urante este mes de confinamiento hemos tenido la suerte (o hemos sido "bombardeados", según se mire) de poder leer abundantes artículos de opinión sobre la pandemia y sus consecuencias, tanto a corto como a medio y a largo plazo. Estas pocas líneas intentan resumir, brevemente, las reflexiones que, tras su lectura y análisis, me van quedando durante estos días de reclusión. Unas reflexiones que se podrían resumir en una sola frase: "Frente a la amenaza de que esta crisis asiente el totalitarismo o la regresión respecto a las libertades personales y los derechos colectivos ganados con años de lucha, va a hacer falta unidad y compromiso en su defensa, porque lo que conquistaron nuestras abuelas y abuelos, nuestros padres y madres, se lo tenemos que legar a nuestros hijos e hijas€ Se lo debemos. Esa es nuestra responsabilidad".

Como la mayoría de vosotros y vosotras, también considero que estamos ante una crisis histórica. Un momento tan inusual para toda la ciudadanía que ante el desconcierto, no sabemos ni qué hacer. Nos levantamos cada día y seguimos aún sin dar crédito a lo que está sucediendo. Resignados, intercambiamos mensajes de WhatsApp con los amigos y familiares, en los que nos apoyamos mutuamente repitiendo "ya ha pasado un día más". ¡Un día más! ¡Un día más de nuestras vidas!

Y ante esta situación, de la mejor manera posible, intentamos no caer en la desidia y la depresión, volviendo a ver con nuevos ojos los pequeños detalles, nuestro día a día, nuestro presente.

Bien, pues esta mirada, nos debería servir para estar preparados y preparadas ya que la situación se va a agravar. ¿En qué sentido? En que esto es el inicio de un cambio social, económico y político a nivel mundial. Si ya estábamos viviendo antes del Coronavirus una situación de incertidumbre política constante, fluctuante, que sobre todo se estaba traduciendo en la radicalización de ideologías y en el aumento de la brecha de las diferencias sociales, ahora, de manera inmejorable, se amplía la opción para que el autoritarismo campe, en nuestro día a día, a sus anchas. Y lo más grave y peligroso es que la gente lo asuma cómo el único bien o solución a lo que estamos padeciendo. Con esto ,no sólo me estoy refiriendo a lo que está pasando hoy en día, sino, sobre todo, a lo que nos viene encima.

El confinamiento es un arma de doble filo y las estructuras de poder, construidas por los herederos de Franco y la "falsa democracia", lo saben. Mientras sirve para detener la propagación del virus, sirve para retener, amordazar y mutilar al movimiento social y los derechos del individuo. Saben que esto puede legitimar toda acción de control policial y militar porque, cada día que pasa, gran parte de la sociedad, aleccionada por el discurso unívoco de quienes controlan los grandes medios, va a asumir el régimen autoritario como única salvación al virus. Y como bien saben nuestros profesionales sanitarios, la solución a esta crisis viene únicamente con el descubrimiento de la vacuna y su aplicación, no con refuerzos policiales, ejércitos o más autoridad. La clave está entonces en cuándo llegará, o mejor dicho (porque puede que exista ya), en cuándo se quiera emplear y cómo.

Mientras esa incógnita no se resuelva, a mí lo que me preocupa en realidad no es el confinamiento (totalmente necesario y que afrontamos de forma responsable) sino el escenario al que nos lleva la desescalada. Estos días leíamos artículos en los que se hablaba de la vuelta a la normalidad, criticando el ritmo de vida que llevábamos, del exacerbado consumismo, en definitiva, a la deriva que nos habíamos sometido como sociedad. Aunque coincida plenamente con esas reflexiones, creo que el riesgo de los discursos totalitarios con los que las estructuras de poder adornan esta crisis es que nos condenen a un escenario peor. A esa normalidad, a la que no quisiera volver, temo que quieren que le añadamos la falta de libertad, el abusivo control policial, la prohibición de juntarse en grupos e incluso la restricción de movimientos.

Tras la desescalada, y mientras la vacuna no llegue, bajo el paraguas del miedo, la inseguridad y el desconocimiento de la verdad, nos van a querer condenar a un escenario dantesco. Ese miedo puede ser el causante de un bloqueo, de una interdependencia (económica, social, política y ecológica) y el que de vía libre al acomodamiento de un estado totalitario en el que prime el control sobre todos nosotros y nosotras. Nuestra responsabilidad, como individuos y como sociedad, es no aceptarlo, no someternos, no entregar nuestras libertades a cambio de una seguridad ficticia ante un miedo estructurado.

Lo reconozco, siempre he tenido la sensación de que nos han manejado, y de que lo siguen haciendo por supuesto. Pero es que, a día de hoy, pienso que aunque se consiga dar con la vacuna del COVID 19, tras ver el sometimiento de la ciudadanía durante estos meses, a más de uno le parezca el momento adecuado para ahogar aún más al pueblo; primero en sus casas (quien las tenga) y después en las calles. Y así, mientras más dure esta situación, poder hacer lo que quieren: saquear las arcas, empobrecer aún más al pobre y enriquecer más al rico. Porque mientras esto no llegue, quizás se acabe el confinamiento, pero creo que hay que evitar que nos impongan un escenario aún mucho peor. Y ese escenario es el volver a la rutina actual de cada uno, pero con unas nuevas reglas de convivencia y comunicación, marcadas por el poder incluso en el plano social y en el afectivo.

Tienen la excusa perfecta para mantener amordaza y atada a la sociedad bajo el paraguas del miedo y de la necesidad de prudencia y el discurso de una solidaridad enlatada. Insisto en que, nuestra responsabilidad, como individuos y como sociedad, es evitar o encauzar esa amenaza que implica tiempos peores, de mayor crispación social, de aumento de la violencia, de la represión y del autoritarismo. Frente a esa amenaza tenemos que seguir unidos y sin mascaras ni miedos, hacerle frente. Tomar conciencia de nuestra realidad y responsabilidad. Debemos impedir que nos roben las libertades, que involucionen en los logros sociales que tantos años de lucha costó conseguir, defender lo que somos, lo que queremos ser y lo que llevamos décadas construyendo. Que las únicas pantallas que empleemos sean para protegernos de los que quieran limitarnos las libertades, los derechos sociales y las ganas de vivir. Animo guztioi!El autor es Concejal de EH Bildu en el Ayuntamiento de Iruñea