la despedida de un ser querido. Preparas al difunto, lo presentas, estás con la familia, a ver qué le parece, que estén a gusto... El contacto con la familia es muy importante y te esmeras en eso, en que estén satisfechos. Ahora todo eso lo pierdes". Recuerda que "está prohibida toda la intervención de preparar el cadáver. Cuando se presenta el caso de una incineración, un requisito es que el difunto no lleve ni marcapasos ni desfibrilador, porque tienen una batería que reventaría y puede ser peligroso para el horno y para las personas que trabajan ahí. Al que le toca en estos días eso, como tampoco se puede quitar el marcapasos, no se puede incinerar. Tiene opción de nicho o panteón, y pasados cinco años sí que podrían exhumar e incinerar. Pero ya te condiciona todo".

En cuanto a sus equipos de prevención, explica que no les resultan ajenos porque "a lo largo del año también nos exponemos a agentes patógenos tan peligrosos como este o más. De hecho, tenemos EPIS especiales compatibles incluso con casos de ébola, y habitualmente siempre tienes que usar lo típico; guantes, mascarilla y una bata". Una de las cosas que más le duele en esta realidad es "ver la impotencia del personal de las residencias. Acaban llorando y te raja el alma. Ves todo el trabajo que hacen, con el cariño que tratan a todo el mundo, y hay tantos casos de personas que acaban muriendo en las residencias...".

"Nos hemos olvidado de los más vulnerables"

San Alberto

"Ha sido un boom que no sabíamos por dónde cogerlo. Y hemos ido saliendo del paso con bastante buen pie", opina Daniel. Si antes del coronavirus en San Alberto realizaban entre cuatro y siete servicios diarios, la cifra "se llegó a duplicar. Con las restricciones iban cerrando nuestro trabajo. Porque nuestro trabajo no es privar a las familias de ver a sus seres queridos, de velarlos, acompañarles... es muy duro". Pese a que en 22 años como profesional Daniel ha visto "de todo", reconoce que esto le está pasando factura. "Me afecta psicológicamente". El drama se acentúa en las residencias de mayores. "Sabiendo que son las personas más vulnerables nos hemos olvidado de proveerles de material humano y equipos médicos. Les hemos dejado abandonados. A todos nos han metido en casa y hemos dejado comunidades vulnerables juntas... ¿Qué hacen 50 personas en un mismo comedor?", se pregunta.

Explica que mientras ellos llevan "unos equipos impresionantes de protección, porque cogemos el virus en las manos, mucha gente en las residencias te mira diciendo, '¿por qué aquí no llegan?' Mi empresa ha tenido previsión y prevención, no nos falta material. Pero en las residencias veías muchísima carencia". Dice que esa precariedad se ha ido reconduciendo y "se ha metido mano en las residencias. La gente ya tiene material, los médicos han llegado, se han hecho pruebas, se están aislando abuelos, a otros se les traslada, la higiene es impresionante... Ves otra cosa".

Pero por el camino, a Daniel no le encajan ni de lejos las cifras de fallecimientos. "En las noticias decían cuatro, siete fallecidos por COVID-19... ¡Pero si solo nosotros hemos recogido 12! ¿Dónde cuenta esta gente? No es que no sepan sumar, es que en el arranque de esta pandemia no se hacían test. Y hay una regla de tres muy clara. Si en una comunidad como la nuestra, en primera línea en sanidad y en muchas cosas, hemos tenido 20 fallecimientos diarios con una población de 600.000 habitantes, con 45 millones la cifra es horrorosa. En España llevaremos unos 40.000 muertos. Y eso nadie lo quiere admitir", lamenta. "Los fallecidos son personas, tienen nombres, apellidos y familias. Y hay que reconocer la verdad... oye, 'hemos metido la pata, no hemos hecho las cosas del todo bien y nos ha costado 40.000 vidas'. Así de triste", reflexiona.

Residencias al margen, tampoco es sencillo un servicio en un domicilio. "Se te cae el alma a los pies. Tienes a toda la familia delante. A mí me ha tocado con una señora joven, de 49 años. Tres hijos, el esposo, la madre... aguantar allí un buen rato con ellos y decirles 'despediros, romperos ahora con ella, que ya no la veis más". Y no está de acuerdo con algunas de las medidas preventivas: "En el cementerio de Pamplona se reza el responso al aire libre, están en la calle y no pueden ir más de tres familiares. Y luego llegas al Carrefour y hay 300 personas. No me parece coherente. Y duele mucho. Cuando te toca hacer las conducciones, una detrás de otra y solo dos o tres personas acompañando, es muy frío. Da una sensación de soledad y de tristeza impresionante". Pese a la crudeza de su testimonio, también hay motivos para la esperanza: "Dentro de lo que cabe soy bastante optimista. Estos días esto ha parado un poco, da la sensación de que va a mejorar".

"Sobre todo, se trata de escuchar a las familias"

Izarra

"Más que la manera de trabajar, lo que han cambiado son los protocolos", considera Nahia. "Seguimos dando un servicio cercano y humano, intentando que las familias sientan que estamos ahí. Y seguimos personalizando las despedidas. Es cierto que han cambiado los protocolos y no podemos estar en sala ni hacer el velatorio. Pero creemos que las medidas preventivas siguen siendo compatibles con una despedida digna. Nuestro trabajo ahora está en echarle imaginación y ofertar a las familias otras maneras de despedir".

Por ejemplo, dice que están proponiendo a las familias que así lo desean "que nos hagan llegar algún objeto, fotografía o escrito que quieran que pongamos encima de la caja, para que acompañen a esa persona. Es una manera de hacer partícipe a toda esa gente que no se puede acercar al cementerio". Sí así lo expresan los seres queridos, también desde el tanatorio envían "una fotografía de la caja donde está su familiar, para que tengan una imagen de dónde se encuentra esa persona que han perdido y que no han podido ver. Entendemos que puede ayudar a dedicarle un tiempo a la pérdida, a conectar. Son medidas que las familias están agradeciendo".

Ellos, como profesionales del sector, afrontan días "más exigentes, de estar más alerta. Nos toca estar ahí. En estos momentos somos el soporte de las familias, que llegan con un dolor añadido a la situación de la pérdida. Somos ese primer contacto que tienen con lo que va a ser la despedida". Detalla del mismo modo que los empleados manejan "herramientas para descargar la carga emocional que podamos llevar. Y también tiene esa parte vocacional. Haces el trabajo porque te gusta y porque crees en lo que estás haciendo. Eso compensa toda la carga emocional de estos días".

¿Y cómo se puede aliviar a una familia, si a la pérdida de un ser querido se le añade la carga de una despedida restringida? Nahia responde que "la cercanía no solamente depende de si la familia se va a quedar a velar o no. También es la manera en la que estás con ellos. Cuando conectas desde la empatía es fácil llegar a la gente. Es escuchar a las familias, acompañarles y ayudarles a hacer, salvando las distancias, lo que en una situación más normalizada hubieran querido hacer. No caer en el error de dar por hecho que todo el mundo va a querer hacer las cosas sin personalizarlas. Sobre todo se trata de escuchar lo que necesitan". Por último, Nahia traslada un "mensaje de esperanza. Tanto en hospitales como el residencias están haciendo una labor maravillosa. En Navarra parece que la situación está bajo control". Y quiere "que la gente sepa que de una manera diferente, se sigue pudiendo despedir a nuestros familiares".

"El responso es al aire libre con 3 personas y luego hay 300 en Carrefour. No es coherente"

Tanatorio San Alberto

"De manera diferente, pero se sigue pudiendo despedir a nuestros familiares"

Tanatorio Izarra

"El contacto con la familia es muy importante, y ahora todo eso lo pierdes"

Tanatorio Irache